Ni El renacido, ni Deadpool ni La chica danesa, yo la película que estaba esperando ver este 2016, a fuer de ser poco friki, era ¡Ave César!. Fue ver el trailer y decir: “esto promete”. La misma sensación conque el año pasado fui al cine a ver El gran Hotel Budapest, y no, no fue porque en esta también saliera Ralph Fiennes haciendo que su papel de director de cine tuviera el mismo olor que su papel del año pasado (y no es peyorativo, papelón genial que hace) sino porque tenía el tufillo de las pelis que vienen a ofrecer algo diferente y, sólo por eso, merecen mi voto de confianza.
¡Ave César! (Hail, Caesar!) viene a proponer un ejercicio de cinismo, una sátira del viejo Hollywood de los años 50 a través del personaje de Eddie Mannix (Josh Brolin) un ejecutivo entregado en cuerpo y alma a los rodajes de las películas y que actúa de mediador entre directores, actores, prensa y demás personajes relacionados con el séptimo arte. Un día cualquiera en la vida de este sufrido trabajador, en la que los problemas vienen solos, descubre que la estrella de la película más esperada del año, Baird Whitlock (George Clooney) ha sido secuestrado por una organización misteriosa, la cual pide un rescate para liberarle.
Pese a que tras el secuestro se encuentran algunas sorpresas, éste no es más que una excusa para mostrar el frívolo y sórdido mundo en el que se movían las estrellas de Hollywood y todo aquel que acababa queriendo ser partícipe del sueño americano. Se muestra el glamour, pero también la famosa idea de que no es oro todo lo que reluce. Siempre es interesante encontrar guionistas y directores (en ambos casos hablamos de los hermanos Coen) estando dispuestos a dejar caer piedras sobre su propio tejado al admitir que el mundo del cine está en su mayoría bastante podrido.
Sin embargo, la brillante idea que parecía resplandecer en el tráiler no dejaba ver la realidad detrás del guión de los Coen, y es que la película adolece de un ansia por mostrar todo aquello que se estilaba en el cine en la época de los 50 para divertir a los americanos (o distraerles de la tensa situación de la Guerra Fría) a través de películas musicales, westerns, comedias fáciles o filmes de romanos. El problema es que el metacine en el que nos sumerge ¡Ave César! no está bien realizado, y muchas veces nos preguntamos cuál es la intención de mostrarnos una escena de Channing Tatum bailando claqué o de Scarlett Johansson realizando un baile acrobático en el agua. Parece como si los Coen se recrearan en bellas (y muchas veces innecesariamente largas) escenas sin un objetivo claro para la trama que sólo consiguen que se pierda el ritmo de la misma.
No todas son así, por supuesto, encontramos en Alden Ehrenreich a Hobie Doyle, un pésimo actor de western insertado con colador en un drama estilo Gilda, quién tiene apariciones fuera de la trama principal que están justificadas porque después se unen a ésta, pero la mayoría de actorazos que aparecen en la película (Jonah Hill, Tilda Swinton, el resto de los nombrados…) básicamente están desaprovechados porque el guión no les inserta adecuadamente en la trama. Cierto, algunas de sus escenas sirven para mostrar los chanchullos que se traen todos allí, desde abogados hasta notarios, pero en general no dejan de ser papeles menores cuya única inclusión en la cartelera parece ser la de ayudar a crear expectación y hacer taquilla.
Por ello también se han incluido en la película escenas de cine negro (el encuentro de la actriz con el “solucionador”, el paseo de Hobie Doyle en coche…) que intentan acaparar nuestra atención a través de las imágenes, la música y la nostalgia, pero que sólo consiguen confundir al espectador y que nos preguntemos ¿en qué año estamos? Las parodias sólo funcionan si el ritmo es igual para toda la película, pero los altibajos que sufre hacen que nos preguntemos cuál era la verdadera intención de Joel y Ethan Coen.
Por supuesto, hay también escenas soberbias, algunas buenas per sé, y otras por lo que representan. La escena de la discusión entre los diferentes representantes de las religiones mayoritarias es impagable, así como la reunión de los pensadores, pero en general son las buenas actuaciones de los actores las que sostienen la trama, más que el propio guión en sí. Afortunadamente la fotografía, la banda sonora, el vestuario y el ejercicio de cine dentro de cine son suficientes, junto con las interpretaciones, para mantenernos entretenidos las casi dos horas que dura.
#AveCesar es divertida y original, pero su guión chirría Clic para tuitearMe lo he pasado muy bien viendo ¡Ave César!, no lo puedo negar. He disfrutado con todos los toques humorísticos que impregnan cada escena y con cada diálogo descacharrante y he sabido ver el homenaje en general que significa esta película, pero es indudable que la falta de solidez argumental se carga un filme que podría haber sido algo muy grande. Posiblemente no pase a la historia de las sátiras ni se encuentre entre las mejores películas de los Coen (recordemos El Gran Lewoski de 1998 o Quemar después de leer de 2008), pero estoy segura de que cuando la vuelva a visionar seguiré pasando un buen rato con ella. Aquellos amantes del cine sea de la época que sea, aquellos que pertenecen al mundo del séptimo arte, y aquellos que se deleitan con pelis diferentes o son fieles al cine de los Coen, probablemente les gustará, y hasta se sentirán un poco cómplices de ella, pero para los demás, sólo me resta decirles que se queden con los chistes y las anécdotas divertidas.
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