MIS DÍAS EN LA LIBRERÍA MORISAKI: si no te emociona la vida, que te emocione un libro.

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Para mí, el género slice of life tiene en el Studio Ghibli y en el director Makoto Shinkai a los dos grandes exponentes. Es natural, puesto que podríamos decir que fueron los japoneses quienes más han trabajado este género (la expresión tiene su origen en el teatro francés a finales del s.XIX) y ya sea en el manga, en el anime o ahora, en la novela que analizamos, Mis días en la librería Morisaki (Morisaki Shoten No Hibi, 2023) parece que logran ir más allá trabajando el naturalismo y el costumbrismo, hasta hacerlo uno de los géneros más interesantes, pero también uno de los más difíciles.

¿Por qué uno de los más difíciles? Porque estas historias de la vida a veces no tienen conflictos, a menudo no hay un desenlace y es habitual que la trama quede diluida entre conversaciones de personajes, descripciones de paisajes y exaltación de los sentimientos. Quizás por eso es un género tan difícil, porque no hay un recurso fácil como, por ejemplo, una guerra catastrófica, que haga aflorar nuestras emociones, sino los sencillos y cotidianos problemas del día a día.

Y esto es lo que le ocurre a Takako, la protagonista de Mis días en la librería Morisaki, la primera obra de Satoshi Yagisawa, con la que ha conseguido el premio literario Chiyoda. Tras una ruptura amorosa que le obliga a dejar su trabajo, acaba acogida en el piso superior de la librería de su tío Satoru, a quien no ve desde hace más de 10 años. Ella, apática y sin objetivos, pasa los días durmiendo; él es un excéntrico a los ojos de todos, pero regenta con pasión en el barrio de Jimbocho, en Tokio, una librería de segunda mano que, sin Takako saberlo, acabará siendo tanto el pegamento que los una, como la salvación de ella misma. No obstante, esta tranquila felicidad se ve perturbada por la vuelta de Momoko, la mujer de Satoru, al que abandonó hace 5 años.

Takako sólo tiene 25 años. Es una edad estupenda (la más adecuada) para experimentar, vivir, hacer locuras, tomar decisiones atrevidas… pero ella ha vivido una vida aburrida, en la que no tienen cabida ni las amistades, ni la ruptura de la rutina. Ha puesto todos los huevos en la misma cesta, como se suele decir, y cuando el amor le salió rana, ella no tenía nada más a lo que aferrarse.

Algo común, pero no por ello menos triste. Sobre todo, si tenemos en cuenta que posiblemente Takako cayó en depresión. ¿Fueron los libros los que la sacaron de ahí? Esa parece ser la intención del autor al escribir, pero en realidad, podrían ser un MacGuffin para hacer avanzar la trama hacia… hacia ningún lado, porque esto es un slice of life, ¿recordáis?

La necesidad de realizar tu propio viaje interior, de parar a reflexionar sobre la trayectoria de tu vida.

Pero el mensaje está muy claro. Ya sea a través de experiencias intensas, o del redescubrimiento de la lectura, o de conocer a personas nuevas, Takako lo que necesitaba era realizar su propio viaje interior, uno en el que reflexionara sobre la trayectoria de su vida. La librería es sólo esa parada en el camino antes de volver a tomar las riendas de su existencia. Satoru, por el contrario, ha tenido todas esas experiencias vitales y ahora la librería de Jinbocho es ese hogar al que quiere volver. Desde ahí, quiere contagiar su entusiasmo por la lectura a Takako y, mientras, se reconcilia con su pasado a través de su reencuentro con Momoko.

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El mayor problema que le veo es que caemos en el riesgo de sobreanalizar esta obra. La lectura es ligera, sencilla, sin grandes descripciones, ni formas literarias grandilocuentes. Y se lee rápido. Y como se lee rápido pensamos que es una buena lectura, cuando en realidad es bastante superficial. Aquello que llega rápido suele irse aún más rápido. Y, por tanto, nuestras reflexiones acerca de la vida y nuestra actitud frente a ella se van tan rápido como llegaron.

Una mujer herida son muchas personas heridas.

Como decía antes, no es necesario que se produzca un cataclismo para que empaticemos con la lectura. El problema es crear ese vínculo con la protagonista. No porque no entendamos qué le pasa, sino por los pensamientos que le vienen a la cabeza. Quizás también ahí resida el interés de Mis días en la librería Morisaki. A pesar de sus 25 años, Takako necesita madurar y la forma que tiene Satoshi Yagisawa de llevar a la protagonista a ese momento (si es que existe una catarsis de maduración, un momento clave) es a través de instantes cotidianos, breves conversaciones, transiciones entre la apatía y el coraje de empezar.

