Sin mucho ruido ni fanfarria Belmonte acogió el pasado mes de septiembre el II Torneo nacional de Combate Medieval; un deporte cada vez más de moda que, por su naturaleza, atrae a cada vez más amantes de lo medieval y lo fantástico, y que por supuesto nosotros no nos íbamos a perder por nada del mundo.
Así que aun sin haber sido invitados (no sabemos muy bien por qué, la prensa no fue invitada, ni, sorprendentemente, informada del evento, nos obligaron a pagar para poder cubrir el evento) allí nos plantamos, con nuestras ganas de ver combates, comer barbacoa, beber hidromiel e impregnarnos todo lo posible del espíritu que hace cientos de años bañaba las tierras de Belmonte… y de toda España.
Hay que decir en honor a la verdad que pocas fotos hacen justicia al espectáculo que es el combate medieval. Lejos de simulaciones o coreografías, en esta disciplina que se disputa en combates de 1v1, 5v5 y 10v10, se ven verdaderas batallas en las que los golpes, las caídas y (por desgracia) las lesiones se sirven como el plato fuerte del espectáculo; pese a su dureza, todo se lleva a cabo con un espíritu deportivo y un buen ambiente fuera de toda duda.
Los equipos se sucedían entre batallas sin descanso y un combate espectacular daba paso a otro que resultaba ser aún mejor, los luchadores, después de hundir el casco a sus rivales a golpe de hacha, les tendían una mano para ayudarles a levantarse, pues no solo la contundencia de los golpes aturdía a los luchadores, sino el calor y el agobio de estar bajo varias capas de metal, cuero y protecciones durante un día en el que se alcanzaron los 28ºC.
Llegado el momento del 10 contra 10 la liza se llenaba de acción en cuestión de segundos, sucediéndose los combates en varios focos de movimiento difíciles de seguir, pero que en su conjunto eran todo un espectáculo.
También hubo tiempo para que las divisiones femeninas tuvieran su momento de brillar, y vaya si lo hicieron. Sin duda los combates más estratégicos y bien resueltos de toda la competición estuvieron protagonizados por las combatientes femeninas.
Es difícil no deshacerse en elogios ante el entretenimiento que supone contemplar estos espectaculares combates, sin embargo, este año en Belmonte no todo han sido cosas buenas.
Por desgracia el buen espectáculo que ofrecieron los equipos, los luchadores y el comentarista del evento se vieron ensombrecidos por unas instalaciones deficientes, contando sólo con un pequeño espacio de gradas y obligando al resto de los espectadores a ver los combates desde las vallas, a veces en segunda, tercera o incluso cuarta fila, de pie y sin ningún tipo de protección contra el sol de justicia de las llanuras de Cuenca o, los menos afortunados, desde lo alto de una loma, a lo lejos.
12€ sólo por entrar a la zona de la liza (15€ si querías ver el castillo) muy difíciles de justificar solo por el mero hecho de vernos obligados a contemplar el espectáculo de pie, con una visibilidad nula y bajo el sol. Pero la situación empeoró cuando uno de nuestros compañeros sufrió una intoxicación alimenticia y nos tuvimos que trasladar hasta la enfermería del pueblo para ser atendidos, ya que el mismo evento no contaba con personal médico para el público asistente. Más tarde nos enteramos de que más asistentes tuvieron esta misma intoxicación y los mismos problemas para ser atendidos.
La inexistencia de panfletos o carteles en el evento impidieron a los visitantes ver los horarios y la estructura del evento; no sabíamos el nombre de los equipos, ni su procedencia, ni contra quién se enfrentaban, ni cuándo. Tampoco podíamos saber cómo avanzaba el torneo, ni quién iba ganando, ni cuándo se disputaban las diferentes categorías, ni absolutamente nada, puesto que la información sobre torneo, equipos y horarios era directamente inexistente, ni en papel, ni en redes sociales, ni en ningún sitio.
La impresionante feria medieval que engalanaba todo el evento otros años esta vez se vio reducida a media docena de casetas donde podíamos comprar comida y bebida artesanal, además de algunos souvenirs, aunque había tiendas cuya temática estaba muy lejos de ser, ni siquiera, remotamente medieval. Lo que sí repitieron este año fueron las carpas de comida en las cuales pudimos disfrutar de algunas interesantes danzas por parte de una estupenda bailarina.
Es difícil entender cómo en un país donde si algo abunda son los castillos medievales, los organizadores del evento sigan eligiendo Belmonte como su baluarte. Es el tercer año que asistimos (aquí el Combate Internacional y aquí el Mundial) y la infraestructura y accesos son igual de deficientes (olvídate del carrito del bebé, la silla de ruedas o si tienes las rodillas machacadas). El potencial mediático de estos torneos es enorme y me extrañaría que no hubiese docenas de ayuntamientos dispuestos a recibir con los brazos abiertos un evento de éxito garantizado (si se hace correctamente) como este.
En definitiva, Belmonte baja el listón enormemente en cuanto a organización, infraestructura y labores mediáticas, pero el mismo espíritu del combate medieval, sus equipos, los luchadores y el ambiente salvan de la quema un evento que, de haber sido de cualquier otra cosa, habría acabado en desastre.