JURASSIC WORLD: EL REINO CAÍDO: … ¿o era El Mundo Perdido?

En uno de los posters promocionales de Jurassic World: El Reino Caído sale un enorme tiranosaurio rugiendo indómito detrás de los protagonistas que huyen despavoridos, al fondo un enorme volcán explota mientras todo salta por los aires. Creo que es un fantástico resumen de lo salvaje, incoherente y entretenida que llega a ser Jurassic World 2. Pero vamos por partes:

Jurassic World: El Reino Caído es la secuela directa de Jurassic World (2015, dirigida por Colin Trevorrow), una cinta que supo captar la esencia de la trilogía original de Spielberg a base de escenas de tensión, buenos efectos especiales y cantidades industriales de referencias a la Jurassic Park original. En esta ocasión es nada menos que Juan Antonio Bayona (Un monstruo viene a verme, El Orfanato, Lo Imposible) el que se encarga de dirigir esta nueva entrega en la que, una vez más, y parafraseando a Ian Malcolm (Jeff Goldblum): “Al principio todo es ¡uuuh!, ¡aahh! Después vienen las carreras, y también los gritos”.

Y es que poco o nada ha cambiado en la estructura de JW: El Reino Caído con respecto a otras entregas de la, ya multitudinaria, saga; si la primera cinta ya imitaba a la original de 1993 en estructura, argumento y personajes, en esta ocasión le ha tocado el turno a Jurassic Park 2: El Mundo Perdido (1997). Y es que, quien haya visto la cinta de Steven Spielberg, notará muchos más paralelismos entre la cinta de Bayona y esta, además del nombre.

Sin embargo, quedaría sorprendido de que alguien a estas alturas de la película (nunca mejor dicho) acudiese a las salas a ver una entrega de Jurassic Park por su argumento o por su originalidad: Aquí se viene a ver a dinosaurios pegarse un buen empacho de gente, a niños correr por pasillos mientras unas agresivas bestias súper depredadoras intentan devorarlos y al tiranosaurio rex rugiéndole al cielo después de una aparición estelar con varios muertos de por medio.

Como no puede ser de otra forma, Jurassic World: El Reino Caído eleva la apuesta en cuanto a escenas de acción, explosiones, gente muerta y, cómo no, peleas entre dinosaurios. Todo es más grande, más evidente y más forzado que nunca, pero que me cuelguen si algún día dejo de verle la gracia a ver cómo dos enormes dinosaurios se enzarzan en violento combate singular destruyéndolo todo a su paso mientras los protagonistas huyen (otra vez) despavoridos.

Escenas tensas “face to face” con el dinosaurio de turno

En cuanto al reparto, repiten Bryce Dallas (Claire) y Chris Pratt (Owen) como protagonistas del film, esta vez con Justice Smith (Franklin), Daniella Pineda (Zia) e Isabella Sermon (Maisie) Completando como secundarios también tenemos otras caras conocidas como Rafe Spall (Mills), Toby Jones (Wheaton), el inmortal James Cromwell (Benjamin Lockwood) y un pequeño papel del imprescindible Jeff Goldblum (Ian Malcolm).

Poco se puede decir de las interpretaciones; como siempre, este tipo de papeles no dejan mucho margen para que los actores se luzcan demasiado, ni siquiera Chris Pratt (que parece encaminado a ser el nuevo Will Smith) puede sacar a relucir en demasiadas ocasiones ese humor que le caracteriza y que tanto nos gustó en Guardianes de la Galaxia.

Finalmente, Jurassic World: El Reino Caído, es la enésima cinta de bestias fuera de control que ya hemos visto tantas veces, empieza, continua y acaba exactamente (o de manera muy aproximada) a como te esperas que lo haga y, si bien es cierto que tiene algunos ases guardados en la manga, el punto fuerte de la cinta (y de la saga) son sus escenas de tensión y acción, yo lo sé, tú lo sabes y Bayona lo sabe mejor que nadie, y se dedica durante dos horas a darnos exactamente eso.

Jurassic World 2, está muy lejos de ser una gran obra del cine moderno, incluso muy lejos de ser algo más que un blockbuster de verano con el que pasar un buen rato, pero al igual que pasa con Star Wars, que puede que no pertenezca a la historia de las grandes obras del cine, pero sin duda pertenece a las películas de la historia de nuestra infancia/adolescencia, (y eso la otorga un valor especial) con un peso nostálgico que la dota de un valor especial que no está directamente ligado con la calidad del film, sino con lo que nos transmite a nosotros, que hace nada menos que 25 años nos sentábamos en una butaca a disfrutar por primera vez de unos dinosaurios que, al menos para mí, marcaron mi infancia.

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