Existen los nombres. Existen las marcas. Existen los nombres que se han convertido en marcas. En algunas ocasiones, pocas, marca es sinónimo de calidad. Neil Gaiman significa calidad, y estilo, y compromiso con una visión. Claro que Gaiman no siempre ha sido GAIMAN. En 1988, todavía era un jovenzuelo con apenas una biografía de Duran Duran, un tutelaje de Alan Moore y un puñado de guiones de cómics en su haber. Todavía no había rastro de La leyenda de la llama verde.
1988 resulta ser un año convulso para DC y para el mundo del cómic en general. Apenas tres años antes, Crisis en Tierras Infinitas (de Marv Wolfman y George Pérez) había significado el final (en todos los sentidos del término) de la DC de la Edad de Plata (la que había comenzado en 1957 con el renacimiento de Flash). La inestabilidad y el cambio se convirtieron en la única constante de una DC que por vez primera cogió la antorcha de la vanguardia superheroica. Habían pasado dos años desde el final del Swamp Thing de Alan Moore y quedaban cinco años para la fundación de Vértigo, de modo que en la editorial no sabían muy bien qué hacer con gente como Gaiman.
En cuanto al mundo en general, se considera 1986 como el año en el que el cómic alcanzó su mayoría de edad, gracias a la publicación de Watchmen (Alan Moore y Dave Gibbons), El regreso del caballero oscuro (Frank Miller), Born Again (Frank Miller y David Mazzucchelli), Maus (Art Spiegelman), Dylan Dog (Tiziano Sclavi y Angelo Stano) y Akira (Katsuhiro Otomo). Esta consideración es producto de un punto de vista norteamericano y contemporáneo, y por tanto resulta necesariamente simplista y reduccionista.
En cualquier caso, la revolución del `86 trajo dos consecuencias históricas indiscutibles. En primer lugar, la sustitución (progresiva y no poco problemática) de los modos de venta y distribución tradicional. En segundo lugar (y unido de manera clara al primer punto), la desaparición de la mayor parte del patrimonio narrativo (léase, colecciones y personajes) de la Edad de Plata. Alan Moore, Curt Swan y George Pérez habían dado carpetazo a las míticas colecciones Action Comics y Superman. De su esfuerzo surgió la no menos mítica historia ¿Qué le sucedió al hombre del mañana? Sin duda, DC quiso repetir el éxito de la jugada encargándole a otro británico, Gaiman (que no GAIMAN), el cierre de la cabecera Action Comics Weekly.
Con La leyenda de la llama verde, DC quiso repetir el éxito de ¿Qué le sucedió al hombre del mañana?
En Action Comics Weekly (todo un experimento), los lectores se encontraban con una antología de series: en cada número podía leerse un capítulo de cada una de los seriales. Para el editor Mark Waid (con posterioridad convertido en una leyenda del guion), coordinar un esfuerzo así suponía una experiencia de pesadilla. De modo que le ofreció a Gaiman escribir una última historia épica que reuniera a todos los personajes del título: La leyenda de la llama verde.
El guion que Gaiman le presentó a Waid era fantástico, pero había un pequeño problema: el núcleo de la historia era la amistad entre Clark Kent y Hal Jordan. Por culpa de la inestabilidad mencionada más arriba, nadie tenía muy claro si Superman y Green Lantern debían conocer sus respectivas identidades secretas. De modo que Waid y Gaiman hicieron de tripas corazón y guardaron el guion en un cajón. Waid se convirtió en el escritor de Kingdom Come y Captain America, y Gaiman se transformó en GAIMAN después de escribir The Sandman y American Gods.
En el 2000, Mark Waid recibe una llamada. Por veleidades del destino, Gaiman ha conseguido recuperar su viejo guion para Action Comics Weekly. Desde DC se muestran encantados de publicar una obra inédita de Gaiman quien, además, contará con la labor a los lápices de algunos de sus más antiguos colaboradores: los mejores dibujantes británicos de la industria.
La historia comienza a finales de los cuarenta con los miembros del Escuadrón Blackhawk (concepto rediseñado por Howard Chaykin un año antes en Blackhawk, obra maestra muy polémica) topándose de bruces con una antigua batería de poder del cuerpo Lantern. Unos cuantos años después, un Hal Jordan que se siente bastante solo (el tipo es un pelín inaguantable y ha conseguido que el mismísimo Superman no le coja el teléfono) acude al Daily Planet para tener una charla con su viejo amigo Clark Kent.