¿Quién no se ha sentido así, no una, ni dos, sino constantemente? Con esa sensación de que alma y cuerpo te pesan y no existe esa cuerda no ya que nos tire hacia arriba, sino que esté ahí para que nos aferremos a ella.

Pero el problema de esta novela costumbrista sigue estando. Mis días en la librería Morisaki no es pretenciosa, simplemente no es tan profunda como quiere dar a entender. El propio autor reconoció que quería hablar sobre el hermoso barrio de Jimbocho, ese rincón del mundo considerado la Meca de los libros antiguos y de segunda mano. Pero se olvidó crear personajes interesantes que llenaran de vida ese paraíso para los amantes de la lectura. Sí, aparecen personajes, y posiblemente de índole muy realista, pero en los libros hay que crear un tipo de magia muy especial que, por regla general, se consigue con las herramientas que los escritores tenemos: descripciones y diálogos.

¿Es un libro para hablar de otros libros?

Es otra forma de verlo. A modo de homenaje del autor. A modo de gancho comercial. A modo de cariñosa referencia. No hay un motivo claro. Pero sí que a todos los que nos gusta leer esa “metalectura”, ese encontrar referencias a libros en los libros que leemos es muy gratificante. A veces es un recurso fácil (si quieres imitar a Muro Saisei y no sabes escribir como él o referenciarle como es debido, siempre puedes incluir una referencia literal a un libro suyo, por ejemplo), pero sigo pensando que es muy efectivo. ¿O podéis decirme, amantes de los libros, que La Sombra del Viento no os llamó la atención porque iba de libros y libreros?

Pero la sociedad nipona es diferente.

Ah, ese es el otro punto, amigos bibliófilos. Si habéis leído autores japoneses os daréis cuenta de que la forma de plasmar sus historias es completamente diferente de nuestro estilo occidental. Su literatura está impregnada de ese dejar fluir que hace que todo sea agradable, discreto, amigable, con un ritmo diferente. Es una cultura que se enfrenta a la vida, la muerte y las experiencias en general de forma totalmente diferente a la nuestra. Por ello, es posible que hasta su manera de entender el amor y la soledad sean distintas. Y, por tanto, la forma de superación del dolor por ambas cosas cambia radicalmente.

Porque no es lo mismo conformidad que resignación. Y es la lección que Takako necesita aprender y, hasta que lo encuentra dentro de ella (el lugar adecuado), va buscándolo a su alrededor: los camareros Tomo y Takano, Sabu, el cliente eterno, sus tíos, el joven Wada Akira… aunque, como he dicho, los intentos por parecer profundo son algo torpes y las tres o cuatro conversaciones algo trascendentales que tienen parecen algo coladas con calzador.

No obstante, Mis días en la librería Morisaki se divide ¡oh, sorpresa! en dos partes bien diferenciadas y que podrían haber sido dos libros diferentes. Una la historia de regreso al mundo de Takako y la otra de cómo ella aplica lo que ha aprendido a los problemas de los demás, en una especie de historia kármica, con la tía Momoko como protagonista.

Repito, no hace falta una gran experiencia vital, pero ayuda.

En definitiva, un libro fácil de leer, sin pretensiones, con el que quizás te encariñes porque, aunque no es necesario que hayas vivido las mismas experiencias que los protagonistas, es fácil que sí lo hayas hecho, y eso hace empatizar. 160 páginas en tapa blanda traducidas por Estefanía Asins Ibáñez y editadas por Letras de Plata (Plata Ediciones) y que me regalaron por mi cumpleaños (coincidió prácticamente con su lanzamiento) con la intención de unir dos de mis pasiones: Japón y los libros que te enseñan sobre libros. No ha sido la experiencia de mi vida, pero es que no todas las experiencias tienen que levantarte del sofá, pueden simplemente dejarte fluir.

Mis días en la librería Morisaki

5.6

NOTA GLOBAL

5.6/10

Destaca en:

  • Lectura ágil y rápida.
  • Es fácil empatizar con temas como el desamor o la soledad.
  • Libros que hablan sobre libros, siempre funciona.

Podría mejorar:

  • Personajes planos.
  • Conversaciones insulsas.
  • Aporta menos de lo que se cree, podría haber dado más de sí.

About Susana "Damarela" Rossignoli

Susana Damarela es fundadora de Generación Friki. Gran apasionada de la lectura y el cine, puede leer un libro cada día de la semana sin despeinarse. Como novelista ha publicado La Ciudad que Olvidamos (2024) y está centrada en la publicación de nuevos títulos. También le encanta el deporte, el rock, las juergas y el kalimotxo. Sus juegos favoritos son el Tetris y el Starcraft II.

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