Que La forma del agua sea tan premiada no es más que la terrible confirmación de que es el tuerto en el país de los ciegos. En un 2017 en el que la mediocridad ha brillado con luz propia es normal que un film tan bien hecho como La forma del agua destaque entre tanta morralla, tanta que incluso la Academia debe de haber tenido serios problemas para dejar fuera a los blockbusters de entre los nominados, como es tradición.

La llegada es una película intencionadamente lenta, de largas escenas silenciosas, inteligente, que trata al espectador como a un igual ofreciéndole poco a poco las pistas necesarias para llegar a la conclusión final; un desenlace majestuoso

Damos la bienvenida no sólo a un personaje nuevo de Marvel, sino a todo un universo lleno de magia, dimensiones paralelas y poderes cósmicos de escala inimaginable.

Esa versión actualizada de Un tranvía llamado deseo nos deja un sabor agridulce