Si hay algo que queda claro es que para disfrutar en toda su plenitud de Astérix: La Residencia de los Dioses es necesario haber pasado por esa típica infancia en la que te tragas Heidi y Dragon Ball en la tele y lees a Rompetechos y Astérix en los cómics. Si no, no es que no te vaya a gustar esta película, es que la chispita en los ojos de regresión a la infancia, no existe, y posiblemente los chistes no te hagan tanta gracia.
Pero yo, lo que me he encontrado, para mi sorpresa y deleite, es una adaptación cinematográfica en animación 3D técnicamente decente, dirigida por Louis Clichy y Alexandre Astier, manteniendo toda la esencia de las obras originales, incluido el estilo de los gags, los juegos de palabras, su toque de denuncia social, y sus alusiones a la historia, a la política y a la sociedad.
Y aún así, habrá gente que diga que Astérix: La Residencia de los Dioses no es fiel al cómic del mismo nombre obra del guionista René Goscinny y el dibujante Albert Uderzo en el año 1971, y es cierto, porque aunque la esencia está, sólo la primera mitad (así a ojo) responde a lo que cuenta la historia original, cosa por otra parte lógica, si quieres sacar una película medianamente larga de un cómic tirando a breve.
La historia comienza con la clásica lucha entre Roma y la aldea de indestructibles galos allá por el 50 a.C, en la que, esta vez, Julio César pretende acabar con ellos intentando llevar la civilización a la zona limítrofe con la aldea mediante una residencia de lujo, en un conato de persuadir a los peleones galos de que “se puede vivir mejor”. Si con soldados no puedes, usa civiles. Y aquello se empieza a llenar de ciudadanos romanos que, cual sociedad de consumo, empiezan a envenenar sin proponérselo las vidas de los sencillos habitantes galos, hasta formarse entre ellos dos bandos: los que quieren formar parte de ello, y los que luchan por recuperar su antigua vida.
Y claro, aunque la crítica al capitalismo, a las modas, a la desforestación y a la especulación inmobiliaria son imposibles de ignorar, Alexandre Astier las deja caer y sigue adelante con la película, que si con algo nos engancha esta película de dibujos animados, aparte de con su guion, es con su ritmo tan fluido. Ese estilo que ya impregnó las películas de animación antiguas, que decayó un poco con las de imagen real, y que se recupera ahora totalmente para hacer un digno homenaje.
Lo que más me gusta de esta comedia es la superlatividad de todo lo que caracterizaba a las obras impresas. Si en el cómic se le daba una gran importancia a la naturaleza, a las cosas no materiales, y a la amistad, en la película se ve aumentado al poder explayarse en todos estos campos, sin por eso dejar de mantener la risa constante en los espectadores. Eso hace que personajes de los que normalmente queríamos saber más, pero en las viñetas nos era imposible, aquí cobren más peso en la historia. Así, Asurancetúrix el bardo es aún más insoportable de lo que recordábamos, Obélix se muestra como un personaje importante y muy amante de los niños, Ordenalfabetix (pescadero) y Esautomátix (herrero) son más rudos y más materialistas, y así hasta englosar un gran elenco de protagonistas, entre los que no faltan los personajes nuevos, todos ellos con psicologías trabajadas.
En resumen, una delicia para todos los amantes del cómic original y una sorpresa para todos los profanos. Es imposible no reírse con ese oficial Plantigradus, o con el arquitecto Anguloagudus, todos mejorados para adaptarse más al humor actual; es imposible no aprender de los valores que transmite. Padres, llevad a vuestros hijos. Hijos, perdonar si vuestros padres ríen demasiado fuerte en el cine.
(7 / 10)