CYRANO: un hombre es tan alto como sus palabras.

El estreno de Cyrano (2021, 2022 en España) me cogió de improviso. Simplemente, no sabía que había llegado al cine hasta que fui a comprar unas entradas para otra película. Este hecho me hizo pensar que, dado que Generación Friki tiene un calendario de estrenos, la conclusión más evidente es que no se había hecho promoción suficiente de ella. Sufrí vergüenza e indignación a partes iguales, pero mi solución fue dejar el resto de estrenos aparcados y dar prioridad a ver qué habían hecho con la historia de Cyrano de Bergerac, y comprobar si, por una vez, valía la pena hacer un remake de un clásico en una década en la que nueve de cada diez películas que se estrenan es una secuela, un reboot o un remake. Cyrano siempre ha sido una obra maestra de la dramaturgia, una tragedia interpretada hasta la saciedad desde su estreno en 1897, pero también llevada brillantemente al cine en muchas ocasiones. Pese a la maravillosa adaptación de 1950, la que mi mente más recuerda es la de 1990, interpretada por Gerald Depardieu, y que es con la que irremediablemente comparo esta nueva versión.

En el papel de Cyrano tenemos esta vez al galardonado Peter Dinklage, cambiando el handicap o trauma de la enorme nariz por una baja estatura. Cyrano, pese a su ingenio y destreza militar, vive acomplejado por su estatura, sintiéndose indigno del amor de su amiga de la infancia, la vivaracha, risueña e inteligente Roxane quien, por una vez, aporta algo más que belleza a este triángulo romántico. Aunque sigue tratándose de una película de época, muchos detalles se han incluido en esta adaptación de Cyrano que la hacen diferente. Algunos como que Roxane no sea noble y esté arruinada o que Cyrano sea bajito dan otra perspectiva a la película que la hacen no sólo más interesante, sino más universal. Otros son más notables, como la inclusión de diferentes razas en una época en la que, con total seguridad, no había cadetes, ni monjas, ni condes de raza negra. Afortunadamente, me siento satisfecha de poder decir que, ya sea por la universalidad del verso, la sensación de historia de fantasía o por la brillantez con que se lleva la trama, tienes que fijarte mucho para encontrar un choque cultural, como sí ocurría en Ana Bolena o Los Bridgerton.

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Cyrano no cesa de ponerse barreras físicas a su amor por Roxane.

Siguen sin gustarme los anacronismos, no los defenderé jamás, y en este musical ambientado en el s. XVII los hay a patadas. Nunca una mujer como Roxane conseguiría la independencia que desea, nunca podría empoderarse de semejante forma, nunca un hombre negro habría llegado a puestos de poder, nunca un enano habría entrado en el cuerpo de mosqueteros. Pero, ¡ah!, la fantasía que imbuye un musical nos permite soñar con todo aquello y, por tanto, aceptar que esta nueva adaptación de Cyrano carece de anacronismos, para hacernos vivir en un sueño.

Pero el cambio más drástico es, precisamente, que con Cyrano nos encontramos ante un musical. Y, pese a mi amor por este género, este es, posiblemente, el mayor fallo de una película espectacular. ¿Cuál es el motivo? No lo necesita y no aporta a la trama.

Muchas veces acudimos a las canciones para aumentar la fuerza de una escena. Acentuamos las emociones de los protagonistas con canciones que, pueden o no, incluir coreografías. Cyrano no tiene ni una sola escena banal, ni una sola que requiera de un refuerzo dramático que nos ayude a empatizar con la situación. Los versos de Edmond Rostand impregnan de una potencia tal a las escenas que las canciones, más que acompañar el momento, le restan importancia. No son canciones de presentación de la situación, lo cual habría sido no sólo práctico, sino que nos habría transportado a esa tragedia que inexorablemente va a suceder. Quizás, por ello, la canción del villano y las de los soldados en el frente sean las mejores, siendo las demás casi colocadas con calzador. Dado que las canciones no aportan a la trama, deberían haber acompañado mejor los momentos de tensión.

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La película crea hermosos y sutiles momentos.

También las cosas como son, Peter Dinklage no necesita ni de un acompañamiento, ni de un refuerzo, ni siquiera de una canción que aligere su actuación. Su interpretación es tan absolutamente soberbia que sientes que, efectivamente, estamos ante un remake que aporta. Sientes su angustia, su orgullo, su pena y su amor. De la misma manera, puedes entender el carácter de Roxane, interpretado acertadamente por Haley Bennett, así como la nobleza, candidez y enamoramiento de Christian de Neuvilette (Kelvin Harrison Jr.). Poca queja hay de un reparto del que se ha exprimido todo lo que se ha podido, que era mucho.

Quizás por eso arrebatarle el tono íntimo que siempre caracterizó la triste historia de Cyrano de Bergerac con algunas canciones que no consiguen cohesionar la historia duele, y bastante.

