Los gustos de los espectadores han cambiado con el tiempo, eso es un hecho, se nota en la evolución de las películas y series, en su origen más planas, más sencillas, quizás más adecuadas para una industria realmente todavía muy joven como es la del cine, pero también más afín con nuestros gustos o con nuestras necesidades que, el tiempo lo dirá, pueden no haber evolucionado tanto como creemos.
Pero también es un hecho que a día de hoy estos personajes no funcionarían. Sí, Disney nos sigue presentando princesitas necesitadas de que las rescaten e ideales de mundo perfecto basados en encontrar al príncipe (o mendigo) perfecto con el que comer perdices. Pero más allá de eso, premiamos en las galas anuales a personajes oscuros, profundos, complejos, quizá demasiado turbios para cómo somos nosotros en nuestro día a día, pero, en definitiva, más reales.
No es que nosotros realmente nos sintamos identificados con ellos. Si echáis un vistazo a nuestras vidas, en general son bastante anodinas. A muchos les da sencillamente pereza cambiar las rutinas, y otros tienen demasiado miedo para ser la mejor versión de ellos mismos. Otros, quizás, tienen el potencial, pero también demasiadas cargas a nuestras espaldas. Yo soy de las que me gusta pensar que escribiendo estas líneas quizás (sólo un remoto quizás) estoy cambiando la forma de pensar de alguien, trastocando alguna neurona de las miles de millones que tiene en el cerebro o, como alguien escribió hace poco en nuestro muro de Twitter a raíz de un artículo: vine, leí, me emocioné, y me he quedado con vosotros. O algo muy parecido e igualmente tierno. Al final, puede que él, con sus palabras, me haya cambiado la vida a mí y no al revés.
El caso es que, a pesar de intentar culturizarme, mejorar, avanzar, seguramente sigo siendo una persona del montón, y esos personajes que ahora pueblan los libros, mundos de fantasía, películas, series, mangas, sean más complejos que nosotros mismos. Sus autores entran en sus cerebros deseando hacernos partícipes de una vida más compleja de lo que la cotidianidad puede ofrecernos y, a través de ello, hacernos pensar y volvernos locos porque, ¡vaya por Dios! no conseguimos posicionar nuestro afecto y simpatías hacia ningún bando.
Es el caso de personajes bien construidos como el Joker de Nolan, Trevor de GTAV o Rorschach de Watchmen; personajes que no tenemos a nuestro alrededor exceptuando ese “vaya, ¿quién lo iba a imaginar?, pues parecía un chico muy normal, siempre me saludaba cuando nos cruzábamos en la escalera” que a veces parece tan irreal como afortunadamente escaso. En general son personajes grises con los que empatizamos pero que a la vez no nos queda más remedio que juzgar porque, según nuestros cánones sociales anti-violencia, son malas personas. Pero no cabe duda que enriquecen nuestros hobbies, los llenan de complejidad, nos hacen reflexionar y los convierten, no cabe duda, en experiencias más auténticas.
¿Los personajes evolucionan o nuestros gustos cambian?
No nos confundamos. A día de hoy los Mary Sue siguen pegando fuerte. Si antes teníamos al Capitán Trueno, ahí tenemos hoy a Harry Potter o a Thomas de El corredor del laberinto. Personajes cuasi planos que a todos nos encantan porque hacen que no salgamos de nuestra zona de confort. Y eso tanto para bien como para mal. Nos gusta que el malo sea súper malo y muera o sea castigado al final, y nos encanta que el bueno se quede con la chica.
J.R Martin nos demostró, cargándose a media población de su universo de fantasía, que la vida no era justa, que no siempre es bonita, y que los personajes no son blancos o negros. Los personajes de Mark Millar, Masakazu Katsura o Hiroya Oku son grises, complejos, a veces cabrones y sus decisiones nos hacen dudar del Bien y el Mal.
Y es bueno saber que nuestros gustos cambian, como lo es que nos interesemos por darle profundidad a los personajes. El Batman de los ´70 estaba bien, pero el Deadpool de ahora está mejor, y no solo porque esté más acorde con el s.XXI, sino porque es más humano, más real, y da pie a que tengamos que salir de nuestra zona de confort. Y esto es posible porque gente como Garth Ennis cogió a una prostituta soez, ordinaria y materialista y le dio superpoderes y le dijo al resto del mundo: sí, esto es lo que hay, ¿qué opináis?
Los #personajesgrises nos ayudan a salir de nuestra zona de confort Clic para tuitearPosiblemente aún nos quede un camino muy largo por recorrer, pero ya en 1997 la gente se posicionó a favor o en contra de que Jack Dawson muriera cuando se hundió el Titanic, y hubo gente a la que le pareció horrible, en pro de la historia de amor y el final perfecto, y a otra le pareció que el final era como debía ser. Eso indica que la gente lleva mucho tiempo queriendo finales realistas, humanos, normales, y no escenas deux ex machina en las que todo sale “perfecto”.
Y esos finales de cuento no es que no sean reales, (quizás es que son sencillamente menos habituales) pero no es lo que importa. En Tokyo Godfathers lo importante no es que el bebé vuelva con la madre, la niña se reconcilie con su padre, el vagabundo se perdona a sí mismo y la travesti logre sus sueños, lo importante es el camino que les llevará, o no, a ello, y ese camino, lo genial que tiene, es que nos sea ofrecido a través de sus personajes, ya sea en formato de libro, película, videojuego o lo que sea, como algo verdadero, creíble, complejo, adecuado para nuestros tiempos y exigencias y, sobre todo, por Thor, que nos haga reflexionar para salir de nuestras zonas de confort mental.
*Portada realizada por nuestro ilustrador Luis Rodrigo Duque (tumblr)
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