Desde hace mucho tiempo la crítica de películas se ha dividido con fiereza cuando llegaba la hora de analizar obras que, por su naturaleza, parecían más estudios cinematográficos que obras dirigidas al gran público. Hemos llegado a un punto en el que películas como El poder del perro (The power of the dog, 2021) no pretenden entretener, ni gustar a sus espectadores, sino ganar premios y que los ancianos de la Academia se retuerzan de placer en sus asientos. Películas que, sí, se nominarán a todos los premios habidos o por haber, pero que pasarán al olvido porque, ¿quién puede sufrir dos veces el tostón del drama psicológico de turno?
Parece que nos cuesta reconocer que no nos ha gustado una película premiada, o que no queremos parecer tontos ante lo que se supone que es un prodigio de dirección e interpretaciones. Hasta le damos mejor nota de lo que en realidad querríamos o hacemos nuestra crítica más suave porque… claro, si todo el mundo dice que es buena… tendrá que ser buena, ¿verdad?
El poder del perro se vende como un wéstern, aunque en realidad podría haber estado ambientada en cualquier otro momento y lugar con características similares (que, desgraciadamente, a lo largo de la Historia, los tenemos a patadas). Cuenta la historia de cómo el rudo y carismático ranchero Phil Burbank (Benedict Cumberbatch) se burla de su dulce hermano George (Jesse Plemons) cuando este trae a casa a su nueva esposa Rose (Kirsten Dunst) y al hijo de esta, Peter (Kodi Smit-McPhee), un peculiar chaval que será blanco de burlas por su amaneramiento y sensibilidad.
La película sostiene sus 128 minutos de metraje en la ilusión de un momento catártico que explique qué es lo que estamos viendo. Te quedas sentado en el sofá porque esperas que, tras tanto plano detalle, tanta escena proyectada y cortada de cuajo, tanto monólogo interno, tanto sufrimiento sin saber a cuento de qué viene, la directora Jane Campion se digne dejar de aburrirnos para unir todo en una sola pieza. Pero no hay puzle, no hay misterio, no hay explicación que justifique el sufrimiento de los personajes más allá del que padece el protagonista y, os pongáis como os pongáis, de una manera muy civilizada.
“Me doy a la bebida porque le caigo mal a mi cuñado”.
La cinta intenta justificar las actuaciones de los secundarios en la rudeza (sí, rudeza, hablamos de un cowboy en el maldito desierto en 1925 intentando que todos los que dependen de él sigan vivos) de Phil Burbank. Una persona que creció como debía hacerlo, respondiendo a todos los cánones de lo que significaba en aquella época ser un hombre lo cual incluía, por supuesto, un cierto grado de machismo. No me he leído la novela en la que está basada, un libro de 1967 escrito por Tom Savage, pero hay una diferencia entre que una obra nos vaya desgranando sus secretos hasta revelarse como una creación maestra, y hacer morir del sopor durante el proceso. Una película no puede basar toda su grandeza en que el espectador haga sus elucubraciones sobre lo que está viendo mientras piensa “bueno, al final todo cobrará sentido”. La película tiene que ser interesante durante toda su proyección.
Por eso, no entiendo que se pueda considerar una gran obra a una película de la que te dicen que la entenderás con varios visionados. Si necesitas verla varias veces para comprenderla es que el mensaje no se transmitió adecuadamente. Es una película lenta, puedes apreciar la fotografía y las interpretaciones con mucha tranquilidad; no es como si estuvieras viendo una película de Wes Anderson en la que seguro que te pierdes detalles en el primer visionado. El poder del perro va dándote pinceladas durante cinco actos en los que no tienes consciencia en ningún momento de cuánto tiempo ha pasado. Una ausencia de lógica temporal que provoca que el espectador no comprenda la evolución de los sentimientos de los personajes.
Los temas de la película
Transcurre buena parte del film hasta que consigues desgranar de qué te está hablando. Por un lado, está lo lógico que quieren mostrarnos: la brutalidad versus la sensibilidad, la inteligencia frente a la fuerza bruta, el macho alfa clásico ante el hombre moderno. Temas más ocultos como la soledad, la incomprensión y la sexualidad reprimida. Y luego los evidentes: los celos y el resentimiento. Muchos de ellos no sabes de dónde vienen (vale, sí, tengo que compartir a mi hermano con una señora y no te voy a poner fácil caerme bien). En toda la película nadie te explica por qué el odio, por qué el dolor, por qué los vicios. Tienes que imaginarte cosas y deducir que, bueno, pues sí, pues será por eso. Aunque te parezcan reacciones exageradas.