También hay escenas que cuesta reemplazar, como la batalla verbal en el teatro acerca del singular apéndice de Cyrano. Quizás por ello no lo han intentado en esta versión, marcando el carácter de Cyrano a través de otras escenas; una solución prudente, pero no muy arriesgada que lleva a prescindir del ingenio, la picardía, el chascarrillo y la creatividad del protagonista en escenas como esa y que perjudican a cualquier adaptación que quiera competir con el libreto original. Probablemente, lo más acertado habría sido intentar generar esa tensión, creando un monólogo en el que Cyrano se burlara de su estatura. Y esto se repite durante la película porque, aunque es cierto en que la valentía ya se encontraba en sustituir una nariz grande por una talla pequeña, deberían haber pensado en conseguir crear coreografías de lucha con espadas adecuadas a un espadachín tan bajito. Suplir la natural desventaja de un brazo y pierna más corto con una mayor ligereza. Resulta poco creíble y, por tanto, entorpece la actuación casi sin fisuras de Dinklage.

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Las canciones tienen siempre un tono amargo, a veces con acompañamientos de coreografías.

Sé de mucha gente que verá hasta una aberración los cambios que han decidido para esta nueva película. Normalmente, sería partidaria de respetar el libreto original; pero, siendo sinceros, en el momento en el que pasamos del francés para traducir al castellano (antiguo) la poesía, abrimos la puerta a que Cyrano fuera una obra más universal, más accesible y con ello, que sus temas fueran fruto de reflexión. Es la historia de un triángulo amoroso, cierto, pero en esta ocasión también pretende con su final abrir la puerta a la ambigüedad y con ello a la redención.

Hemos de entender que Cyrano de Bergerac es un personaje que encarna los valores de libertad, independencia, orgullo y valentía que tantos perseguían. El s. XVII, con sus luces y sombras, admiraba a los hombres fuertes que no eran esclavos de la sociedad alienante. Cyrano no viste a la moda, no se rige por los cánones sociales, y admira la cultura, el honor y la nobleza por encima de todo. El problema es cuando estas virtudes se convierten en defectos al transformarse la nobleza en testarudez, el honor en orgullo. Cyrano acaba cayendo en su propio error; al querer vivir virtuosamente, acaba siendo demasiado cobarde para aceptar el amor.

Hay que ser valiente para aceptar el amor.

Cyrano no es simplemente un cobarde, sufre traumas por su aspecto físico. A día de hoy igual habría sufrido bullying. En nuestra historia no hay persona importante alrededor de Cyrano que no le respete, admire y aprecie, desde sus cadetes, hasta el cocinero, incluyendo a la misma Roxane. La desconfianza, el temor al rechazo, están únicamente en la cabeza de Cyrano. Él mismo se siente indigno de ser amado. Y es una actitud que puede que estamos acostumbrados a ver en personas de carácter más débil, así que nos sorprende encontrarlas en un hombre tan carismático y con tanta libertad intelectual.

En definitiva, la película de Cyrano mantiene la esencia de la obra original y es digna adversaria de sus homólogas en el cine. Un film que nos muestra una naturalidad mezclada con valentía en una época en la que este tipo de producciones parecen no encontrar del todo su público, ni siquiera con directores de la talla de Joe Wright (Orgullo y PrejuicioPanAnna Karenina, El instante más oscuro) o de actores como Ben Mendelsohn (Animal KingdomExodusRogue OneEl instante más oscuroCapitana Marvel y un largo etcétera) o Peter Dinklage. Sigue admirándome su paso silencioso por las salas de cine y sí, ya sé que ha estado nominada a varios premios y que hasta tiene representación en los Óscars por su excelente vestuario, pero estoy tan acostumbrada a que se premien películas que no se han estrenado que ni me fijé. Pero ahora me fijo y vuelvo una vez más a Cyrano de Bergerac, a su historia sobre la cobardía en el amor, al idealismo, al amor romántico, a la belleza exterior vs belleza interior, a la rigidez formal de unos versos que demuestran la maestría que está detrás del autor, al drama heroico del pagafantas.

Cyrano

8.1

NOTA GLOBAL

8.1/10

Destaca en:

  • La interpretación de Peter Dinklage
  • La ambientación, fotografía y vestuario.
  • La valentía de cambiar las taras físicas del protagonista.

Podría mejorar:

  • No funciona como musical.
  • Falta un monólogo de Cyrano que sustituya al del teatro de la primera escena.
  • Más realismo en las peleas con espadas.

About Susana "Damarela" Rossignoli

Susana Damarela es fundadora de Generación Friki. Gran apasionada de la lectura y el cine, puede leer un libro cada día de la semana sin despeinarse. Como novelista ha publicado La Ciudad que Olvidamos (2024) y está centrada en la publicación de nuevos títulos. También le encanta el deporte, el rock, las juergas y el kalimotxo. Sus juegos favoritos son el Tetris y el Starcraft II.

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