La idea era haber analizado esta saga tomo a tomo, como tengo por costumbre, (aparte de algunas excepciones), puesto que el primer libro, Los hombres que no amaban a las mujeres (2005), es prácticamente autoconclusivo. Sin embargo, el segundo, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (2006), y el tercero, La reina en el palacio de las corrientes de aire (2007), son un todo (el tercero es la continuación directa del segundo) y tenía más sentido analizarlos, finalmente, todos juntos.
Además, los tres forman el gran legado que nos dejó Stieg Larsson, su autor, antes de morir en el 2004. Esas ironías por las que trabajas duro pero jamás ves los frutos de tu trabajo, ni siquiera lo mucho que ha inspirado su obra, no sólo a Suecia entera, sino a infinidad de lectores de todo el mundo. Quizás por ello, quizás porque yo también me enamoré de esta obra que ahora vuelvo a releer para intentar ser más objetiva con uno de mis thrillers favoritos, esta crítica corre el peligro de convertirse en una oda a una de las mejores novelas negras… ¿es muy pronto para decir “de la Historia? ¿Es quedarse cortos decir “de la década”? Vosotros mismos lo juzgaréis.
Millennium, Los hombres que no amaban a las mujeres, tiene una sinopsis fácilmente resumible: Mikael Blomkvist, periodista y brillante investigador caído en desgracia es contratado por el anciano ex empresario Henrik Vanger para hacer un último intento de averiguar quién asesinó y ocultó a Harriet Vanger, su sobrina favorita, más de 40 años atrás. Al encontrar nuevas pistas y aumentar el volumen de trabajo contrata a Lisbeth Salander, una problemática joven llena de secretos a la que los ordenadores se le dan de maravilla.
Temas difíciles de digerir
Temas como la venganza, los secretos empresariales, la sexualidad (la sana y la perversa), los traumas, el fascismo y los conflictos familiares se entremezclan en este thriller para, no sólo crear un tapiz en el que tejer una historia brillante y convulsa, sino para sentar las bases de una serie de realidades, no sólo en la sociedad sueca, sino prácticamente en el mundo entero: todavía hay hombres que se creen por encima de las mujeres y hay demasiadas mujeres que viven su día a día habiendo sido vejadas de muchas y diferentes maneras, por causa de los hombres.
Esta temática se vuelve a repetir en La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire, de una manera magistral, haciendo que los temas de trata de blancas, violaciones, sadomasoquismo y violencia machista sean parte de la historia a contar (y erradicar) pero no como una oda al feminismo, sino como un problema que afecta a personas de carne y hueso (tanto en la ficción como en la vida real) y que Stieg Larsson quiere destapar.
Con Los hombres que no amaban a las mujeres podrías pensar que la violación o el silencio de las mujeres son temas consecuencia de la historia que el autor quería contar, pero con las dos siguientes novelas te das cuenta del interés personal que Larsson puso en dar a conocer estas situaciones, por mucho que lo hiciera a través de una novela negra, y no por medio de un artículo de investigación.
La novela al servicio de la sociedad
Lo sensacional es que usa la revista Millennium, en la que Mikael Blomkvist trabaja y de la que es co-fundador, para dar a conocer muchas de estas historias. Tanto él como el protagonista (o co-protagonsita, porque tenemos tres novelas y dos protagonistas, él y Salander) eran periodistas, escribían en revistas quincenales, ambos comprometidos con causas importantes y ambos viviendo y respirando el mismo aire de Estocolmo, moviéndose por las mismas calles y sufriendo los mismos problemas. Quizás Larsson se cansó de hacer reportajes de guerra, quizás llegó a la conclusión de que en su propia ciudad todo estaba lo suficientemente podrido como para que él se centrara en hablar de ello y quiso elegir un género con el que la gente se sintiera más familiarizada y cómoda.
