Para gustos, colores. O bandas sonoras. O malos molones. O leches como panes. O románticas escenas de guerra vikinga a la luz de las estrellas, que ya pudiera tener yo… O frases ingeniosas al borde de la muerte. O explosiones inenarrables. O una narrativa trepidante, con inesperados giros, malos que son buenos, luego son malos otra vez y mueren trágicamente y el malo es su mascota, que realmente era el amo desde el principio…
Toda creación artística que nos cuente una historia (filme, libro, cómic, videojuego, pintada en la puerta del wc, etc… hablaremos de pelis, pero se puede aplicar a todo) es susceptible de ser evaluada conforme a una combinación de gustos.
A veces, de forma bastante irracional.
Basta con que nuestro actor favorito salga en un truño para que la peli “no esté tan mal”. O que un tío que no aguantamos salga en una buena película para que no queramos ni verla. ¡Si es que nunca se despeina! O algo tan sencillo como que nos estemos meando en mitad del cine, sin alivio posible por vergüenza a levantarse y tener que admitir que el “yo aguanto sin mear” era un farol, convirtiendo así cada fotograma en una terrible agonía. Y echándole la culpa a la película después. Como si fuera fácil dar valores objetivos, de todas formas…
Pues para ciertas cosas sí lo es, mirad por donde; si la película es incoherente y al mismo malo lo matan tres veces, por ejemplo…es fácil de ver.
Y si la patada voladora supersónica en ingravidez que revienta al malo revienta también las leyes físicas y hace que Newton, Einstein y sus colegas salgan gritando de sus tumbas, ya que estamos… pues eso también es (relativamente) fácil de ver…
Y claro, hay quienes ante tales agresiones a lo físicamente correcto, se sacuden violentamente en sus butacas e inmediatamente crucifican lo que fuera que estuviesen viendo. Lo cual es comprensible, y a mi juicio, tan justo como odiar una peli sólo porque sale Christopher Lambert, aunque la banda sonora sea de Queen.
¿VALE, Y A MÍ QUÉ?
Mucha gente, entre ellas un humilde servidor, vamos al cine a ver espectáculo, grandes explosiones, malos que aguantan condiciones inhumanas y maniobras imposibles, pero que molan. Y por eso vamos a verlas. Porque molan. Obedecen al las leyes del entretenimiento. El coyote TIENE que seguir vivo, aunque le caigan encima rocas de un millón de toneladas.
Vale, ¿y qué pasa cuando la cagada científica no añade absolutamente nada a la historia? ¿Cuando corregirla hubiera significado preguntarle a un niño de 8 años, mirar la wikipedia, o desviar una cantidad insignificante de presupuesto a tenerlo todo bien atado? Algunos dirán que bueno, ya que no añade ni quita nada, pues se deja estar y punto. Pero es injusto cuando en muchas películas se jactan de tener buena ambientación histórica, trajes de época, fidelidad a la historia original, etc… ya que para lograr esa cierta seriedad han cuidado todos los detalles, entonces, ¿por qué no cuidar la veracidad científica? Es tan loable reírse de un salto imposible como de legionarios romanos con botas militares y rólex.
Por otro lado, ¿qué pasa cuando la historia necesita romper con la física? ¿Qué pasa cuando esa estúpida ley que ya me atormentó cuando era estudiante no me deja contar algo que mola? Pues al carajo con ellas. Que si no a Supermán se lo come Van Damme a ostias.
Así que se pueden considerar los siguientes tres escenarios:
1- Unas cuantas explosiones más grandes de los normal y movimientos imposibles no le hacen daño a nadie, sólo al malo, así que ¿por qué no?
2- “Este tiburón es súper inteligente, es capaz de resolver ecuaciones diferenciales” Siiii, claro, y también te hace un interface gráfico con Visual Basic para tratar de localizar la IP… Vamos, que se lo podían haber ahorrado, que están más guapos (aunque estas cosas dan mucha vidilla en las sobremesas)
3- Si me pica una araña radioactiva me da súper poderes, no cáncer. Fin de la discusión.
Y con ésto en mente, es más sencillo empatizar con los sufridores del realismo físico, disfrutar con los amantes de las fantasmadas, o decirle a quién se queje tras ver Los Vengadores: “Sabíais a lo que ibais”…
En sucesivos artículos vamos a ir cubriendo, porque sí, porque mola también, un amplio espectro de inexactitudes científicas cometidas en películas, y razonando si son necesarias, divertidas o simplemente irrelevantes y creadoras de infinito desprecio. Esperamos que os guste.