Para el profano, el género de la fantasía de espada y brujería nunca ha ido más allá de Tolkien, J.R.R. Martin, La Princesa Prometida y, si me apuras, Harry Potter. Lamentablemente no ayuda mucho que las estanterías de éste género en grandes librerías estén plagadas de las novelas citadas, interminables colecciones de Warhammer, re-ediciones, y sólo de vez en cuando, algo de calidad.
Bien es cierto, que con poco que rasquemos la superficie nos encontraremos con autenticas maravillas del genero, como la saga de El Brujo, de andrzej sapkowski, (si, las novelas en las que se basa el genial videojuego The Witcher), Las crónicas del asesino de reyes, de Patrick Rothfuss, casi cualquier cosa de Abercrombie, o el incombustible Terry Pratchet.
Y es que aunque Juego de tronos y las fantásticas películas de El Señor de los Anillos (no así las de El Hobbit) le han aportado al género una buena cantidad de fans, la fantasía de espada y brujería sigue siendo el patito feo de los subgéneros que engloba la novela fantástica.
Y todo esto viene a que yo mismo no he sido un ávido lector de éste género hasta hace muy pocos años, dejándolo en ocasiones aparcado por largos periodos de tiempo en los que mi excesiva inclinación por la ciencia ficción ha acaparado todo el tiempo que le dedico a la lectura.
Resulta que en uno de mis empachos de sci-fi, (justo acababa de meterme entre pecho y espalda las más de 800 páginas de la genial Seveneves) y más por casualidad que por otra cosa, cayó en mis manos El Imperio Final, la primera novela de la trilogía Nacidos de la Bruma; y aquí estoy, fascinado otra vez por los mundos de fantasía, la magia, las criaturas fantásticas y los reinos en guerra, pues solo puedo decir que la trilogía de Brandon Sanderson me ha robado un pedacito de mi cibernética alma para llevarlo a su oscuro mundo de fantasía.
Un mundo de fantasía… post-apocalíptico
Si eres de los que sí imagina todos los mundos de fantasía como aquella canción de Rhapsody: todo lleno de verdes praderas y de dragones, con Nacidos de la Bruma te vas a llevar una sorpresa de aúpa. La novela de Brandon Sanderson nos sitúa mil años después de un apocalipsis que cubrió el sol con espesas nubes de ceniza que cae constantemente en un yermo mundo gris. Por la noche, unas misteriosas y espesas brumas se apoderan de todos los rincones del imperio final, donde un dios totalitario y auto coronado que se llama a sí mismo El Lord Legislador, lidera con puño de hierro una sociedad marcada por la esclavitud y unas inmensas desigualdades de clases.
Así, la nobleza vive como pequeños reyes en sus castillos, rodeados de lujos mientras el resto del pueblo (los llamados Skaa) mueren de hambre trabajando como esclavos de sol a sol, recibiendo brutales palizas, siendo objeto de violaciones y totalmente desprovistos de cualquier derecho básico.
Entre estos Skaa se encuentra Kelsier, un hombre dispuesto a levantar una resistencia contra el Lord Legislador y su régimen, con el firme convencimiento de poder derrocarlo del trono. Kelsier se rodea de los mejores ladrones, mangantes, timadores y en general, gente de los bajos fondos para formar una insólita banda con la que llevar a cabo su colosal tarea.
Como se puede ver, la trama principal no es ninguna maravilla en cuanto a originalidad se refiere, sin embargo, y como todas las buenas historias, el secreto no reside tanto en lo que se cuenta, sino en cómo hacerlo, y en este punto Nacidos de la Bruma tiene elementos muy interesantes que aportar.
Un mundo en el que la magia es algo más que lanzar fuego con un bastón.
Y es que el universo de Nacidos de la Bruma nos trae un mundo oscuro y moribundo, repleto de miseria, hambre, muerte y también magia, una magia que se sale de lo común.
La magia racional que Brandon Sanderson ha ideado para Nacidos de la Bruma es, aparte de muy ingeniosa, un poderoso elemento en las tres novelas de las que se compone Nacidos de la Bruma, ya que va más allá de un elemento fantástico, teniendo esta unos mecanismos de funcionamiento y unas condiciones muy especificas que hacen posibles situaciones y momentos muy interesantes dentro de las novelas.
Hay diferentes tipos de magia en el mundo de Nacidos de la Bruma, pero para no entrar en demasiados detalles hablaremos de la que se explica al principio de El Imperio Final, la primera novela de la trilogía, la alomancia.
La alomancia es un poder basado en los metales, existen una serie de personas capaces de ingerir pequeños trozos de metal y “quemarlos” en su interior para producir un tipo concreto de poder, estos poderes van desde poder “empujar” trozos de metal a velocidades y fuerzas tales que una pequeña moneda puede atravesar a una persona como si fuese una bala, a la manipulación de emociones, o la localización de otros alománticos. Cada alomántico solo puede tener el poder de un solo metal a la vez, salvo los rarísimos casos de los Nacidos de la Bruma, los cuales pueden quemar todos los metales existentes, convirtiéndose básicamente en un ejército de un solo hombre, casi imposibles de matar.
Con estas premisas Anderson nos presenta una serie de poderes muy interesantes que no solo se salen de lo común, sino que están muy bien pensados para combinarse entre sí, estando sus capacidades también muy delimitadas para que en ningún momento la cosa se vaya de madre. De esta manera el sistema de magias de Nacidos de la Bruma se torna una herramienta narrativa increíblemente poderosa.
Más allá de lo evidente, la trilogía de Brandon Sanderson es una historia que habla de dictaduras, racismo, fanatismo, religiones, fe, y finalmente, la muerte. Nacidos de la Bruma es una bella sinfonía que, sobre todo en su última novela (El Héroe de las Eras) nos regala autenticas reflexiones sobre lo importante que es creer en algo en la vida, ya sea un dios, una idea, o un ser. Una de esas buenas historias que empiezan en un cubil de bandidos y terminan en una epopeya colosal de la que difícilmente te podrás despegar.
En contrapunto hay que decir que en algunos puntos de la historia la novela nos mantiene durante demasiadas paginas en standby, con momentos en los que los acontecimientos se suceden lentamente y dando como resultado algunos capítulos demasiado largos, sobre todo en el segundo libro, El pozo de la Ascensión y que, si bien son necesarios para explicar algunas partes de la trama, finalmente se podrían haber explicado de otras maneras para resultar menos monótonos.
Nacidos de la Bruma se divide en tres novelas, La primera, El Imperio Final, se puede leer de manera independiente, ya que su final, aunque deja cabos sueltos, es bastante cerrado. A continuación tenemos El pozo de la Ascensión y El Héroe de las Heras. Estas dos novelas deben leerse seguidas ya que la conclusión de El Pozo de la Ascensión es un final completamente abierto, culminando la trilogía en El Héroe de las Eras.
Más allá de esto, Brandon Sanderson está escribiendo una nueva saga dentro del universo de Nacidos de la Bruma que ya lleva tres libros publicados, pero que es posterior a la que nos ocupa y completamente independiente.
Finalmente solo me queda recomendaros encarecidamente no solo El imperio Final, sino también El pozo de la Ascensión y El Héroe de las Eras, tres novelas que me han mantenido pegado a sus páginas hasta el final y que recomiendo encarecidamente a todo aquél que quiera leer algo del género.
Nacidos de la Bruma es una clásica novela de espada y brujería de las de toda la vida, una novela vieja que a su vez huele a nuevo, un acercamiento diferente a la fantasía que es imposible que te deje indiferente.
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