Si fue así, Stieg Larsson hizo un buen trabajo: su novela ha supuesto todo un fenómeno social sin precedentes, un millón de personas, de los cinco que tiene Dinamarca, ha leído Millennium, existen 25 traducciones y más 40 países tienen los derechos y más de 20 millones de lectores han leído la saga (mientras que aumentan los que aún esperan las traducciones). Se ha estrenado en el cine, no sólo una primera trilogía sueca (2009), sino también una primera película estadounidense (2011), así como unas novelas gráficas por parte de DC Cómics. Después una larga espera, este año tendremos por fin la cuarta película, que se estrenará en España este octubre.
El llamado Efecto Millennium
Esto que acabo de contar es sólo parte del llamado Efecto Millennium. Pocas veces una novela ha trascendido el ámbito literario para afectar a la vida cotidiana de las personas. Y no me estoy refiriendo sólo a las cosas buenas. Sí, el turismo en Estocolmo, desde la publicación de las novelas, y debido a los tours que recorren los emplazamientos que se usan en la misma, ha aumentado un 20%; pero su influencia va más allá de visitar Bellmansgatan, 1, la casa del periodista Mikael Blomkvist, sino que es una concienciación, una crítica de que no todo huele bien en Suecia, y de que nos encontramos ante una sociedad presa de sus demonios, en la que los grandes se comen a los chicos, en la que los fraudes crean auténticas mafias para tapar sus “negocios”, en la que aquellos que luchan por la democracia son muchas veces víctimas de los que quieren ocultar los escándalos financieros y políticos o, mucho peor, crímenes contra la dignidad humana.
#Millennium: la novela que trasciende el ámbito literario para afectar a la cotidianidad. Clic para tuitearLarsson, que vivía en el mundo real, que no tenía el éxito que tiene Blomkvist con las mujeres (y por tanto no estaba preso de pasiones físicas y era más objetivo en sus análisis humanos), y que siempre andaba corto de pasta, es capaz de ver con más claridad los problemas vigentes que su homólogo de ficción. Y ahí entra en juego el dúo Blomkvist-Salander.
Una pareja llena de química
Juntar a dos personajes y que funcione es más complicado de lo que parece. El mundo de la literatura está lleno de parejas estupendas, pero rara vez tan atípicas como Salander y Blomkvist, ambos suecos, pero provenientes casi de mundos diferentes.
Por un lado, tenemos una mujer cuya moral y concepto del bien y el mal son confusos, a menudo ambiguos y posiblemente, a día de hoy, den como resultado algo no muy legal o poco ortodoxo. Aun así, sus actos son siempre muy meditados y basados en que a las personas se les debe un respeto. Posiblemente, por todo lo que ella vivió, el hecho de que obliguen a una chica a abortar, o prostituyan a otra, o ataquen verbalmente a una mujer llamándola puta, es algo intolerable para Lisbeth Salander y se deben tomar las medidas necesarias para que no se vuelva a repetir. No obstante, también es incomprensible para ella, dado que no desea ser considerada una víctima ni sufre de autocompasión, que las mujeres no se defiendan y desprecia a aquellas que se dejan pisotear por los hombres.
Es posible que el carácter de Salander, tan incomprensible por algunos, sea la manera que tiene el autor de decirnos que las cosas a veces no se pueden solucionar por la vía diplomática. Sí, la gente normal sí, pero hay personas que son el resultado de lo que les han hecho y para las que estas soluciones no son factibles. O quizás sea la forma que el autor, que odiaba la violencia en general y siempre luchó contra la violencia de género en particular, tuvo de explicarnos que las leyes no protegen a las mujeres y que, si bien no podemos retroceder en el tiempo y educar al asesino, al violador, al maltratador, sí que podemos modificar las leyes para que protejan a las mujeres y a las niñas.
Mikael, por otro lado, también posee su moral respecto a estas cuestiones, que suele pasar por cumplir la ley, encerrar a los malhechores, etc, pero posee la ingenuidad de quien nunca ha tenido que sufrir vejaciones en su propia piel (pese a que se revelará como un personaje enormemente empático). Eso le hace tener un carácter tolerante, amable, y buscar respuestas psicológicas a comportamientos a los que Salander, sin ningún miramiento, habría tachado de comportamientos animales.
