Generación Friki
Drácula: La leyenda jamás contada parecía que iba a ser la película reivindicadora de los vampiros como eje de la cultura fantástica de toda una generación, un largometraje que devolvería a los pálidos chupasangre al trono en el que no hace mucho se sentaban. Sin embargo ni Gary Shore como director, ni Luke Evans como Drácula, ni siquiera el mismísimo Charles Dance, alias Tywin Lannister, consiguen levantar al no-muerto de su sepultura.
Es curioso ver como la sociedad transforma el folclore popular conforme a las modas y gustos contemporáneos; el vampiro, orgulloso y noble cazador nocturno en los 90 ha dado paso a andrógenos metrosexuales bioluminiscentes que alimentan las fantasías eróticas de jovencitas de todo el globo.
Todo el asunto se ha agravado con la llegada de el Zombie moderno, creado a través de pandemias y virus se presenta como un monstruo mucho más de actualidad, un cazador descerebrado que no es peligroso por sí mismo, sino por el contagio mortal que implica cualquier contacto con él, algo que en la sociedad de hoy, vistos los últimos acontecimientos, asusta y mucho. Esto le ha bastado para alzarse como el nuevo rey de los monstruos, dejando a los pobres chupasangres relegados a los triángulos amorosos disfuncionales e interraciales que de una manera tan insana nos ofrece la puta mierda esa de Crepúsculo.
Buscando una excusa para hacer de Drácula un Batman del medievo
El acercamiento a Drácula de Gary Shore con Drácula: La leyenda jamás contada poco o nada tiene que ver con los elegantes y memorables largometrajes que pudimos disfrutar en los noventa con Drácula, de Bram Stoker y Entrevista con el Vampiro. En este caso el enfoque va por otros derroteros, y es que el lumbreras de Gary Shore ha pensado: “Si Batman es un murciélago, y Drácula es un murciélago…¿Por qué Drácula no puede ser Batman?” ¡toma ya!
Pues nada, va este señor y se saca al multimillonario del Medievo de la manga, el príncipe Drácula (Bruce Wayne ya estaba pillado), que es un guerrero entre guerreros criado en la guerra, “Empalador” de apodo, sin remordimientos ni conciencia, pero un buen tío al fin y al cabo, amante de su familia y queridísimo por sus amigos y vasallos; no, no tiene un mayordomo que se llama Alfred.
Pero en un momento de extrema necesidad, el señor Drácula acude a las sombras en busca de ayuda y da con un vampiro que al morderle le concede poderes inimaginables (como el señor Wayne acudiendo a Ra’s Al Ghul en busca de guía, vaya). Así que cuando Drácula vuelve a su hogar está preparado para afrontar los terribles acontecimientos que se le vienen encima.
¿Qué se salva?
A partir de ese momento vemos un festín de efectos especiales salpicado con algunas escenas de batalla resueltas de una manera bastante chapucera y, por supuesto, a Drácula convertido en un súper hombre inmortal que incluso se enfunda en una armadura muy chula a la que sólo le falta un murciélago en el pecho.
La película, mediocre en todos los sentidos, no consigue destacar ni en lo técnico, ni en lo sonoro. Las actuaciones de los actores pasan con un suficiente raspado y, aunque la película entretiene gracias a un buen ritmo, pero que en ningún momento logra sorprender, pues una vez más descubrimos que el guión es el clásico de cualquier película de superhéroes en la que lo que está por venir se ve a la legua.
Drácula: La leyenda jamás contada no es la película que todos esperábamos, y por desgracia apenas cumple las expectativas, siendo un film que aunque consigue entretener, no funciona ni como peli de vampiros, ni como peli de superhéroes. Y tiene narices que Gary Shore haya intentado meterse en un género tan saturado y con el listón tan alto como el de los súper-hombres cuando podría haber triunfado fácilmente ofreciéndonos una película clásica de vampiros, que al fin y al cabo era lo que esperábamos todos.
En fin, que vaya racha que llevan los pobres vampiros, de pelar la pava con la tonta del instituto a emular a un superhéroe que emula a un vampiro…sin conseguirlo, mejor que se metan en el sobre unos cuantos años más hasta que un buen director con las ideas más claras consiga darles el retorno que se merecen.
(5,5 / 10)
