CIVIL WAR: premonitoriamente real.

El título lo dice todo: guerra civil. Cuando te enteras que lo han situado en EEUU te echas a temblar un poco. Uno de los países más poderosos y belicistas del mundo enfrascado en una guerra unos contra otros. Civil War (2024) es un road trip (o road movie, claro), un documental, un slice of life, un film bélico distópico y bastante épico que te deja con el corazón encogido.

El punto de vista es muy interesante. En un futuro muy próximo un grupo de periodistas viaja por las zonas de conflicto con intención de entrevistar al presidente de los EEUU. Durante este road trip viven todo tipo de momentos que van desde la tensión hasta la violencia extrema mientras observan y documentan cómo el país se va degradando.

Y la película nos muestra también cuatro tipos diferentes de periodistas, según sus diferentes vivencias y momentos vitales. La primera es Lee Smith (Kirsten Dunst), una veterana periodista de guerra, desgastada, llena de traumas de todo lo que ha tenido que vivir, pero que continúa queriendo hacer el mejor periodismo posible. Su compañero es Joel (Wagner Moura); es cínico y alegre, su coraza para sobrellevar los horrores de la guerra. Aunque por momentos empático, su ambición de escribir el mejor reportaje le hace seguir adelante sin remordimientos. El mentor de ambos es Sammy (Stephen McKinley Henderson). Con una cojera visible y una edad respetable, su carrera como periodista de guerra ha entrado en un declive. Su tono paternalista, sus consejos y su buen carácter chocan con su sueño de poder hacer un último reportaje grandioso. Y a este grupo se une la novata Jessie Cullen (Cailee Spaeny), encarnando la juventud, la impetuosidad, la ambición y la imprudencia.

Casi toda la película muestra en un primer plano las interacciones de Lee con Jessie, mentora y alumna, mientras la primera se va desgastando y la segunda va cogiendo tablas. No se trata tanto de ese tema existencialista de las nuevas generaciones relevando a las veteranas, sino de cómo Jessie representa el principio de un camino y Lee el inevitable final de este.

Resulta muy trágico mentarlo así, pero lo cierto es que hay determinados trabajos que parecen abocados a finales muy tristes. No digo que tengan que ser la locura o la muerte, por supuesto, pero sí que el desgaste acaba provocando desde hacer mal tu trabajo y cometer errores graves, hasta la apatía o enfermedades como la depresión.

No hay nada de civilizado en una guerra.

Antes de este artículo escribí uno sobre la primera temporada de la serie Fallout inspirada en la saga de videojuegos del mismo nombre. La frase más famosa que se repiten es que La Guerra No Cambia Nunca. Nos cuesta ver los videojuegos más allá que como entretenimiento fútil, pero lo cierto es que (sobre todo en el ejemplo de Fallout que estoy poniendo ahora) son premonitorios y nos muestran la peor cara del ser humano, la más agresiva, irracional e inhumana.

Pero una película, y además una tan cruda y directa como Civil War resulta más fácil de vender y de entender como propaganda antibelicista. Ignoro las intenciones del guionista y director Alex Garland (28 días después, Ex Machina, Aniquilación, Sunshine, Dredd) para hacer la película, pero ya os adelanto que es complicado visionarla únicamente como entretenimiento pasivo. Sin caer en el amarillismo, consigue implicarnos emocionalmente, hacer que se nos atraganten las palomitas ante escenas que (casi) parecen sacadas de películas snuff.

Y durante el desfile de torturas, saqueos, campos de refugiados, sistemas dictatoriales, batallas de francotiradores que desconocen el ideario político del contrincante, guerras de milicias y asesinatos, la película va curtiendo a los protagonistas y nos invita a que tomemos como espectadores nuestra propia decisión. ¿Somos capaces de posicionarnos como seres humanos? ¿Somos capaces de prescindir de la adrenalina provocada por el metraje para ver el trasfondo? No es que sea una película realista, es que es real.

¿Cuándo termina el profesional y empieza el ser humano?

Reflexiona sobre el periodismo en general y el periodismo de guerra en particular. Un tema que en el mundo de la comunicación siempre ha supuesto un continuo debate. ¿En qué momento un periodista debe intervenir? ¿Cuándo termina el profesional y empieza el ser humano? ¿Por qué afirmamos algo tan crudo como la última pregunta que acabo de hacer? Bueno, pues se pregunta porque sucede. Porque desde nuestras pantallas, quizás incluso desde el propio campo de batalla, cuesta entender que un periodista se dedique “únicamente” a observar y documentar todo lo que está ocurriendo en vez de “ayudar activamente”.

Otro de los temas de los que trata la película es la deshumanización de la persona. La insensibilización paulatina de una joven ante los horrores de la guerra. Pero sería absurdo no verlo como una excusa, como un llamamiento general a la cordura, a la necesidad de entendimiento real entre los hombres, a repetir ese mantra de que la guerra no soluciona nada y no cambia nunca y actuar en consecuencia.

Con películas con mensajes tan necesarios como el que trae Civil War cuesta centrarse en ver el producto que supone únicamente como película. ¿Qué se puede decir? Actuaciones brillantes, inmersión total, fotografía y dirección increíbles. Una gran película con un mensaje tan desgastado como necesario. De esas películas que ojalá no existiesen, pero que todo el mundo debería ver, sobre todo esos que promueven la guerra de una u otra manera, a ver si se enteran de una vez de que no hay nada de bello, honorable o grandioso en ella.