Antes de Elvis (2022), tenía a Baz Lurhmann (Sidney, 1962) por un director excesivo, barroco y hortera. No siento especial devoción por Moulin Rouge! (2001) ni Australia (2008), detesté profundamente Romeo + Julieta (1996) y temo volver a ver El gran Gatsby (2013). Considero importante dejar clara mi posición de escéptico para que la siguiente afirmación tenga más resonancia: Elvis es una obra maestra, el Toro Salvaje de los biopics musicales.
No cabe duda de que Luhrmann ha sentido la necesidad de reivindicarse a sí mismo como pionero ante la ola de biopics musicales que vivimos (Bohemian Rhapsody, Rocketman, Los Estados Unidos contra Billie Holiday…). Como pionero, no tenía otro camino que buscar sus temas en las raíces, en el origen, el año cero.
Elvis cuenta, por supuesto, la historia de Elvis Presley (Austin Butler); pero tanta o más peso tiene en el guion de Baz Luhrmann y Craig Pearce la historia del Coronel Parker (Tom Hanks), manager de Elvis, posmoderno Mefistófeles.
Elvis es un relato mítico.
Convertir a un artista o un icono pop en una suerte de héroe mítico/solar no es nada nuevo. Lo hemos visto en Amadeus (Milos Forman, 1984), Man on the moon (Milos Forman, 1999) o All-Star Superman (Grant Morrison/Frank Quitely, 2005-2008). Las duetos Mozart/Salieri, Andy Kaufman/Tony Clifton, Clark Kent/Lex Luthor funcionan como representación arquetípica de estados psicológicos. La dupla Elvis/Parker opera en el mismo sentido: luz/oscuridad, bien/mal, generosidad/codicia, Dios/Satanás.
Sin embargo, que el truco sea antiguo no significa que sea sencillo. Luhrmann y Pearce aceptan el guante: se sumergen en la laguna de los mitos y alcanzan, airosos, la otra orilla.
No podrían haberlo conseguido sin la ayuda de Hanks y Butler. Del primero no nos sorprenden sus capacidades interpretativas, pero sí su habilidad para interpretar un villano asqueroso y en cierto sentido adorable. El Coronel Parker representa a las atávicas fuerzas del orden que, desde que el mundo es mundo, intentan controlar los poderes creativos.
Luhrmann intuye con acierto que en nuestras sociedades contemporáneas esas fuerzas se encarnan en ejecutivos y multinacionales. De nuevo, no es un concepto nuevo: hemos podido verlo en las obras de Grant Morrison y Eric Stephenson.
No obstante, el protagonista de la función es Austin Butler. Más allá de mimetizarse a la perfección con El Rey del Rock, tarea titánica, Butler consigue transmitir una gama sorprendentemente amplia de emociones. La sencillez del joven Elvis, la plenitud creativa de la madurez y el triste ocaso de la muerte: todo está en él, junto con la sencillez, la ira, el salvajismo, la altivez y la tristeza.
La fotografía de Mandy Walker (Australia, Mulán) y el diseño de producción de Catherine Martin (Moulin Rouge!, Australia… habitual de Baz Lurhmann) son trabajos sensacionales; pero mención aparte merece el trabajo de montaje y música de Jonathan Redmond (El gran Gatsby) y Elliott Wheeler (Mad Max: Fury Road, El gran Gatsby).
Un trabajo tan excesivo, anabolizado, barroco, salvaje y hortera como necesitaba la propia historia. Encontrar el equilibrio emocional en un ejercicio semejante no resulta nada sencillo (ahí está el resto de la filmografía de Lurhmann como ejemplo), pero Redmon y Wheeler triunfan en la empresa de montaje más arriesgada desde JFK (Oliver Stone, 1992). Me atrevo a aventurar que el uso del racconto y el montaje paralelo en Elvis será estudiado en las escuelas de cine.
El trabajo de montaje es la fuerza de la película.
Dos veces a lo largo de este artículo he mencionado las obras de Grant Morrison y Eric Stephenson. No es casual. Para jolgorio de todos, Baz Lurhmann se revela como un feroz amante del cómic.
En los primeros compases de la cinta se nos cuenta mediante viñetas la historia de Billy Batson/Capitán Marvel, el superhéroe favorito de Elvis. Dos momentos revelan que esta referencia es algo más que un simple capricho del caprichoso Lurhmann.
Primer momento: la referencia a la Roca de la Eternidad. Tal y como se cuenta en Supergods (Grant Morrison) y Ponche de ácido lisérgico (Tom Wolfe), alcanzar la Roca de la Eternidad constituía el objetivo último de escritores proto-hippies como Ken Kesey; objetivo que al parecer compartían con Elvis Presley.
Segundo momento: en su primer concierto en Las Vegas, Elvis le pide a uno de sus músicos que toque la guitarra para “llevarlos a casa”. En un momento que puede pasar fácilmente desapercibido, pero constituye una referencia directa a Multiverso, cómic de Grant Morrison en el que las notas musicales son vehículos para viajar entre dimensiones… hasta la mismísima Roca de la Eternidad.
En cuanto a Eric Stephenson, de la sinopsis de Nowhere Men puede deducirse fácilmente que Lurhmann es asiduo lector de Image: trasuntos de John, Paul, George y Ringo se convierten en mega-científicos y son sacudidos por impulsos mortales de generosidad y codicia de alcance cósmico.
Personalmente, en la estructura de la película y en su colorido barroquismo, este humilde redactor también encuentra referencias al trabajo de David Rubín (El Héroe, Beowulf), dibujante gallego de gran protección en Estados Unidos.
Por todo lo expuesto con anterioridad, puede aventurarse una hipótesis tan arriesgada como acertada: por su talante mítico y la fuerza de sus referencias, Elvis es una película de superhéroes.
Es más, si se acepta esta hipótesis, Elvis bien puede ser considerada una de las mejores películas de superhéroes de todos los tiempos. O al menos, una de las más inspiradoras.
Elvis
Destaca en:
- Guion, dirección, fotografía, montaje, interpretación…
- Su sustrato mítico.
- Consigue que el espectador no pueda apartar la mirada durante tres horas.
- Nos traslada a un mundo mejor, en el que la buena música todavía era importante.
Podría mejorar:
- Su truco no es un truco nuevo.
- Estroboscópico no significa bueno: a veces es confuso.
- Se hace un poco larga.
Un comentario
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