Gracias a Lois Lane, la extraña pareja acaba en una exposición cuyo atractivo principal es la antigua batería de poder. Intrigado por la naturaleza del misterioso artefacto, Jordan intenta cargar su anillo… de modo que los dos héroes acaban muertos y en el Infierno.
Este giro convierte a La leyenda de la llama verde en una historia muy propia de su época, con dos superhéroes frente a frente con su propia irrelevancia. La escena de Superman llorando en el Infierno (paralizado y sobrepasado por toda la maldad del mundo) mientras Green Lantern es ensartado cual ballena por una tripulación de piratas demoniacos es heredera directa de la oscura historia Tygers (Tales of the Green Lantern Corps Annual #2) de Alan Moore y Kevin O´Neill, así como de la visión mooreana de los superhéroes plasmada en Swamp Thing (otros trabajos primerizos de Gaiman incluyen varias historias protagonizadas por Swampy y otras criaturas de su pantano).
Al frente de un guion bastante redondo (en el que se nota el amor manifiesto que Gaiman siente por la franquicia verde) nos encontramos con un Gaiman que busca su propia voz bajo la alargada sombra de Alan Moore. Eso no significa que en su guion no estén presentes las principales obsesiones del escritor. La más evidente de ellas, la pasión por los ángeles, los demonios y La Caída. No obstante, hay que señalar que el Infierno que aquí aparece es todavía el Infierno mooreano (el de Swamp Thing) y no el abismo mucho más rico en matices que Gaiman describirá en The Sandman.
Al frente de un guion redondo nos encontramos con un Gaiman todavía a la sombra de Moore.
La prerrogativa editorial de utilizar a los personajes de Action Comics Weekly casa como un guante con otra obsesión de Gaiman: la recuperación de viejos juguetes del armario de DC. Pero incluso en este aspecto, Gaiman todavía sigue a la sombra de Moore. El Fantasma Errante (un ángel caído con gran importancia en la trama de La leyenda de la llama verde) era uno de los personajes favoritos de Moore. Poco antes, el viejo bardo se había atrevido incluso a escribir una historia sobre el personaje.
En cuanto al apartado gráfico, nos encontramos varios dibujantes (uno por capítulo), pero como son muy buenos y están muy bien elegidos (otro punto fuerte de Gaiman) no molesta. Entre estos elegidos figuran nombres como Marc Buckingham (Fábulas), John Totleben (Swamp Thing) o Kevin Nowlan (Tomorrow Stories, Bogavante Johnson). Un plantel de lujo, en definitiva.
Planeta Cómic publicó en 2007 La leyenda de la llama verde en un libro en rústica de 48 páginas con portada de Frank Miller, al módico precio de 3,95€. En 2011, Planeta reeditó el cómic (junto a las historias de Green Lantern de Alan Moore, Larry Niven y John Byrne) en Leyendas de la llama verde, un libro en cartoné de 144 páginas al precio de 14,95€. En 2021, ECC reeditó la historia (junto a ¿Qué le paso al Hombre del Mañana? y Para el hombre que lo tiene todo) en Colección Héroes y Villanos #22, un libro en cartoné de 176 páginas al precio de 12,99€. Todavía se espera un volumen que reúna todas estas historias esenciales de Gaiman, Moore, Niven y Byrne (autoconclusivas, pero sutilmente conectadas).
Resulta curioso constatar que el motivo por el que La leyenda de la llama verde permaneció guardada en un cajón durante diez años, es (además de la causa de la grandeza de la historia) la condición necesaria para su atemporalidad. Con la inteligencia y la habilidad que le caracteriza, Gaiman recurre, para hablar de la amistad, al Superman y al Green Lantern arquetípicos. De modo que la historia es perfectamente accesible para cualquier tipo de lector.
Tal y como Neil Gaiman escribe en el prólogo de la primera edición de Planeta, “la historia transcurre en un universo paralelo”. El universo paralelo de GAIMAN. Un universo que no querrás abandonar, cabría añadir.