En 2011, Ernest Cline, un friki con una cartera hinchada (es poseedor de un DeLorean, el coche de Regreso al Futuro) y dotes de escritor, se lanzó a escribir la novela que hoy nos ocupa, Ready Player One; un manuscrito dedicado a los aficionados que superamos la treintena, rebosante de cultura friki de los años 80 y un poco de ciencia ficción.
Ready Player One es una novela de ficción situada en un mundo distópico, al borde del colapso, en el que sus habitantes se conectan a una suerte de MMO virtual para huir de la incomoda y decadente sociedad, prácticamente abocada al colapso en que está sumido el planeta. El protagonista, Wade Watts, conocido en el mundo virtual como Parcival es un chaval de instituto que vive sumido en la pobreza, condenado a vivir en un aparcamiento de caravanas apiladas a modo de bloques, en el que su ordenador es su única posesión, y también la única que le importa, ya que le permite conectarse al universo virtual.
Entre otros muchos menesteres, en el mundo virtual, llamado OASIS, se puede estudiar de manera oficial, trabajar, conseguir pareja e incluso con los accesorios adecuados (de venta por separado) sentirse completamente dentro de ese universo, casi cortando completamente la conexión del usuario con la realidad, salvo por las inevitables necesidades fisiológicas.
La historia del libro arranca con una búsqueda, “la búsqueda”, en la que Wade y otros muchos usuarios de OASIS se embarcan para descubrir su mayor secreto; un “Huevo de Pascua” (Un secreto oculto en un programa por sus creadores para dejar constancia de su trabajo, generalmente en forma de habitación secreta) dejado por el creador original de OASIS que promete la herencia completa de OASIS al que consiga resolver el enigma. Toda esta maquinaria que el autor pone en funcionamiento nos sirve como tren para navegar por la cultura friki de los años 80, de la que el diseñador de OASIS era fanático y en la que se encierran las pistas para resolver el enigma final.
Su mayor atractivo también es su mayor error
Así pues, una vez hechas las presentaciones pertinentes, Ready Player One nos llevará de la mano en un viaje cultural, haciendo alusiones constantes (muchas veces demasiado constantes) a videojuegos, películas, series de televisión y música de la década. Esto hará las delicias de todos aquellos que vivieron esos tiempos y nutrirá de esa información tan prescindible en el mundo real pero tan necesaria y suculenta para todo friki que, por desgracia, no viviera en la época en la que, podríamos decir, nació esta cultura que hoy es tan popular.
La novela está bien hilada y es interesante, por momentos incluso muy interesante, sin embargo, las alusiones demasiado constantes a obras de los 80 terminan por cansarnos, ya que la mayoría de las veces estas no se dan para conducir la historia hacia ningún lado, sino por simple regocijo del autor que convierte la novela en una ristra de referencias, una detrás de otra, sin dirección ni resultado alguno.
Pese a estos inconvenientes, la lectura se hace amena, sobre todo si conoces algunos de los clásicos a los que se hace referencia de manera importante, como el juego Joust (innecesariamente traducido en el libro como “La justa”) o la película Juegos de Guerra, que os sacarán una amplia sonrisa con un doloroso golpe justo en la nostalgia, donde más duele, en ese punto donde nuestro cerebro empieza a hacernos sentir, a veces con más razón que otras, que cualquier tiempo pasado fue mejor.
#ReadyPlayerOne tiene su público objetivo excesivamente definido Clic para tuitearUna lectura ligera, amena y muy recomendable para mayores de 30. Didáctica y quizás algo pesada para todo aquel que no tenga la treintena pues la mayoría de las referencias quedarán algo lejos en su memoria. Aun así, Ready Player One conseguirá entreteneros de principio a fin a todos, y como todo buen libro, os transportará a un lugar donde ni los videojuegos ni el cine han llegado todavía.
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