El segundo libro de la que popularmente se conoce como “la saga de La Vieja Guardia” en honor al primer libro, deja esta vez de lado a John Perry, el mortífero y divertido viejete, (Volveremos a verle en “La colonia perdida“) para mostrarnos a otro protagonista completamente diferente; Jared Dirac, un miembro de las llamadas brigadas fantasma.
Resulta complicado hablar de qué son las brigadas fantasma sin entrar en spoilers para los que no se hayan leído el primer libro. Voy a optar por recomendaros que sencillamente os leáis el maravilloso libro “La vieja guardia“ y luego ataquéis esta reseña para decidir si deleitaros con una segunda parte que, según algunos, en incluso mejor que la primera, como fastidiando el dicho de que “segundas partes nunca fueron buenas”.
Ya sabemos que el Universo es muy hostil, que los alienígenas nos quieren hacer pupa constantemente alegando que somos sabrosos o impuros (dependiendo de la raza que ataque), y que las tropas humanas que luchan en él son humanos mejorados provenientes de la Tierra. Pero no todos. Algunos provienen no de las Fuerzas de Defensa Coloniales, sino de las llamadas Fuerzas Especiales. Soldados perfectos entrenados para las misiones más difíciles. El resto de los humanos les llaman las brigadas fantasma.
Jared Dirac es la última incorporación a las Fuerzas Especiales,( al destacamento de Jane Sagan), pero él no es como los demás. Dentro de su cerebro se ha volcado la memoria de un traidor, Charles Boutin, científico militar que, por razones desconocidas, ha unido a otras razas para declarar la guerra a los humanos. Esta transferencia no acaba de funcionar como el Gobierno esperaba y Jared se encuentra con un problema de identidad a la vez que de moral. ¿Es él Charles Boutin o Jared Dirac? ¿De qué bando se posicionará? Mientras tanto, la guerra comienza, escondiendo más secretos de los que nadie sospecha.
El estilo narrativo de John Scalzi – mucho diálogo, descripciones concisas, humor ácido e irónico… – vuelve con fuerza en “Las brigadas fantasma” para demostrar que su gran éxito “La vieja guardia” no fue una casualidad. Esta vez, además, las numerosas referencias a la ciencia ficción y la fantasía en la literatura, cine y demás ámbitos provocan en nosotros oleadas de empatía aderezadas con lagrimillas de nostalgia. También se ahondan más en las razas alienígenas satisfaciendo un poco más nuestra curiosidad. Si en “La vieja guardia” nos dieron un aperitivo de ellas, aquí ya pasan al primer plato. Lástima que la filosofía de “ir al grano” no permita a Scalzi ahondar más en ellas. El primer plato no es de menú de comida casera, sino de restaurante pijo de platos enormes y raciones enanas.
Particularmente, además del argumento, que se desarrolla de manera soberbia, el concepto de compañerismo, honor y lealtad impregnan todas y cada una de las acciones que Jared y su grupo se ven arrastrados a afrontar. Como diría Sara Pauling, personaje importante en la trama, muchas de las cosas que realizan en grupo no son importantes por sí mismas, pero sí lo son por su significado, que es unir a todos e integrarles más como grupo. En un Universo tan complicado y hostil el conocimiento profundo del mismo y la confianza en tus compañeros es lo que marca la diferencia entre estar vivo o estar muerto.
Por supuesto, no estamos estrictamente ante un libro de acción. No llega a los niveles de “Dune” (afortunadamente, uf), pero sí es comparable a “El juego de Ender“. Es un libro político, una space opera donde la guerra es una herramienta más. Una de las cosas por las que opino que es un libro estupendo es precisamente por la gran capacidad de hilvanación de la trama de acción – trepidante, original – con la parte política, haciendo que muestres empatía por buenos y malos, acentuando más los grises.
También es reseñable el componente, como antes mencionaba, del lastre moral. Son límites que se cuestionan una y otra vez, no sólo Szilard, Jane Sagan, Jared Dirac, la raza de los Obin o de los Raey, los científicos Cainen o Harry Wilson (este último repite como secundario en esta entrega) o el propio Charles Boutin; sino nosotros como lectores nos cuestionamos continuamente qué es lo adecuado y qué habríamos hecho nosotros. Todos ellos mantienen conversaciones sobre ética, moral y religión de una profundidad tal que lo que siempre he considerado como una saga ligera tenga, en este libro, su tomo más sesudo y serio.
(9,5 / 10)
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