Fue ponerme a ver Frozen (en España Frozen: El reino de hielo) y ver un popurrí de pelis de Disney, todas juntas. Un abuso de calcos y canciones que sólo se libra de la mediocridad porque se dedica a reproducir, sobre todo, la fantástica Enredados. (Venga, traduce Frozen, a ver qué te sale). Y lo hace de manera radical, si copiamos, lo copiamos todo: personajes, personalidades, ambientación, ejecución…y resulta que la crítica le da el aprobado alto sólo porque es de tendencia feminista y a alguien se le ocurrió darle el Oscar este año a Mejor Canción Original por “¡Suéltalo!” o “Let it go”, superando, de manera incongruente, a “Happy”, la canción tan alegre y enrollada que amenizara la genial Gru, mi villano favorito 2 (“Despicable me? 2“), y que, al contrario que la de Frozen lleva ya dos años aturdiendo en la radio cada dos horas.
De cualquier forma, resulta que se ha convertido por un lado en un fenómeno mediático por sus canciones, y mira que debe ser la primera vez que veo más canciones que partes habladas en una película, de forma que podríamos hablar del musical Frozen, con canciones que básicamente existen por y para narrar la historia, careciendo en gran parte de sentido fuera del contexto de las escenas; y por otro en la película de animación más taquillera de la historia. Desde luego, como película de Disney, resulta muy novedosa (perdón, la novedosa fue “Enredados“) usando la técnica de la animación 3D basada en diseños y storyboard 2D en vez de la animación tradicional, y apelando al sentimiento de modernidad que ya le iba faltando. Jamás renegaré de La bella y la bestia o de Aladdín, pero sin duda Disney estaba perdiendo terreno desde que Dreamworks, Pixar (obviamente antes de que ésta comprara Disney), y Ghibli aparecieron en escena, hace ya la torta de años.
Inspirado vagamente en un cuento de Andersen, Frozen narra la historia de dos princesas (nop, eso no es novedoso, ya sabemos que sólo las princesas pueden protagonizar bellas historias) hermanas (mira, eso sí es novedoso). Elsa, la mayor, es la heredera del reino de Arendelle, y posee el problemático don de crear y manipular el hielo y la nieve. Dado el descontrol que podría causar alrededor, lo oculta hasta a su queridísima hermana menor, la alocada Anna, quién sólo desea disfrutar de la vida. El conflicto se desata el día de la coronación de Elsa como reina de Arendelle, mostrando una historia de amor fraternal y una puesta al día de los valores clásicos de la compañía para adaptarse a los tiempos modernos.
Y es que lo de la princesita que lucha y toma las riendas de su vida ya está un poco sobadete estos últimos años con películas como Brave de Pixar, pero puesto que la cabezonería de las mujeres Disney (La bella durmiente, La sirenita…) ya había creado ese halo de rebeldía, el paso siguiente era romper los tabúes y, ¿qué mejor que resumirlos en una frase?: “No puedes casarte con un hombre que acabas de conocer”. A día de hoy sigue siendo lo mejor de una película que, por demás, tiene en su apartado técnico su lado más sobresaliente.
Mira, si es que Rapunzel vivía en el reino de al ladoSin embargo, no sería justo no alabar esas cosas que hacen de Frozen una película notable, se mire por donde se mire. Hacen uso del humor irónico que impregna últimamente todas las películas de animación, básicamente porque el humor va evolucionando, y el séptimo arte con él. Ese humor viene por un lado de la mano de personajes más complejos, que era la pega que siempre veíamos en los protagonistas tan planos de las anteriores películas de Disney; y por otro de la magia, siempre constante en Disney, pero esta vez dándole una vuelta de tuerca puesto que no sólo aparece en el simpático hombre de nieve y los trolls, sino que es a la vez una bendición y una maldición en la persona de Elsa.
Sin embargo, el personaje principal, al contrario de lo que esperábamos, no es Elsa (al fin y al cabo, es ella la que tiene la maldición de ir soltando hielo por donde toca cual rey Midas), sino Anna. Intentan con ella romper arquetipos, dejar el romance de lado y presentar un personaje fuerte que exaltará en nosotros los valores familiares, pero hace flojear la trama con esos escarceos pseudo-amorosos que se trae con los dos protagonistas masculinos: Hans, príncipe de las Islas del Sur, y Kristoff, el vendedor de hielo, y que nos hacen dudar de esas primeras intenciones feministas de la cinta. Lo mejor hubiera sido poner un villano contundente que hubiera dejado de lado la eterna duda de ¿con quién acabará la princesita de turno? porque ¿qué pinta el comerciante Weselton en todo esto?.
En fin, que es entretenida, con buen ritmo, a veces incluso trepidante, buena música, excesivas canciones, algunos personajes absurdos y traídos con pinzas pero dos hermanas geniales. No es en absoluto la mejor película de Disney (ya no te digo de animación) pero pasaréis un rato divertido si no os subisteis al carro del hype en su momento y la aceptáis como lo que es: peli familiar para niños. A este respecto en breve veremos lo que hacen con Big Hero 6.
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