La gran mayoría de las personas hemos tenido altibajos en nuestra vida alguna vez. Y Tim Burton no es una excepción. Se podría decir abiertamente que el director tiene su época oscura donde nos deja películas tan poco interesantes y faltas de personalidad como El Planeta de los Simios, y su época claramente dorada regalándonos la enternecedora y fantástica Big Fish (2003). He de decir que vi la película hace aproximadamente unos tres años y, antes de elegirla, vi en Internet algunas opiniones de los espectadores. Me resultó muy curioso leer que el público estaba dividido: una parte amaba la película y la otra la odiaba con todo su ser.
Big Fish está escrita por John August y basada en la novela de Daniel Wallace Big Fish: A novel of Mythic Proportions. Como dato interesante cabe destacar que la película en un principio iba a ser rodada por el famoso Steven Spielberg, pero decidió descartarlo por estar demasiado ocupado dirigiendo por aquel entonces Atrápame si puedes. Así que fue el propio escritor quien se puso en contacto con el mismísimo Tim Burton para llevar a cabo el proyecto que tenía entre manos. Yo, por mi parte, no me puedo imaginar cómo habría sido la película si Spielberg hubiera sido su director. ¿Un desastre? ¿Una maravilla? No lo tengo yo muy claro.
Edward Bloom (interpretado por Ewan McGregor de joven y de adulto por Albert Finney) es un hombre que cuenta relatos de su vida añadiéndole elementos y momentos fantásticos al argumento. La mayoría de las personas, incluida su mujer Sandra Bloom (Jessica Lange), y su nuera Joshepine (Marion Cotillard), disfrutan escuchándole. Pero su hijo Will Bloom (Billy Crudup) acaba por cansarse de oír siempre esas viejas e incrédulas historias que no tienen ni pies ni cabeza. Cuando la salud de su padre comienza a empeorar, Will y su mujer viajan para estar con él y cuidarle. Durante la estancia del feliz matrimonio se irán mostrando las pasadas aventuras de un entonces joven Edward Bloom en busca de nuevas cosas, experiencias y ambiciones.
Entre esas fantásticas aventuras se encuentran: la salida de su pueblo de origen tras sentirse incomprendido por su rápido crecimiento, iniciando su viaje con Karl (Matthew McGrory), un gigante al que conoce unos días antes de su partida; la corta estancia en un pueblo llamado Spectre donde todas las personas son felices, familiares y acogedoras; unos meses en un maravilloso y mágico circo en el cual conocerá a Amos Callowey (Danny DeVito), dueño del espectáculo, y a la chica de su vida que convertirá en su mujer, Sandra Templeton; el servicio como militar que da a su país haciendo misiones de riesgo para pasar menos tiempo separado de su ya esposa Sandra Bloom; y por último su vuelta a un solitario, aislado y desolado Spectre donde intentará hacer feliz a todos sus habitantes, incluyendo a Jenny (Helena Bonham Carter) que sigue enamorada del ya adulto Edward Bloom.
Con una mezcla de ambientación gótica, realista, fantástica y romántica, Tim Burton nos traslada a ser espectadores de un cuento que nos hará olvidar, durante el tiempo que estamos viendo la película, la (a veces) cruda realidad en la que vivimos. Big Fish es capaz de sacar sonrisas en bastantes momentos de la cinta pero también puede hacer que una lagrimilla vaya cayendo poco a poco por nuestras mejillas. Y es que la belleza del film es que es puramente sencilla y simple. No necesita en ningún momento complicar las escenas para que sea más interesante de ver. El director consigue, como en otras muchas veces (recordemos Sleepy Hollow 1999), enamorarnos de una increíble y fantástica escenografía llena de criaturas mágicas y bosques encantados, y por supuesto, logra que al menos una parte de su público se encariñe con los protagonistas.
Si hablamos de las interpretaciones, puedo decir que los actores me causaron diferentes sensaciones. Un espléndido Ewan McGregor es capaz de hacer que disfrutemos como niños de las aventuras de Edward Bloom. Albert Finney nos regala unas escenas maduras, de tranquilidad y sobre todo nos enseña a no dejar de soñar. Jesica Lange, nos muestra una fantástica serenidad, sensibilidad y un eterno amor hacia su marido. Marion Cotillard nos invade con una dulce y tierna actuación. Helena Bonham Carter, como siempre sorprende al espectador con su creatividad y esa manera tan única de llevar sus personajes a la pantalla. Desafortunadamente, aquí es donde vienen mis dos decepciones: un Billy Crudup increíblemente insípido, insensible y poco creíble en la cinta; y un Danny DeVito que parece que no disfruta con su papel en el film y que no se siente muy cómodo interpretándolo.
Gracias a sus momentos de ternura, romance, fantasía, y aventuras, Big Fish fue nominada a bastantes premios reconocidos por el Séptimo Arte. Entre los que cabe mencionar: Mejor Película Extranjera en los Premios Cóndor de Plata; Mejor Banda Sonora compuesta por Danny Elfman en los Óscar; Mejor Película, Mejor Banda Sonora, Mejor Canción Original y Mejor Actor de Reparto (Albert Finney) en los Globos de Oro; Mejor Película, Mejor Director, Mejor Guión Adaptado, Mejor Actor de Reparto (de nuevo gracias a Albert Finney), Mejor Efectos Visuales, Mejor Maquillaje y Peluquería y Mejor Diseño de Producción en los Premios BAFTA; y por último Mejor Actor (repite Albert Finney) y Mejor Película de Fantasía en los Premios Saturn.
¿Se merece Big Fish tantas nominaciones?
Para mí, la respuesta es sin duda sí. La película hace que los momentos sencillos estén repletos de una magia, ternura y sensibilidad. Mostrando al espectador la “simple lección”: que la vida es en muchas ocasiones lo suficientemente amarga, pero con una dosis de fantasía, sueños y añadiendo unas aventuras únicas, se puede hacer más llevadera. Tim Burton nos dice con su cinta que no tengamos miedo a dejar volar nuestra imaginación y creatividad cuando sea posible. Obviamente no a todo el mundo le habrá gustado (o gustará) Big Fish pero lo que sí creo, es que es muy capaz de tocar la fibra sensible de los espectadores y de llegar sin poder evitarlo al centro del corazón.
(8 / 10)
Es puro Tim Burton.
La verdad es que me gustó aunque es bastante “especial”
Me tomo 17 àños animarme a verla completa y el día llegó. No la hubiera disfrutado antes.
Totalmente cierto. Hay obras que sólo se disfrutan cuando llega el momento adecuado. Un saludo.