Un friki siempre es un friki, ya sea Navidad o no; y la San Silvestre vallecana en Madrid nos da una excusa más para demostrarlo. Este año hemos querido ver de cerca esta entrañable tradición y hemos comprobado que la gente se sigue currando sus disfraces y cosplays para hacer más personal esos larguísimos 10 kilómetros.
Realmente la pregunta que siempre viene a la cabeza es la misma, ¿De verdad te vas a poner a correr a las 18:00 del 31 de Diciembre? ¡Con el frío que hace! ¡Y teniendo que tomar las uvas después! Anda, anda, quita, quita. Con lo a gusto que se está en casa…. Si es que si te paras a pensarlo ni te mueves del sofá.
Pero así es. Las cifras que se barajaban este año eran de 80.000 personas sudando por las calles de Madrid, desde el estadio Santiago Bernabeu hasta el Vicente Calderón. Los estoy visualizando todavía: padres con carritos de bebés, hawaianas con cintas de colores, abuelos panzones con sus fajas, y atléticos corredores… ummm, esos son los mejores, sobre todo cuando se tienen que cambiar de ropa al llegar a la meta….
Total, que el friki se levanta de la silla del ordenador, desempolva el traje de Pac-man del armario, sí, ese que lleva en todas las Convenciones y Salones, y se dispone a ponerse sus zapatillas de deporte, sorprendidas de ser usadas.
En el metro nadie le mira de forma rara, incluso algunos quieren hacerse fotos con él, hasta ahí, la cosa es igual que si estuviera en el Expomanga, incluso se da cuenta de que todos los corredores llevan mallas como las suyas y piensa: “seguro que son todos unos frikis, debería de haberme puesto el traje de Flash, que me hace mejor culo”.
Y así que llega al estadio y se abre paso a empellones para ponerse en primera fila. Como el cosplay de Pac-man le hace parecer el muñeco de Michelín le cuesta menos de lo que creía y mientras espera la hora de empezar se pone a simular unos estiramientos meneando los brazos a lo zombie.
¡Y de repente la carrera comienza! qué gritos, que bocinas, qué de ropa tirada por el aire, que de gente que mete sprints y se tiene que parar a los treinta segundos. Pero el friki tiene una misión, y continúa paso a paso, kilómetro a kilómetro. Y el tiempo pasa. Y las calles se suceden unas a otras mientras en su cabeza sudorosa la melodía de Halo Main Theme se entremezcla con Five Hundred Miles. Sin embargo y, por una vez, realmente se siente un superhéroe cuando sube esa maldita cuesta entre el kilómetro 8 y 9 aproximadamente, mientras cientos de personas le vitorean desde las aceras. Por el camino se cruza con un Gandalf que se abre camino a bastonazos, cruza una mirada de complicidad con un Sackboy e intenta acercarse más a esa Lara Croft. Desgraciadamente el flato que lleva media hora ahí en su pecho recordándole que no es Forrest Gump no le deja aumentar el ritmo. Intenta recordar los movimientos de respiración, ahora aire para dentro, ahora aire para fuera, poquito a poquito, uf, uf, con la nariz para adentro, fu, fu, aire por la boca para fuera.
Nuestro gran clásico de la San Silvestre:
los Super Mario
Cuando por fin divisa la meta siente cómo la música de Skyrim que lleva grabada en la cabeza suena más fuerte aún que las bandas que amenizan la carrera. Había imaginado esa escena como el momento más épico de su vida, pero se está cociendo dentro de las mallas, tiene la cara del mismo color que su disfraz, y no tiene ni fuerzas para recordar cuál es la salida por la que debe de pasar. Pero lo peor de todo es que no ve el podium. ¿Dónde está su medalla? ¿Dónde están las muchedumbres ansiosas por vitorearle? ¿Porqué no hay nadie para subirle en hombros? ¿Dónde están las bolsas con refrescos que tendrían que darle los trabajadores de la San Silvestre?
Los barrenderos ya están haciendo su trabajo, las furgonetas del ropero se van y la policía va despejando la zona…quizás el próximo año si tarda menos de 4 horas consiga que su Pac-man suba al podium.
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