En general, puedes entender que la actuación de Cumberbatch sea mostrar la toxicidad de una masculinidad mal construida. Darle una vuelta de tuerca al arquetipo de hombre tradicional de la época para ir, pasito a pasito, mostrándonos los demonios del personaje. El resto de los participantes tienen sus motivaciones poco trabajadas, ilógicas en muchas ocasiones, retorcidas en algunos casos, cogidas con pinzas al final del último cuarto de película. Ello no quiere decir que no sean buenas actuaciones, en su mayoría son contenidas, complejas, diferentes de lo que estamos acostumbrados a ver y eso es tremendamente bueno. El problema no es de los actores, es del guion y la dirección, que insisten en que pausado y absurdamente lento es lo mismo y hacen que el espectador pierda el interés en la película ya que nada significativo ocurre y, para cuando ocurre, ya sólo quieres que termine.
Lanzamiento de estímulos sin interés
Los estudios de personajes son complejos. Suelen traer interpretaciones brillantes, pero las películas son insufribles. Están cargadas de un simbolismo precioso, de una fotografía sutil, de un entorno cautivador, pero caen en el mismo error una y otra vez: no cumplen la función del cine que es entretener. Cuando llevas a cabo la función última del séptimo arte el espectador está más que dispuesto a reflexionar acerca de lo que ha visto, a aprender, a estar de acuerdo en que la composición (el montaje) de la obra puede ser extraño y aun así estupendo.
Pero cuando te muestran un montón de momentos inconexos (sí, al más puro estilo Boyhood) y lo hacen pasar por reveladores instantes de pobres almas atrapadas en sus circunstancias no te lo crees. Has pasado de analizar el autodesprecio del protagonista a la depresión de la madre, a la ausencia total del hermano o a la venganza del muchacho. Usar una cita del Evangelio para explicar a los tontos espectadores que en la historia hay un perro que tiene poder y que este se vuelve contra él ya cuando has entendido toda la historia es realmente tomarnos el pelo.
Es lo mismo que me pasa con la banda sonora. La tensión artificial que se crea de poner música de violín desafinada y repetitiva aleja al espectador de la empatía que debería crear y te deja con la sensación de que se están burlando de nosotros.
Desgraciadamente, El poder del perro es otra más de esas películas de autor que nos quieren vender los críticos como la octava maravilla sin darse cuenta de que no hay algo profundo que desvelar, no hay suspense, verdadero conflicto o dramatismo más allá del de un hombre que no se aceptó a sí mismo, encontró la salvación en aquel mentor llamado Bronco Henry y que ahora parece querer redimirse a sí mismo o a la siguiente generación haciendo que la rueda gire de nuevo. Un estudio de personajes estupendo enmarcado en un ambiente que lo propicia desperdiciado por una historia mal contada, un ritmo excesivamente lento y un montaje que hace al espectador perderse.
El poder del perro
Destaca en:
- Excelentes interpretaciones.
- Buena fotografía.
- Funciona como estudio de personajes…
Podría mejorar:
- …pero resulta demasiado aburrida en el resto de niveles.
- Innecesariamente lenta, acabas perdiendo el interés.
- El final no está justificado.
- Quiere ser un thriller, pero le falta tensión y verdadero conflicto.
- Poner música desafinada en momentos claves no lo convierte en una buena banda sonora.
No entiendo por qué dices eso de los “ancianos”(?) de la Academia, que deben de estar encantados por premiar a ésta pelicula.
Precisamente tiene casi todos los ingredientes necesarios para que la película reciba todos los premios habidos y por haber según la tendencia de los últimos años en Hollywood y en otras partes. A saber:
1) Directora mujer (por aquello de ir avanzando en la paridad)
2) El tema de la “masculinidad tóxica”
3) El tema de la homosexualidad y sus dramas, sobre todo en aquellos tiempos.
Es decir; varios de los componentes básicos del discursito de moda, e imprescindibles de la agenda giliprogre que muchos milenials (principalmente) aplauden hasta con las orejas.
Pues eso, una película hecha por y para ganar premios de la Academia. Un saludo.
Un saludo.
Para mí es la historia de los inicios de un asesino serial. Peter primero mata al padre abusador, y después repite con Phill.
Peter tiene todos los ingredientes de psicópata.