Chicago, 1929. Época de la Ley Seca, de las mafias, de redadas, de baudevilles y bares clandestinos. Joe (Tony Curtis) y Jerry (Jack Lemmon), un contrabajo y un saxofonista, piensan que sus apuros económicos son lo peor que les podría pasar hasta que son testigos de una vendetta (Matanza de San Valentín) con Botines Colombo como protagonista.
De ahí a disfrazarse de mujeres, viajar a Florida y tocar con una banda femenina no hay más que un salto a ciegas: huir de los mafiosos que quieren acabar con tan inoportunos testigos. La huida se complica con la aparición de la moza que canta y toca el ukelele (Marilyn Monroe), de quién Joe se encapricha.
Raro es quién no identifique en estos hechos a Con faldas y a lo loco (1959) pero es seguramente porque esté pensando en la película original Ella somos nosotros (Alemania 1951) pero no, hablamos del fabuloso remake dirigido por Billy Wilder, una comedia divertida e inocente que no defrauda, pasen los años que pasen, solucionando la pregunta que siempre viene a nuestra mente con las películas antiguas: ¿ha envejecido bien?
A día de hoy nadie se extraña, entre exigencias del guion, transexuales y comedias de policías disfrazados, tenemos hombres enmascarados de mujer para dar y tomar, pero tenemos que remontarnos a una época en la que no era tan habitual, con la comicidad que eso produjo porque, reconozcámoslo, es jocoso ver un trasvestido cuando no está perfectamente bien hecho, vamos, que algo se nota. Y es gracioso ver cómo a medida que avanza la trama Joe y Jerry se van volviendo más femeninos en sus actuaciones; es más, los chicos son más femeninos que ellas, se hacen respetar más y son los que llaman la atención en los hombres, ¿quién sabe? quizás porque son más equilibrados.
A mí me resulta más complicado creer que pueda surgir una relación sana partiendo de mentiras como las que se sueltan en la película, pero volvemos a lo mismo, es una comedia, y en la exageración muchas veces se encuentra el equilibrio.
Aún así, no todas las escenas cómicas tienen que ver con la lucha que sostienen los protagonistas porque no se les descubra (aunque dudo que aún siendo mujeres hubieran querido enrollarse con ese botones adolescente, un cani adelantado a su tiempo), pero cualquiera que haya visto Con faldas y a lo loco (o Some like it hot) recordará la fiesta en la litera 7A, muy semejante a la escena del camarote de los Hermanos Marx en Una noche en la Ópera (1935), sólo que descubriendo el mundo de las mujeres, y que tiene que ver más con las locas aventuras que a Billy Wilder le gusta incluir en sus películas (aparte de persecuciones en coche y a la carrera, disfraces, puros, etc). Ains…pena que tu película se presentara a los Oscars a la vez que Ben-Hur.
Indudablemente sólo el genio de Billy Wilder podría haberse arriesgado tanto con una película que podría haber resultado ridícula, como atreviéndose a rodar con Marilyn Monroe. La chica, a la que la Historia atribuye un coeficiente intelectual tremendo, era incapaz de aprenderse el guion. Qué tristeza que hubiera que recurrir a su sensualidad para no estropear el ritmo de la película. Me resultaba penoso que cada vez que aparece ella sonara música sensual.
Y ni aún así consigue estropear una de las mejores comedias que se han escrito jamás, con esos gags continuos y esas actuaciones que, aún con los parámetros de hoy, son fabulosas. Y si no, ellos mismos nos piden disculpas en esa última frase del final de la película, de boca de un genial Joe E. Brown: “nadie es perfecto”.
(8,5 / 10)
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