De esos momentos en los que se alinearon los astros y, aunque el Museo Ghibli estaba cerrado, en Tokyo se abrió una exposición con una duración de un par de meses sobre Ghibli, “Ghibli no Daihakurankai”, que, si bien al principio nos dejó con la sensación de que aquello era mucho ruido y pocas nueces…después resultó ser sencillamente increíble.
Lo primero que observamos es algo que conocéis de sobra: en Japón hay que hacer cola para casi todo. Si se trataba de una exposición, ya ni os cuento. Si la exposición de Ghibli abría a las 10:00, y durando un par de meses, igual te esperabas cola (que se trata de Ghibli, claro) pero por otro lado pensábamos, “son las 10 de la mañana, ¿quién viene a esta hora, y encima entre semana?”. Pues a esa hora Tokyo está en plena actividad así que a mí, por lo menos, me dio tiempo de que me volviera a entrar hambre mientras esperábamos nuestro turno.
El caso es que no esperas cola como se podría hacer en España; allí, con eso del calor, son más considerados y, mientras esperábamos en las escaleras de la Tokyo City View a llegar a las taquillas, los azafatos repartían abanicos (uchiwas de tipo japonés, ediciones limitadas del evento) ¡merchandising gratis!. En el momento en el que ves pasar una vendedora de refrescos es cuando piensas “esto sí que va a ir para largo”. Afortunadamente no fue como en la Comiket.
Con el característico orden al que ya nos tenían acostumbrados los japoneses, hicimos cola en las escaleras, en los pasillos, en las 8 colas de las taquillas y en el pasillo que te llevaba a los rapidísimos ascensores que te dejaban al pie de la exposición, en la planta 52. Todo muy civilizado y con numerosos azafatos, ascensoristas y personal en general que te iban ayudando. No veréis tanto personal de ayuda en España (o en cualquier país del mundo, ¡seguro!) en una exposición, jamás. Ahí entiendes la razón de que no haya paro en Japón.
1ª parada: la exposición de bocetos, posters y material promocional
El problema de que haya tanta gente es que no ves los cuadros, posters y bocetos como deberías. En esta exposición fue donde aprendí, primero, que los japoneses no son tan bajitos como nos creíamos, comparado con los españoles estamos ahí, ahí, y segundo, que si recubres toooda las paredes hasta el techo de material gráfico, no se podrá apreciar todo. Algo te perderás.
Una galería con la que espero que os hagáis a la idea de esta sección. Siento que sean tan malas pero, evidentemente, no se podían hacer fotos. En otras zonas las fotos son mejores porque sí que se podía.
2ª parada: la réplica del despacho de Hayao Miyazaki
Cuando estás ya un poco desesperado porque “esto no es lo que me esperaba aunque aún así ha sido mágico” te encuentras saliendo de la zona de retratos y entrando en un pasillo donde a tu izquierda hay una réplica del despacho de Miyazaki y a la derecha bocetos auténticos salidos de su mano. Como os podéis imaginar tampoco se podían hacer fotos, pero resultaba demasiado goloso (y que nos debemos a vosotros, amigos). Ese despachito estaba lleno de detalles maravillosos, ¿los reconocéis todos?
3ª parada: nos adentramos en la cocina de Mi vecino Totoro
Una maravillosa recreación de la cocina y otros espacios de la película, destacando la estupenda ambientación con las bolitas de hollín (susuwatari) o “duendes de polvo”, que provocaban una estupenda inmersión y un enorme peluche de Totoro en medio de la cocina. No tengo ninguna foto, pero en la tienda de regalos me compré una bolsa-bolita de hollín plegable que se te va la olla.
4ª parada: merchandising especial
Esta no era una zona de compras, era parte de la exposición y sólo podías observarla, ni comprar ni fotografiar. A lo largo de los años se recopilaron ediciones especiales que ahora podíamos ver todas juntas. Se te ponían los dientes largos. Había un jarrón inmenso, un avión perteneciente a la película Nausicaa y el Valle del Viento y montones de pececitos de Ponyo en el Acantilado, hermanos de Ponyo, cubriendo el techo. Especial atención a la estatua de Ponyo en el centro de la sala.
5ª parada: ¡súbete al Gatobus!
Una de las mayores regresiones que he tenido a la infancia fue cuando llegamos a una nueva sala donde podías meterte literalmente dentro de un enorme peluche con forma de gatobus…bajo previa cola. Pero cuando me llegó el turno..oye, que no me podía ir. Se supone que tienes un tiempo limitado y que, en general, es una actividad para niños, pero ahí estaba yo, como una niña chica, abrazada al peluche.
6ª parada: ilustraciones de fantasía
Saliendo de la sala del peluche del Gatobus accedíamos a un pasillo con ilustraciones horizontales muy grandes en el lado derecho. La mayoría son ilustraciones de ingenios mecánicos. Miyazaki se inspiró en el arte del dibujante francés Moebius dándole, por supuesto, su toque personal.
Aquellos que conocéis a Miyazaki sabéis que si no saca algo que vuele en todas sus películas, revienta. Es por eso que a partir de aquí, la exposición empezaba a incluir cosas mecánicas y voladoras de manera muy clara.
7ª parada: Ingenios mecánicos
Miyazaki tiene debilidad por las máquinas, y en especial por los objetos voladores, así que la siguiente parada estaba presidida por un enorme escenario mecánico móvil en el que destacaban los molinos, las manivelas y los engranajes. Todo con un toque fantástico-industrial, del estilo de El Castillo Ambulante.
Pasabas por debajo del complejo mecánico y entrabas en una sala llena de más objetos mecánicos, paisajes e ilustraciones, presidiendo la sala un gigantesco buque de guerra que recordaba a los aparatos voladores de Nausicaa del Valle del Viento. El buque bajaba y subía, casi posándose sobre una enorme maqueta de la ciudad del Valle del Viento. Los que hayan jugado alguna vez a alguna entrega de Panzer Dragoon les traerá muchos recuerdos.
8ª parada: la tienda de recuerdos
En cualquier otro museo o exposición que no sea una de Ghibli es estúpido incluir la tienda de recuerdos como una parada obligatoria, pero estoy segura de que pasamos casi tanto tiempo aquí como en la exposición. El merchandising que venden es de locura. Prácticamente todo el material es inédito en España y todo era de primera calidad. Había cosas caras, sin duda, pero nada era cutre.
La última foto es de la cafetería, ambientada también ex profeso para la Exposición, y con los precios tan desorbitados como os los podáis imaginar.
Es bueno que sepáis que el Museo de Ghibli, ahora cerrado por obras, tiene dentro de él muchas de las cosas que vimos en esta exposición (el Gatobus, los bocetos, la recreación del despacho de Miyazaki…) así que aquellos que estéis en Japón o que vayáis a ir en fechas cercanas, acercaros a verlo que así no os dará tanta rabia no haber visto el Museo. Tiene la ventaja de que la entrada a la Exposición incluye visita al mirador, si queréis. También, si queréis más información sobre la Exposición, no dudéis en escribirnos.
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