Para facilitar el trabajo académico, la historia se divide en edades separadas por momentos trascendentales capaces de trazar una línea divisoria entre el ayer y el ahora. La invención de la escritura. El nacimiento de Cristo. La caída de Roma. El descubrimiento de América. La Revolución Francesa. Es esta una división necesaria, pero falaz en última instancia.
Plasma la idea de que la historia se desarrolla a partir de breves instantes de fulgor o ruina, y a la vez oculta la verdad del asunto: la historia es un desarrollo de, y una lucha, entre fuerzas atávicas.
Sea como sea, el romanticismo inherente a la idea del momento trascendental ha calado hasta el mismo corazón del país de fantasía. No podía ser de otra manera, dadas sus posibilidades dramáticas.
Remontándonos al origen de la fantasía contemporánea (otro año cero en sí mismo), Tolkien construyó su mundo dividiendo su historia en cuatro edades. Martin divide la historia de su mundo en dos eras muy diferenciadas: A.C y D.C (Antes de la Conquista y Después de la Conquista). Del mismo modo, puede entenderse Juego de Tronos como la crónica del tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna.
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Juego de Tronos es la crónica de un tránsito.
Una las cuestiones que define históricamente a la Edad Media tardía es la lucha por el poder político entre el estamento nobiliario y la realeza.
La Edad Moderna comienza con el triunfo de la realeza en esta disputa milenaria. Las monarquías absolutistas triunfan en Francia, Inglaterra y España. Especialmente interesante resulta este último caso, donde Isabel y Fernando resucitaron la figura de la Inquisición para apuntalar el estado nacional. Ya sabían lo que Juego de Tronos verbaliza: “La corona y la fe son los dos pilares que sostienen el mundo”.
La presencia de los gorriones (en paralelo a los últimos coletazos del paganismo/la magia) representa este último aspecto. La fe de los siete asume el particular sincretismo de la Iglesia de Roma, por el cual se integra un dogma politeísta en un marco monoteísta más amplio: un Dios que son Siete, un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
El cónclave del último episodio del show (8×06, El trono de hierro) representa con precisión en algunos puntos concretos este tránsito entre eras.
Bran es elegido soberano de los Siete Reinos, y su habilidad omnisciente (como Cuervo de Tres Ojos) metaforiza la pretensión absolutista de los monarcas de la Edad Moderna. La elección de Bran como soberano suscitó grandes críticas entre el fandom, especulo que debido a las nulas capacidades interpretativas de Isaac Hempstead-Wright.
La ascensión de Bran debe mucho a la protección de su hermana Sansa, ahora Reina del Norte; pero no hubiera sido posible sin la inspirada intervención de Tyrion Lannister. Esta intervención tiene dos aspectos destacables.
En primer lugar, su discurso, un reflejo. El arco dramático de Tyrion se define por dos momentos, dos discursos, dos reflejos. En la cuarta temporada, el exaltado comportamiento de Tyrion en la juicio señala un cambio en el status del personaje. En la octava temporada, su mesurada exposición a favor de la memoria como historia que puede ser manipulada cierra su evolución como personaje.
El segundo aspecto destacable: las consecuencias de este discurso. En la primera reunión del nuevo consejo privado, Tyrion es informado de que su nombre no aparecerá en los libros de historia. Es un momento breve, cómico, que puede (y así ha sucedido) pasarse por alto fácilmente; pero subraya un aspecto esencial en la enorme (y perdón por el chiste fácil) figura de Tyrion Lannister: no es un personaje positivo, y su lugar se encuentra en el anonimato y la sombra.
El rol de Tyrion se ha malinterpretado por culpa de las grandes simpatías que el personaje despierta; pero en este aspecto es superado ampliamente por la Reina Dragón.
Daenerys Targaryen se convirtió en un icono adorado por millones de persones. Cuando Dany decide destruir Desembarco del Rey (8×05, Las campanas) y a Cersei Lannister con la ciudad, esos millones de personas alzaron su voz como una sola, y su mensaje se podría resumir en: “Los guionistas han hecho que Daenerys se vuelva loca de repente por escuchar unas campanas”.
Lo que hace que uno se pregunte qué serie han estado viendo hasta entonces. Dany llevaba perdiendo el norte al menos dos temporadas (o quizás toda la serie), y no “se vuelve loca” al escuchar las campanas: simplemente no puede aceptar tomar la ciudad sin sangre y fuego.
Ello hace que Jon Nieve (el último Targaryen y quizás el último hombre honrado) clave un puñal en el corazón de Dany. Se enuncia así el leitmotiv de la serie, aunque invirtiendo sus términos. Si el amor es la muerte del deber, no es menos cierto que el deber es la muerte del amor.
Si el amor es la muerte del deber, no es menos cierto que el deber es la muerte del amor.
Las campanas y la muerte de Daenerys recibieron muchos palos; pero la víctima mayor del linchamiento fue Miguel Sapochnik, director de La larga noche (8×03) y Las campanas (8×05).
