Algo de valores debe quedar en este mundo cuando los ideales caballerescos se apoderan del ambiente. De repente, combatientes, espectadores y todo lo que rodea la venerable liza se convierte en escenario de sagrados sentimientos como son el honor, la caballerosidad, la virtud y el respeto.
Sin duda alguna, el Campeonato Mundial de Combate Medieval era lo que estaba faltando en mi lista de deseos antes de morirme. No sé exactamente qué esperaba mi exacerbada mente cuando acudí al Castillo de Belmonte, en Cuenca, para asistir a este espectáculo. Supongo que juglares cantando gestas, posaderas de enormes caderas dando la vuelta a corderos puestos en espetones, música de caramillos flotando sin cesar en el ambiente, los consabidos borrachos con sus picheles y cuernos de cerveza…es decir, una recreación fiel de lo que habría sido un campamento clásico durante la celebración de un torneo de estas características.
La verdad es que me pasé todo el tiempo en las gradas, mirando la liza y animando a los equipos. Claro que visité el Castillo, y paseé por el mercadillo, y visité la zona de rústicas tiendas, pero casi todo el atractivo se encontraba en ese rectángulo donde los caballeros se enfrentaban en combates 1 vs 1, 5 vs 5 y el glorioso 16 vs 16. Si hay algo más grande que ver a 5 hombretones peleando contra otros 5 hombretones, es ver a 16 contra otros 16. No os perdáis el vídeo al final del artículo. Homérico.
Lo recomendamos en Planes del Puente de Mayo, pero si os lo habéis perdido, no dejéis de indagar en internet en busca de planes semejantes, (afortunadamente la oferta hoy en día es amplia) porque no tiene desperdicio. ¿Nunca habéis querido ceñiros una espada y un escudo y emular las gloriosas gestas de nuestros antepasados? ¿Nunca os habéis puesto un vestido largo con anchas mangas y talle estrecho y os habéis sentido un poco más cerca del s.XIV? Nuestro lenguaje se vuelve cortés, nuestras maneras más dignas, nuestra pose gallarda. En Belmonte esos días casi deseabas que a alguna damisela se le cayese el pañuelo para poder recogerlo en cortes gesto. Una experiencia para toda la vida.
La transportación a este mundo de ensueño se veía empañada por una mala organización. Es posible que fuera la primera vez que España, y en concreto Belmonte, organizaba unas jornadas de este tipo. Pero un campeonato mundial no se ve todos los días y habría sido de agradecer que las autoridades pertinentes pusieran todo su empeño en que los españoles no quedásemos como paletos y cutres. ¿Por qué no engalanaron el pueblo? ¿Por qué no programaron actividades para que nunca hubiera huecos vacíos? ¿Por qué no montaron gradas suficientes que sólo había para un tercio de los asistentes? ¿Por qué no aprovisionaron bien el recinto para que no faltara agua ni se formaran esas enormes colas para comer un bocadillo? Que, por cierto, ¿bocadillos de jamón ibérico? vale que hay que presumir de nuestra carne, pero habría sido más adecuado buscar los manjares propios de la época y servirlos de forma adecuada, digo yo.
Está claro que la alcaldía no se molestó en meterse en la mente de lo que los visitantes queríamos ver, y cometió errores garrafales. No me molestó la arena, probablemente los campamentos medievales en los x.XIV y s.XV eran todo lo asquerosos que nos atrevamos a imaginar, pero esa música enlatada y repetitiva….esa ausencia de la pompa y boato que siempre precedían los combates entre caballeros…, y por encima de todo, esa horrible comentarista, arruinaban el campeonato dándonos además la sensación de que éramos unos mediocres. En serio, cada vez que Carmen abría la boca me daban ganas de perforarme el tímpano con el bolígrafo. Y,por lo que la gente a mi alrededor, intentando disfrutar de los combates entre las selecciones de Alemania y Francia, entre España y Japón, entre Australia y EEUU, decían, si había algo peor que los molestos cámaras de los medios, que no dejaban ver los combates, era la tonadilla de Carmen diciendo las mismas frases sosas cada media hora. “Well done fighter, well done!”. Cualquier comentarista un poco ducho habría sabido que lo que los espectadores querían saber eran los nombres de los combatientes, anécdotas en torno a ellos, las normas de la lucha con maza, con espada, con alabarda; las diferencias entre los combates femeninos y masculinos y ¡qué demonios! lo que estaba pasando en la liza. ¿Por qué detuvieron el combate cuando dos caballeros estaban abrazados pero no cuando el grandullón ese le estaba golpeando con el guantalete en el yelmo? información señores, información.
Pese a todo ello, es un espectáculo al que me alegro de haber asistido. Está claro que el combate medieval viene para quedarse. Tenemos una selección joven pero bastante prometedora y, por lo que vemos, sin miedo a enfrentarse a caballeros más grandes y experimentados que ellos. Todavía siento el hormigueo, como una especie de orgullo patriótico, cuando veía a un caballero del equipo español luchando por merecer los aplausos del público. A día de hoy hemos perdido un poco las buenas maneras, no quedan muchos deportes en los que los espectadores apoyen a todos los equipos, independientemente de cuál sea su bandera; sólo importa su bravura y el honor que muestra en la liza. Ojalá sea presagio de una vuelta a valores más puros: amistad, respeto, honor y caballerosidad.
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