La animación japonesa es invisible para Hollywood. Esto es un hecho, pero este hecho queda aún más patente cuando algunos de los mejores filmes animados de la Historia quedan condenados al olvido por determinados colectivos. De hecho, no fue hasta el 2000 cuando la Academia se dignó a agregar la categoría de “Mejor Película de Animación” a los Oscar, justo cuando Dreamworks y otros estudios americanos empezaron a emerger en el panorama del cine animado para hacerle la competencia a Disney (como si Japón no llevase ya décadas pasándoles la mano por la cara).
Solamente El viaje de Chihiro ha conseguido alzarse con un Oscar
Kimi no na wa (Your Name, 2016/2017), obra del gran Makoto Shinkai, fue sin duda nuestra gran esperanza para el 2017, pero ni siquiera la vimos asomar la patita entre los nominados, quedando relegada al ostracismo más cruel en un año donde había muy poco donde rascar. Si que es cierto que a lo largo del primer año de su debut la película ha gozado de varios premios y reconocimientos de diferente índole, sobre todo en terreno asiático. Aunque finalmente su taquilla en occidente ha sido bastante mediocre.
Como podéis deducir de la entrada del artículo, Kimi no na wa es una gran película, no solo al nivel de las mejores producciones de animación, sino a cualquier otro nivel.
La historia, sin entrar en spoilers, trata sobre dos jóvenes Taki y Mitsuha, que en determinados días despiertan cada uno en el cuerpo del otro, teniendo que intercambiar sus roles. Teniendo en cuenta que Taki es un joven Tokiota que estudia y trabaja y que Mitsuha es una chica de campo que dedica su tiempo libre a preservar las costumbres ancestrales del templo local, cambiar de papel no les resulta nada fácil.
A partir de esta premisa Kimi no na wa va desenvolviendo un argumento que, inevitablemente, desemboca en una catarsis como pocas veces hemos visto en una historia que, a priori, se vende como un drama estudiantil.
Pero no nos dejemos engañar por las apariencias, ya que, aunque en apariencia Kimi no na wa es una historia costumbrista de romances, en realidad con los minutos sabe ir mucho más allá, descubriéndonos a cada giro argumental una nueva manera de enfocar su universo.
Personajes principales y secundarios se tratan con sumo cariño, y aunque parten del cliché de manual del anime (estudiante japonés), rápidamente se saben desmarcar del rígido esquema del que parten para convertirse en personajes complejos llenos de matices.
Kimi no na wa es una melodía bien afinada, una que no se repite en sus estribillos y que emplea cada segundo y cada acorde para aportar algo a una trama que puede llegar a tener diferentes lecturas.
El cine japonés es diferente
Y es que el cine nipón tiene una forma de comunicar en sus historias que difiere mucho de la occidental; sus silencios, su manera de centrarse en el significado de las cosas más allá de su apariencia, su tempo, su fotografía e incluso su tratamiento musical. Puede que veamos la cinta doblada (o subtitulada) al castellano, pero las imágenes y los sonidos del cine japonés nos hablan en otro idioma.
Kimi no na wa hace suyo este lenguaje y se detiene a señalarnos momentos, sentimientos y detalles que no son habituales en el cine occidental, dándonos una perspectiva distinta de las cosas y enseñándonos a valorar otros aspectos de la narrativa en los que, por inclinaciones culturales, quizá ni siquiera habíamos reparado.
Artísticamente sublime, técnicamente intachable.
Hace años que Disney, Dreamworks y otras grandes productoras americanas abandonaron la animación tradicional para producir casi de manera exclusiva animación infográfica, cerrando la puerta a la animación “de toda la vida” en detrimento de los renderizados y las texturas, y dejando parte del alma de este medio por el camino.
Afortunadamente Japón sigue siendo un país de contrastes, y aunque tengan wáteres robots y trenes con levitación magnética, la animación (la inmensa mayoría) la siguen haciendo “con dibujos” y no con estaciones de renderizado.
Gracias a esto las técnicas de dibujado y animación tradicional han seguido evolucionando durante la última década, regalándonos algunas piezas impagables y mostrando en Kimi no na wa una madurez artística y tecnológica que hace que se le queden los ojos como platos al detractor más acérrimo.
Ver Kimi no na wa en alta definición y con un sistema de sonido a la altura es una experiencia fabulosa, pues ninguna película de imagen real hará uso de semejante despliegue de color y fotografía, haciendo que nuestras caras TV de salón nos enseñen de qué son capaces en cuanto a mostrar colores vivos y contrastes espectaculares.
La animación también sabe estar a la altura, y aunque en este apartado no llega a los niveles de Ghibli (nadie lo hace), sí que alcanza cotas de calidad intachables, sobre todo en las secuencias de acción (que no son muchas).
Kimi no na wa es una película que se merecía mucho más que arrasar solamente en Japón (a nivel de taquilla). Es una puerta de entrada perfecta al mundo de la animación japonesa y una cinta diferente, que nos enseña a entender el amor y las relaciones de una manera más intangible y metafórica. Sin duda un regalo para los fans del anime, en los que también recae la responsabilidad de darla a conocer, ya que el mundo parece haberle dado la espalda.
Quizá no esté a la altura de Mononoke Hime, Akira, o Ghost in the Shell, o simplemente quizá la nostalgia haya convertido a estas producciones en “intocables”. Sea como fuese, Kimi no na wa es una de las mejores películas de anime de los últimos años, y por extensión, una de las mejores cintas de animación, de visionado obligado para cualquier fan y, por qué no, para cualquier amante del cine en general.
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