Voy a meterme en un terreno fanganoso. Hablar de ETA (Euskadi Ta Askatasuna), la tristemente famosa banda terrorista, siempre genera, en aquellos que por nuestra edad éramos capaces de entender la magnitud de sus acciones, una serie de emociones que iban desde el odio y la ira, hasta la tristeza y el miedo. Todos, sentimientos dolorosos ligados o a la empatía para con las víctimas, o a haber vivido en nuestras propias carnes la muerte de algún ser querido.
De igual manera, hablar de estos hechos en pasado puede resultar poco conveniente ya que la mayoría de aquellos que hemos vivido las acciones de ETA seguimos vivos. Es más, casi puedo afirmar que, a menos que seas un adolescente, el sólo mentar a ETA ya te provoca una sensación de rechazo, porque conocerás los atentados de la banda y sus acciones durante algo más de sus 60 años de historia.
Por mi parte, mi despertar de conciencia a todo lo que implicaba que en España hubiera una organización terrorista que se dedicaba a asesinar y extorsionar, tanto a civiles como a militares, en pro de conseguir la independencia del País Vasco, se realizó cuando era muy niña, con el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Mis famosos ¿por qué? se fueron sustituyendo por un ansia de conocer, de entender y, con la edad, viví las manifestaciones, las treguas, las rupturas, los pactos, más asesinatos y, si en realidad es así (no, no creo que sea la única que lo mira con recelo) la disolución de la banda el pasado 3 de mayo de 2018.
Entre medias, en 2011, se anunció el cese definitivo de la actividad armada y, con él, el origen del libro que, ya puestos en materia, quiero atreverme a analizar. Patria (2016) de Fernando Aramburu, es una novela que plasma las consecuencias de este comunicado en dos familias, otrora unidas, y desligadas por el asesinato de uno de los cabezas de familia, el empresario apodado el Txato. Su viuda, Bittori, decide volver al pueblo que era el hogar de todos. Pese a que los años han pasado, las heridas siguen abiertas y ella desea confirmar quién fue el que acabó con la vida de su marido. Sus sospechas siguen recayendo en Joxe Mari, terrorista encarcelado e hijo de Miren, la que fue su mejor amiga.
Una novela centrada en los sentimientos de los implicados
Lejos de ser una novela policíaca o de intriga, Patria se centra en los sentimientos de cada miembro de las dos familias, en cómo sobrellevaron la muerte del Txato y en cómo el rencor y la pena impidieron que siguieran con sus vidas, negándose, consciente o inconscientemente, el derecho a ser felices. Más que simplemente el retrato de dos familias, es el retrato de una sociedad, española en general y vasca en particular, rota por el fanatismo político e incapaz de avanzar por la imposibilidad de perdonar.
Por nuestra parte, el duelo a las víctimas, el respeto por lo que a ellas se les debe, las presiones políticas y sociales y un sinfín de detalles más entre los que, ¿quién sabe?, igual se esconda una cierta vergüenza, nos lleva a rozar con alfileres todo lo que tiene que ver con estos temas, de igual manera que casi consideramos tabú hablar de cáncer, de hijos fallecidos o de violaciones. Como seres sensibles, estos temas nos producen respeto y pena, pero también nos hacen guardar una distancia, como si quisiésemos que no se nos contagiasen.
Y al final, la pena por la muerte de un ser querido, como se ve en la novela, es un tema que cada uno lleva por dentro, no hay forma de que otros puedan (ni deban) llevar tu luto; pero en el caso de ETA, siendo como es un tema político, atañe a toda la población, haciendo que, antes en la realidad, y ahora en la ficción a través de este libro, tengamos que posicionarnos a la vez que mostramos nuestra comprensión por las decisiones de los personajes.
Y es que, pese a que sean personajes, hablamos de una realidad que, no sólo se dio, sino que a día de hoy todavía sufren muchas familias. La realidad de la sociedad vasca es que hubo un tiempo en el que había miedo de hablar, de opinar, como si, en vez de vivir en una democracia (recién estrenada, cierto, pero democracia, al fin y al cabo) se viviera en España una dictadura que afectaba sobre todo a los pequeños pueblos vascos.
Pese a todo ello, no encuentro una sola persona juiciosa que, a pesar de condenar sin excepción los atentados, no encuentre la necesidad de ahondar en los motivos político-históricos de organizaciones como estas, motivadas por el deseo de independencia (uno de los más antiguos de la humanidad) y de las posibles soluciones a estos conflictos.
Posiblemente por ello, la novela también ahonda en los sentimientos de los simpatizantes o militantes de ETA, a través de la creación de personajes, algunos más, otros menos polémicos, y haciendo que la naturaleza de sus acciones sea, de alguna manera, entendible.
Y en parte, la maestría de Patria está en hilar las vivencias de los personajes de todos los bandos creando un relato intimista, realista, respetuoso y muy visceral, procurando llegar a crear empatía con el lector.
Siempre será polémico opinar
Sin embargo, por más empatía que sintamos hacia las víctimas o, en el caso de Patria, hacia los personajes de la novela, siempre habrá una distancia respetuosa que deberemos tomar porque, no, no lo vivimos, no fue nuestro caso, no fuimos las víctimas. Igual pudimos llegar a serlo (creedme, algunos estuvimos más cerca que otros de pasar a engrosar la tristemente larga lista de víctimas directas o indirectas de ETA) pero no lo fuimos, por lo que nunca podremos ponernos en el pellejo de aquellos que sufrieron, de aquellos que tuvieron que dejar sus hogares porque en sus pueblos los asfixiaban, de los que sufrieron el ostracismo de sus vecinos por opinar diferente o, por ejemplo, negarse a pagar a ETA ese impuesto revolucionario, como si aquello les convirtiera automáticamente en enemigos de su causa.
Muchos de estos pensamientos nos vendrán sin duda a la mente cuando leamos Patria. Ciertamente no es un libro completo. Y ya no hablo ahora del relato sobre la banda armada o si realmente los habitantes de los pueblos vascos (porque sobre todo ellos saben cómo se vivió realmente tanto la lucha armada como la política) verán con agrado este libro, comulgarán con su visión de los acontecimientos o se sentirán ofendidos porque, por ejemplo, Fernando Aramburu usara Hernani, pueblo de Guipuzcua, como inspiración para su novela.
En este momento hablo de lectura como libro. Su prosa es por momentos desagradable, los saltos temporales constantes son confusos y no siempre te permiten mantener el ritmo de la lectura y su deseo de mostrar los sentimientos de todos te hace tener bosquejos del conjunto, pero sentirte incompleto respecto a otros temas de los que querrías saber más. No obstante, es posible que la intención del autor no esté ahí, aunque, ¿quién sabe? Cada uno nos centraremos en lo que consideremos importante. Por mi parte, el hecho de que las dos madres, de agrio carácter ya desde antes del asesinato del Txato, impidan a sus hijos ser felices estando todo el día amargadas, como si nos les importara que sus hijos salieran o no adelante, es para mí lectura suficiente. Repito, no, no estoy en su lugar, pero, ¿qué madre no querría lo mejor para su hijo? Volvemos al origen: sin perdón, sin olvido, no se avanza.
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Destaca en:
- La forma de contar una historia que ya conocemos
- Es una buena forma de dar a conocer a esa parte de la población que ya crece ajena a ETA, de quiénes fueron.
Podría mejorar:
- Al tener un alto contenido político, siempre habrá disparidad de opiniones respecto a los hechos acaecidos.
- Las elipsis temporales no están bien resueltas.