JUEGO DE TRONOS T6 RETROSPECTIVA: Las guerras venideras.

Repasando el soberbio y seminal ensayo escrito por Tolkien Sobre los cuentos de hadas (incluido en el libro Los monstruos y los críticos) surge en mi alborotada cabeza la pregunta: ¿habría incluido Tolkien Juego de Tronos en su ecléctica selección de filias, o habría entrado el show de HBO en su mucho más nutrida selección de fobias?

Mucho me temo que se habría dado el segundo caso. Tolkien consideraba la palabra como el único vehículo adecuado para la expresión de la fantasía; por tanto, el teatro, el cine y la ilustración no serían capaces de aportar las partículas esenciales de verosimilitud y coherencia capaces de construir un mundo subcreado.

El año en el que Tolkien escribió el ensayo (1939) el referente visual más impresionante del fantástico era El Mago de Oz, así que cabe preguntarse si Tolkien habría mantenido esa misma opinión en el mundo post-Terminator 2 (por si alguien encuentra arbitraria esta referencia recomiendo leer otro ensayo seminal: Terminator 2 y el porno de efectos especiales, de David Foster Wallace).

Por lo que a mí me compete, considero que algunas obras audiovisuales selectas son capaces de aportar la verosimilitud y la coherencia adecuadas para la expresión de la fantasía: Gladiator, El Señor de los Anillos, Dune… y Juego de Tronos, por supuesto.

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La sexta temporada es el arranque del tramo final de la serie.

En los primeros compases de la quinta temporada, Mance Rayder (el Rey Más Allá del Muro) deseaba a Stannis Baratheon (autoproclamado Señor de los Siete Reinos) “suerte en las guerras venideras”, antes de ser quemado vivo. Durante la quinta temporada y la primera mitad de la sexta, Benioff y Weiss plantaron y dejaron crecer las semillas de esas guerras venideras.

Pues bien, en el episodio 6×05 (apropiadamente titulado El amanecer de la guerra), esas semillas devienen en hermosas y terribles flores, con uno de los momentos más emotivos del show. Estoy hablando, claro, de la muerte de Hodor y el ya legendario “hold the door”.

También Daenerys, siguiendo esta línea narrativa, decide embarcarse hacia Poniente. Se revitaliza así una trama que llevaba estancada desde la cuarta temporada. Aunque, siendo justos, la larga estancia en Meeren (una suerte de Egipto en decadencia) permite al espectador apreciar el emotivo reencuentro de Dany con Jorah, así como los matices de una Madre de Dragones quizás no tan mesiánica como a ella le gustaría creer.

El dicho es bien conocido: “Cuando nace un Targaryen, los dioses lanzan una moneda”. Adelanto ya que los espectadores que renegaron del final de Daenerys en el show, no estaban prestando atención al comportamiento despótico de la khaleesi.

Pero antes de que Daenerys desembarque en Poniente, el show de HBO debe detenerse en el Norte para zanjar la disputa entre los Stark y los Bolton.

Como no podía ser de otra manera, una disputa entre lobos y desolladores culmina con sangre, barro y muerte, en uno de los episodios más recordados de la historia de la televisión (6×09; La batalla de los bastardos).

Como mencionábamos en el artículo anterior, Miguel Sapochnik (realizador inglés de orígenes argentinos) había alcanzado el suficiente reconocimiento (con Casa Austera; 5×08) como para convertirse de facto en el director de los episodios de batallas. Sapochnik repite labor en La batalla de los bastardos, un desempeño que le valió nada menos que un Emmy al Mejor Director y una nominación al Hugo por Mejor Representación Dramática.

En La batalla de los bastardos, Sapochnik vuelve a elegir el método de Casa Austera: la estrategia bélica define la estrategia audiovisual.

Si en Casa Austera, la estrategia política consistía en un asedio (tanto es ese episodio como en Los vigilantes del muro, 4×09, encontramos un motivo clásico del western: el fuerte atacado por los indios), en La batalla de los bastardos la estrategia bélica es una ofensiva brutal y desesperada. Había que tomar el fuerte a toda costa, como quien dice.

En este caso, es el enemigo quien aguarda atrincherado y las barreras defensivas son un obstáculo desmoralizador para los protagonistas. Esto se representa magníficamente con el calvario y muerte de Wun Weg Wun Dar Wun, el último gigante, utilizado como ariete.

Miguel Sapochnik se encarga de dirigir La batalla de los bastardos.

Si asumimos que Jon Nieve, en virtud de condición de Héroe Arquetípico, es el protagonista del show, podemos trazar una elegante macroestructura que abarca las ocho temporadas de Juego de Tronos.

Siguiendo esta línea, la muerte y resurrección de Nieve supondría su campbelliano descenso a los infiernos y su batalla con Ramsay Nieve el enfrentamiento definitivo con su Sombra, su Gemelo Oscuro.

De la misma manera, el descubrimiento de su verdadera identidad (Jon Nieve es el hijo de Rhaegar Targaryen y Lyanna Stark; es por tanto el heredero, el Hijo Pródigo que vuelve al Reino del Padre) supone su anagnórisis: el momento en el que el Héroe descubre quién es realmente. Una anagnórisis extraña, en cualquier caso, puesto que se muestra con un flashback. La revelación sacude al espectador, pero no a Jon Nieve.

En este flashback, el impresionante combate de Ned Stark con Sir Arthur Dayne (Espada del Amanecer; probablemente el mejor nombre de la historia para un caballero) ilustra la lección que deben aprender los niños que empezaron a crecer con esta historia: el mundo nunca es lo que esperamos.

La declaración de guerra de Daenerys y la marcha de su armada hacia Poniente supone el segundo punto de giro de la serie. Tales hechos desembocarán en un tercer acto que no contará con el favor del público, por motivos diversos que leeremos en las dos últimas entregas de este análisis global del fenómeno audiovisual más importante de nuestro tiempo.

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