DESENCANTO: ¿está a la altura del legado de Los Simpsons?

Decir que Desencanto, la nueva serie animada del archiconocido Matt Groening, lo tenía difícil para ganarse al público es quedarse corto. No en vano, Groening es el padre de Los Simpsons y Futurama, dos de los mayores exponentes de las series de animación occidentales que, además de haber sido clarísimos referentes para el resto de obras del género, han tenido un profundo impacto sobre la cultura popular y el imaginario colectivo.

Es por eso que cuando Groening anunció su tercer proyecto animado, Desencanto (Disenchantment, 2018), mi primera reacción fue la de mostrarme escéptico, no solo porque me parecía muy complicado que se volviese a repetir el exagerado éxito de sus obras previas, sino también porque en los últimos años se han hecho cosas muy interesantes en el género (como Rick and Morty y Bojack Horseman) que elevan el listón de lo que podemos esperar de una serie de animación y que se lo ponen aún más difícil a Groening para acertar con su nueva creación y responder de forma positiva a la pregunta:

¿Está Desencanto a la altura de lo que podemos esperar del creador de  Los Simpsons?

La respuesta corta es “no”, pero mejor vayamos por partes.

La serie se ambienta en el reino de Utopía (o Dreamland), un mundo tan fantástico como peligroso que mezcla la pompa y circunstancia de los empalagosos cuentos de hadas de nuestra infancia con la decadencia de una de las etapas más oscuras de la historia de la humanidad: la Edad Media.

Nuestra protagonista es la atípica princesa Bean, una adolescente problemática (y muy alcohólica) que, harta de sus obligaciones y de las constantes reprimendas de su padre, el rey Zog, decide cancelar su matrimonio de conveniencia plantando al novio en el altar para largarse en busca de aventuras y así encontrar su lugar en el mundo.

Bean, por supuesto, no estará sola en sus aventuras, y casi siempre la acompañaran Elfo, un inocente…elfo que también ha escapado de su hogar en busca de aventuras y Luci, un divertido demonio empeñado en llevar a la princesa por el mal camino (una tarea bastante sencilla, todo sea dicho).

La trama, que por el momento se extiende a lo largo de 10 capítulos, se sigue con relativo interés y nunca resulta excesivamente lenta o aburrida, no porque los eventos que narra sean particularmente memorables o nos mantengan en vilo hasta el final, sino porque el universo de fantasía medieval construido por Groening resulta lo suficientemente atractivo y original para que queramos seguir viendo más cosas del mismo.

Los personajes, además, funcionan muy bien y se integran estupendamente en su universo, resultando divertidos y ocurrentes y encajando casi siempre con las situaciones en las que aparecen; Hansel y Gratel en plan caníbales, consejeros de palacio a lo Juego de Tronos o un hada prostituta son sólo algunos ejemplos del tipo de cosas que nos podemos encontrar en Desencanto.

Y es que, como serie animada, Desencanto funciona, tiene un buen reparto de personajes principales y secundarios, la ambientación es divertida y logra capturar nuestra imaginación, y el humor, sin ser nada del otro mundo, es efectivo y consigue sacarnos alguna carcajada de vez en cuando así que, ¿por qué digo que no está a la altura de los anteriores proyectos de Groenning?

Pues porque, si bien los elementos de la serie funcionan, nunca se hace nada nuevo, ni particularmente interesante u original con ellos, todo lo que vas a ver en Desencanto lo has visto ya en alguna otra parte, desde los chascarrillos a las situaciones e incluso los arquetipos de personajes que se utilizan (Bean, Elfo y Luci no dejan de ser una reinterpretación de Leela, Fry y Bender), nada es particularmente original o innovador, y sólo la propia ambientación se salva de la mediocridad.

Porque, aunque podemos decir que  Desencanto sí que cuenta con ese estilo tan particular y propio de Groening, lo cierto es que esta vez no ha conseguido aprovechar del todo sus propias ideas, no ha sabido arriesgarse y el resultado es una obra que no consigue conectar con el espectador.

De hecho, dos de los elementos característicos de las anteriores obras de Groening, la sátira y los momentos emotivos casi están totalmente ausentes en Desencanto y, aunque sería injusto pedirle lo mismo que a dos series de renombre como son Futurama y Los simpsons, creo que es una oportunidad perdida no haber aprovechado la ambientación medieval para hacer algo más interesante que una Campanilla prostituta.

Y es una pena, porque los elementos están ahí y no me cabe duda de que se puede hacer algo muy interesante con ellos en el futuro pero, tal y como esta ahora, Desencanto es demasiado plana como para poder considerarla algo más que una simple distracción. Puede ser una buena opción si estáis buscando algo ligero y relativamente divertido, pero si lo que buscáis es una serie memorable o que os haga sorprenderos con cada capítulo, aquí no la vais a encontrar.

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