La larga noche (el enfrentamiento final con el Rey de la Noche y sus caminantes blancos) necesitó nada menos que 55 días de rodaje para un metraje de hora y media. Prácticamente el mismo calendario de producción que se emplearía en una película de alto presupuesto.
Al ver el episodio, los fans alzaron su voz: “No se ve nada, todo está oscuro”.
Dejando aparte que no es cierto (el episodio está primorosamente dirigido e iluminado y algunos momentos, como el sacrificio final de Theon, se encuentran entre lo mejor de la serie), resulta evidente que la fotografía del D.O.P Fabian Wagner (mano derecha de Sapochnik) apunta a subrayar la confusión de una batalla en la que todo el fuego, toda la esperanza, parece haberse apagado.
En la última reunión del alto mando de los vivos antes de la batalla final, Bran Stark sitúa el conflicto contra los muertos en el plano de la memoria/olvido. Dice: “[El Rey de la Noche] Quiere borrar este mundo y yo soy su memoria”. También sugiere que no es la primera vez, ni la última, que el Cuervo de Tres Ojos se enfrenta al Rey de la Noche.
Además de proporcionar un interesante subtexto relativo a la memoria histórica (el mal como fuerza atávica que pretende anular la Historia), las palabras de Bran plantean una serie de cuestiones interesantes. ¿Quién es el Cuervo de Tres Ojos? ¿Quién es el Rey de la Noche? ¿Son dos caras de la misma moneda? ¿Debemos remitirnos a la Dagor Dagorath de Tolkien para entender a que refiere Bran?
No hay respuesta, o quizás la única respuesta posible es que no hay respuesta.
El mal se revela como fuerza atávica que pretende anular la Historia.
Han pasado tres años desde que Juego de Tronos llegó a su fin. Durante este tiempo, miembros del reparto se han unido al clamor popular.
John Bradley-West (Samwell Tarly) dijo sentirse decepcionado con la conclusión de la serie. Maisie Williams (Arya Stark) declaró sentirse “resentida”. “Siempre pensé que Arya era un personaje queer”, apuntó.
Algunos miembros del equipo han sabido sobreponerse al fenómeno Juego de Tronos. Para otros, el camino no ha sido fácil.
David Benioff y David Weiss presentaron a HBO Confederate, una serie distópica ambientada en unos EE.UU donde la esclavitud seguiría vigente. Dada la condición de Benioff y Weiss como hombres blancos cisgénero el proyecto fue rechazado.
Seguidamente, los guionistas aceptaron el encargo de desarrollar una serie de Star Wars para Disney+. No tardaron en abandonar ese barco para centrarse en la adaptación de El problema de los tres cuerpos, exitosa trilogía de ciencia ficción del escritor chino Liu Cixin.
Peter Dinklage (Tyrion Lannister) se convirtió efectivamente en “el enano más famoso del mundo”. Es un actor muy respetado que ha participado en cintas del calibre de Avengers: Infinity War, Cyrano y Tres anuncios a las afueras.
Sophie Turner (Sansa Stark) desperdició sus dotes como actriz en los últimos bodrios de la saga X-Men. Se encuentra semi-retirada después de su matrimonio con Joe Jonas.
En las últimas temporadas de Juego de Tronos, Alan Taylor perdió su puesto como cabeza de la realización. En 2013, dirigió Thor: The Dark World, considerada una de las peores películas del Universo Cinematográfico Marvel. En 2015, dirigió a Emilia Clarke en el difícilmente asumible desastre Terminator: Génesis. En 2020, dirigió The Many Saints of Newark, decepcionante incursión del mundo Soprano en la gran pantalla.
Miguel Sapochnik fue nominado a un Emmy al Mejor Director por su labor en La larga noche. En 2021, Sapochnik dirigió a Tom Hanks en la interesante película de ciencia-ficción con robots Finch. Actualmente, es el showrunner de House of the Dragon, primero de los múltiples spin-offs que HBO planea estrenar con el objetivo de rentabilizar la marca Juego de Tronos.
Kit Harrington incursionó sin éxito en el cine indie (The Death and Life of John F. Donovan; Xavier Dolan, 2018) y en el mainstream (Eternals; Chloé Zhao, 2021). La sorpresa fue mayúscula al anunciarse que se encargaría de desarrollar un spin-off centrado en la figura de Jon Nieve.
George R.R. Martin no ha terminado la sexta ni la séptima entrega de Canción de Hielo y Fuego.
De forma casi unánime, el final de Juego de Tronos se considera una decepción mayúscula, a pesar de su indudable calidad. Pero no me hagan caso. Después de todo, a mí me gustó el final de Perdidos.
La primera escena de Juego de Tronos mostraba como se abría la puerta del Muro. La última escena de Juego de Tronos muestra como se cierra esa misma puerta. Jon Nieve cabalga hacia el norte salvaje y hacia lo desconocido acompañado por los últimos hombres libres.
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