Al límite de corrompernos
Estas dos caras de la moneda son una representación del ser humano. Con sus dudas, con ese no saber qué hacer, con las férreas convicciones, con el análisis de consecuencias, con la ley, la venganza, la justicia…todo lo que compone al ser humano cuando se enfrenta a situaciones desgraciadamente tan vigentes hoy en día.
Puede que el autor nos muestre dos personajes, dos maneras de actuar, muchos puntos de vista y morales diferentes y, aunque él se decante por una solución en pro de concluir los libros, nos deje esa puerta abierta a que nosotros pensemos cuál es nuestro punto de vista ante los atropellos expuestos a la dignidad humana. Porque sí, sabemos que han obrado mal todos aquellos que son acusados en las tres novelas de robar, trapichear, etc, en el mundo de las finanzas y la política, pero lo que se debe hacer con ellos está muy claro. Sin embargo, ¿quién es capaz de decir que un proxeneta no merece mayor castigo que unos años de cárcel? ¿cómo ser frío cuando ves a tu acosador, violador o maltratador a tu merced?
Como profesional del gremio yo también puedo sentir muy de cerca las dudas que alberga Mikael sobre su profesionalidad como periodista. Estas entran en conflicto con su faceta como persona, hasta no llegar a saber cuál corrompe a cuál.
No es una oda al puritanismo
No, no lo es, no es una oda al puritanismo. El hecho de que no se corte un pelo a la hora de hablar de la pedofilia o los abusos sexuales en el trabajo no quiere más que decir que la base de las relaciones sexuales es el respeto y el buen juicio.
Millennium, en sus tres libros, trata el sexo de manera muy abierta, mostrando todas sus facetas: sexo homosexual, bisexual, relaciones abiertas, fantasías, erotismo de todo tipo…Pero no trata el tema porque vea en ello un problema, sino porque existen en el mundo real. Larsson sencillamente presenta opciones, con sus pros y sus contras, que también los hay (a ver, si soliera funcionar las relaciones abiertas y públicas en el mundo real como funcionan entre Mikael Blomkvist, Erika Berger y Greger Beckman, más gente la practicaría, seguro) y no lo hace porque tenga que dotar de unas inclinaciones sexuales a sus personajes, o porque ayuden a la trama, sino posiblemente porque enriquecen a los personajes y ayudan a que entendamos que no todo lo relacionado con el sexo, en sus libros, es malo.
La segunda y tercera novela: más globales, más intimistas.
Es justamente esta química de la que hablaba entre los personajes la que provoca en los dos siguientes libros que la trama siga adelante. Esa unión tan espectacular entre la hacker y el periodista hacen que, una vez que ha terminado el primer libro, tengas ganas de saber qué más cosas pasan en sus vidas.
Los hechos que acontecen en Los hombres que no amaban a las mujeres desencadenan en La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (y culminan en La reina en el palacio de las corrientes de aire) que la poco ordenada vida de Lisbeth aún se trastoque más, haciendo que el pasado vuelva e, inevitablemente, teniendo que solucionar tanto el presente como aquello que desea olvidar.
A su vez, Mikael se verá envuelto en un caso de tráfico y prostitución de mujeres que, casualmente, volverá a involucrar a Salander. Una colaboración profesional que debe ser retomada y una fidelidad que parecía intocable que será puesta a prueba.
¿Son los libros tan largos como este análisis?
Y me quedo corta. Aquí no se aplica lo de “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. La saga Millennium tiene mucho que ofrecer porque es, ante todo, el periodismo de investigación hecho novela. Y no son novelas fáciles. Cierto que su estilo es ligero, las conversaciones fluidas y la prosa envidiable; pero la profundidad de la trama en todos los aspectos las hacen completas y complicadas. Mucha gente verá que su contenido no es fácil de digerir, ni los temas bursátiles de Los hombres que no amaban a las mujeres, o los temas matemáticos que abarca La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, son fáciles de entender. A veces hay que ir despacio para comprenderlo todo pero, una vez que se entiende, ¡qué de satisfacciones nos proporciona esta saga!
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