NANA: ¿Qué quieres hacer con tu vida?

Nana para mí siempre ha sido el josei por excelencia. Un manga y anime que me tocaron la patata desde que salió el primero en el año 2000 (la friolera de 20 años) y el segundo en el 2006. Dado que Ai Yazawa (Tenshi Nanka Ja nai, Gokinjo Monogatari, Paradise Kiss) nunca llegó a terminar el manga y ya lo di por perdido, he decidido analizar el anime, ya que tan bien ha envejecido y tantas alegrías y ratos para pensar me sigue dando.

La historia promete de inicio una trama sencilla. Nana Osaki, una cantante punk con aspiraciones de triunfar y Nana Komatsu (apodada Hachi), una enamoradiza joven incapaz de pensar por su cuenta, se encuentran en un tren camino a Tokyo donde ambas esperan comenzar una nueva vida. Las casualidades provocan que se conviertan en compañeras de piso y traben una profunda amistad, entrelazando sus caminos más allá de lo que ninguna era capaz de concebir al principio.

La magia de Nana reside en la cantidad de preguntas que nos sugiere a los espectadores mientras vamos avanzando en la trama. Nana-Hachi se nos antoja mimada y superficial, Nana Osaki dura, pero idealista, con su ambición de ser famosa con su música. Pero ambas, al igual que el resto de personajes de la serie, con sus sueños, sus ambiciones, sus corazones a menudo destrozados y sus maletas emocionales a rastras, son ni más ni menos que un reflejo de cualquiera de nosotros. ¿Cuántas veces he oído aquello de “mis sueños de juventud”?

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¿Cuántas veces hemos visto encajar a dos personas que aparentemente no pegan?

Vivimos en un mundo que no acaba de saber bien cómo impulsar las aspiraciones de los jóvenes. El idealismo frente al realismo sufre una lucha constante en la que este último (tienes que comer, querrás formar una familia, has de comprar un piso, debes ser una persona de provecho, cómo vas a pagar el coche, a todos nos gustan las buenas vacaciones…) acaba venciendo irremediablemente, dando paso a personas anodinas con trabajos que no suelen gustarles y sueños a menudo no cumplidos.

A veces son sueños pequeños, discretos, humildes, como es el caso de Hachi, que quiere ser una buena esposa de un marido que la mime constantemente y tener hijos con él (algo, por otra parte, muy común y arraigado en la cultura japonesa), pero otros son complicados, costosos y, a menos que haya una combinación muy buena de esfuerzo y suerte, suelen acabar en eso, sueños.

Nana no es el idílico cuento de dos chicas que luchan por sus sueños de juventud y los cumplen. Es esa historia que todos hemos visto una y otra vez tanto en los demás como en nosotros mismos. Que miramos con miedo, que imaginamos a veces con los ojos mirando al infinito, que hemos luchado tantas veces que a menudo no sentimos desgastados cuando echamos la vista atrás. Nana es una historia de esperanza, no cabe duda, pero también es una bofetada continua a esos sueños de juventud que a menudo perseguimos y que la mayor parte de las veces no alcanzamos.

Y me viene a la cabeza aquella frase que tanto repiten nuestros mayores: “juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver” y pienso en qué se le pasaría a Rubén Darío en aquel momento por su cabeza para escribir aquel poema. Probablemente una reflexión en la era madura sobre lo que dejó escapar, aquello que sacrificó, los sueños que no cumplió y quizás, solo quizás, hizo examen de conciencia sobre su vida.

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Aunque no lo parezca por mi crítica, es un manga muy divertido.

Nuestras dos protagonistas, en general en clave de humor (que lo sé, que me estoy poniendo muy dramática), nos enseñan todas las caras de un dado de rol infinito que son las opciones que nos da la vida. Continuamente la serie nos enfrenta a situaciones en las que tomar decisiones (trabajo, piso, pareja…) y los personajes más indecisos y/o desenfadados como Hachi, Nobuo, Layla o Naoki son increpados a la vez que ayudados por los personajes más maduros (Shin, Takagi, Jun..), siendo así que otros personajes se mantienen en un interesante y muy realista limbo entre ambas opciones, demostrando una vez más que los personajes grises son los más interesantes, y que la vida es tremendamente complicada.

¿A quién le gusta hacerse mayor?

La sociedad japonesa tiene un sentido de la disciplina, el deber y los proyectos de futuro muy grandes. Saben que deben estudiar, para entrar en una buena universidad que les garantice un trabajo y por lo tanto una buena vida. Ser ciudadanos de provecho es algo que en su cultura está muy arraigado. Quizás por este objetivo de vida (que a oídos de cualquiera puede sonar a perogrullada) el anime de Nana fue tan trasgresor. Obviamente, no por la parte de perseguir tus sueños, sino por todas esas decisiones, tanto las que alejan como las que acercan a este ideal nipón de vida, que hacen que los personajes sientan constantemente que no están cumpliendo como seres humanos útiles dentro de esa sociedad tan compleja. Y sí, ya se encarga la serie de mostrar personajes rebeldes, desencantados y conflictivos, así como escenas moralmente discutibles algunas (aunque, ¿quiénes somos nosotros para juzgar?) y otras sencillamente escandalosas.

Así pues, este gran tema del que va la serie, que es la lucha por cumplir nuestros sueños y el paso de la juventud a la madurez, se ve acompañado de un análisis individual de cada uno de los personajes de la serie. Y esto nos lleva, por supuesto, a que Nana toque todos los temas desde todos los puntos de vista. Es decir, habla del amor, pero tanto del romántico, como del pasional, como el amor propio, el reverencial, hasta incluso un amor cortés.

Y pongo como ejemplo el amor, porque es evidente que en esta serie hay mucho de amor. La ausencia total de figuras paternas en la serie provoca que todos los personajes hagan de sus amigos su familia, a la vez que buscan alguien a quien amar. Los amores de tipo ágape y ludus son a menudo convertidos en eros y storge, en su afán de ser importantes para otras personas, dando como resultado una serie que habla mucho de la soledad.

¿Quién no aprendió nada?

Nana es una serie que no deja indiferente. Un josei tan redondo en su historia (pese a su final inconcluso) como en su ejecución. No hay conversación insustancial, no hay flashback o flasfoward innecesario, no hay personaje superfluo. Cada capítulo nos embriaga con su estética, su música (¡qué banda sonora!), su candidez. Cada trama nos desgarra porque, al igual que en este momento están hablando de la vida y relación de estas dos Nanas, podrían estar hablando de nuestra vida. Y a partir de ahí, que cada uno coja su lección sobre la vida.

Nana

9.2

NOTA GLOBAL

9.2/10

Destaca en:

  • Diseño, animación y estilo correctos, envejece bien.
  • Grandes personajes y diálogos.
  • Va más allá del entretenimiento para ofrecer lecciones sobre la vida.

Podría mejorar:

  • El manga no termina, así que el anime corta antes y termina por su cuenta. Creo que esto es algo que a todos nos cuesta perdonar.
  • Aquellos que piensen que se centrará en la música se sentirán decepcionados porque sólo es un vehículo para contar la historia.

About Susana "Damarela" Rossignoli

Susana Damarela es fundadora de Generación Friki. Gran apasionada de la lectura y el cine, puede leer un libro cada día de la semana sin despeinarse. Como novelista ha publicado La Ciudad que Olvidamos (2024) y está centrada en la publicación de nuevos títulos. También le encanta el deporte, el rock, las juergas y el kalimotxo. Sus juegos favoritos son el Tetris y el Starcraft II.

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