Una de las costumbres o manías que cogimos nada más llegar a Japón fue fotografiar absolutamente todo lo que comíamos y bebíamos. En parte lo hacíamos por lo exótico de lo que probábamos, pero también lo hacíamos para recordar el aspecto de aquello que tomábamos; muchas veces nos era imposible recordar los nombres e incluso a veces no sabíamos ni qué estábamos bebiendo. ¿Estaba bueno? Pues, ¡para dentro! Y ante la variedad (de verdad, es alucinante la variedad de bebidas que hay) lo de las fotos nos pareció la mejor solución.
La idea era probarlo todo. Al final repetimos muchas cosas porque las había realmente muy ricas y no te haces a la idea de probarlo sólo una vez. Nos pasó con el Calpis, con el Strong y con los cafés Georgia y…supongo que con alguno otro más, pero de verdad que la idea era probar todo lo que pudiéramos.
Ese momento “café”
Puesto que madrugábamos muchísimo para ir a visitar los sitios, la primera bebida solía ser un café. Una de tantas cosas maravillosas de Japón es que puedes entrar en un Seven Eleven o cualquiera de las cadenas 24 horas y coger café fresquito o calentito al momento. Hay muchísimos tipos y rara vez sabíamos cómo iban a resultar de fuertes, amargos, mezclados con vete tú a saber qué, pero igual que os comentamos en otra ocasión como uno de los 10 consejos frikis para viajar a Japón, probar de todo es una regla de oro.
Refrescos, refrescos everywhere
Cuando no tomábamos café bebíamos algún refresco de cola. Tenían un formato de Pepsi maxi fuerte más grande de lo normal que animaba bastante, y otro parecido de Coca-Cola, por probar las variantes de bebidas que ya conocíamos (en España lo de encontrar Fanta de sabor uva no es común, vaya). El resto del día, debido al calor, hacíamos uso de bebidas refrescantes que no sabíamos qué iban a contener (y anda que no era excitante no tener ni idea de qué te ibas a encontrar dentro de la lata de turno) de las máquinas expuestas por la calle que, como ya sabréis, se encuentran en absolutamente todas los rincones, recovecos y hasta templos de Japón.
Las máquinas de bebidas las hay tanto de lo más moderno con pantallas digitales hasta de la época de la postguerra. Los precios variaban según el barrio ¡e incluso según la hora! y en ellas podías encontrar tanto bebidas frías como calientes (y no sólo bebidas, sino otros productos).
Un español tiene que probar el alcohol en algún momento 😉
Por supuesto, también probamos las bebidas alcohólicas (sobre todo durante el Festival de los Farolillos de Kyoto) que vendían en las tiendas en formato lata, con agradables y sorprendentes resultados. En general os puedo recomendar que las compréis sin temor, incluso si no soléis beber alcohol porque son como zumos de frutas con un toque, una chispa de alcohol. Muy ricos, eso sí.
En las galerías de fotos de este artículo también hemos incluido los batidos, granizados y zumos. Su variedad está al mismo nivel que las bebidas de lata de refresco.
La anécdota graciosa la vivimos el primer día en Ikebukuro con la primera bebida que se me ocurrió sacar de una máquina expendedora. No sabía qué elegir y mira que me lo pensé. Al final saqué algo que parecía Nestea y que resultó ser…pues té, fresquito, pero muy muy diferente del que estamos acostumbrados a tomar aquí. La cara que se me puso de “esto está muy amargo” debía leérseme fácilmente y a partir de ahí aprendí a diferenciar las botellas de té de todas las demás.
Sí que tengo que decir que el té de las botellas no tiene nada que ver con el que te sirven en los restaurantes, que ese sí que está muy rico. Aunque, ya sabéis, como para gustos los colores, os recomiendo probarlo por vosotros mismos. 127 millones de japoneses no pueden estar equivocados.
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