Takashi Matsuoka tiene la suerte y el mérito de pertenecer a esa clase de autores que con la primera novela dieron el pelotazo. El nombre de este best seller es El Honor del Samurái (Cloud of Sparrows, 2002) al que siguió en 2006 una secuela algo menos conocida llamada El Puente de Otoño.
El paso de la Era Edo a la Era Meiji
Ambientada en 1861 la novela presenta un reparto coral en el que conviven extranjeros y japoneses en aquella época en la que Japón terminó su política de aislamiento (o sakoku). Esta época se llama Bakumatsu (1853-1867) y enfrentó a los daimio (los señores feudales) contra el gobierno del shogunato Tokugawa. Los antioccidentales consiguieron derrocar al emperador, pero Japón ya se había visto obligado a abrir las puertas a Occidente y, pese al evidente conflicto abierto en el que se asesinaban extranjeros por doquier, no se puede evitar un clima de expectación por la implementación de los nuevos avances que traen los forasteros, sobre todo en materia de religión y armamento.
En este momento tan convulso el daimio Genji, heredero del clan Akaoka, recibe amablemente a tres misioneros americanos, dado que el don profético que ha marcado a su familia le indica que el futuro de Japón está en manos de los extranjeros. Este hecho provoca traiciones, declaraciones de guerra y asesinatos por parte del resto de los daimio y Genji, ayudado por los extranjeros y por su amante, la geisha Heiko, tratará de sobrevivir y mantener el honor de su familia.
El choque de dos culturas
El mérito de El Honor del Samurái es la implementación de esas dos épocas, esos dos pensamientos, esas dos formas tan diferentes de ver la vida y mezclarlas para que los lectores entendamos al completo el conflicto. Mostrar las costumbres o tradiciones de aquel Japón feudal no es especialmente difícil, pero sí lo es inmiscuirnos de tal manera en el relato que entendamos a la perfección lo complicada que debió resultar aquella época.
A pesar del puritanismo de la época, que tanto nos separa a los lectores del s. XXI de esta historia, los misioneros nos pueden explicar el gran choque cultural que tuvo que suponer para ellos vivir los rituales de los japoneses. La maestría de Takashi Matsuoka es trabajar tanto los personajes que comprendas de un solo vistazo sus motivaciones y así sigas la narrativa poniéndote en su piel.
Esto tiene un mérito añadido porque el autor no era japonés, sino americano (hijo de japoneses, obviamente) y aunar los gustos de lectura de la sociedad estadounidense con el estilo poético y templado de la sociedad japonesa tiene mucho mérito.
Sin embargo, muchos sentirán que simplemente es una novela entretenida y no se pararán a reflexionar sobre la mucha filosofía japonesa impregnada entre las páginas. Y lo cierto es que no les faltará razón. Yo me le leído la versión en tapa dura de 443 páginas con traducción de Fernando Mateo y se me acabaron en un suspiro. La narración es ligera y amena, con las descripciones justas para que entres en materia, pero dando una gran importancia a los diálogos y pensamientos de los protagonistas. Quizás por ello carezca del ritmo pausado y exótico que uno espera encontrar en obras de temática japonesa, pero os aseguro que el final de la Era Edo fue muy convulso y requería de un estilo acorde con ello.
¿El amor es la muerte del deber?
No obstante, los enfrentamientos, los duelos, los flasbacks en el salvaje oeste y los asesinatos rituales, El Honor del Samurái quiere ser también una novela romántica en la que el honor se entremezcle con el amor. Con motivaciones diferentes, casi todos los personajes se mueven por sus sentimientos amorosos o sus actuaciones son la consecuencia de cómo el amor influyó en su vida. La temática amorosa contribuye a que las escenas crudas nos resulten aún más crudas, y en que los momentos de pasiones más contenidas sean más tiernos.
Quizás porque el honor y el amor se da en todos los personajes el título, aunque con gancho comercial, no sea demasiado exacto. La misionera Emily Gibson no es una samurái, como tampoco lo son el pistolero Matthew Stark o la geisha Heiko.
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Desde que hace mil vidas leí el manga de Rurouni Kenshin el paso de la Era Edo a la Era Meiji siempre ha sido una de mis épocas favoritas para leer sobre Japón. El Honor del Samurái no es sólo una novela correcta tanto en ritmo como en contenido, sino una forma más de volver a aquella época de castas y guerras, de extrema cortesía y costumbres belicosas. A veces la sientes demasiado occidental para ser verdaderamente japonesa, a veces justo lo contrario, pero yo sé de sobra que, mientras leía El Honor del Samurái mi espíritu se tranquilizaba y se sentía más dispuesto a la paz. Algo habrá hecho bien Takashi Matsuoka para conseguir transmitir así las máximas del pensamiento zen a una simple lectora. Lástima que, como otros grandes autores, sólo escribiera dos obras. Os aseguro que os quedaréis con ganas de más.