KUBO Y LAS DOS CUERDAS MÁGICAS: ¿La sorpresa de animación del 2016?

Llamadme viejuno, pero para mí el tiempo de las películas de animación tradicional acabó demasiado pronto. De ninguna manera aquellas feas y vetustas 3D de Toy Story deberían de haber eclipsado a la animación 2D, sobre todo hoy en día, cuando las técnicas digitales puestas al servicio de las dos dimensiones pueden dar resultados increíbles. Ahí tenéis sin ir más lejos animes como Attack on Titans, o cualquier producción de Ghibli, que le pasa la mano por la cara en cuanto a belleza a la mayoría de películas de 3D de las grandes productoras Hollywoodienses.

Otro género que se quedó herido de muerte, aún más si cabe que la animación 2D, con la llegada de las películas infográficas fueron sin duda las que basaban su animación en la técnica Stop Motion.

Lejos quedan ya producciones como Pesadilla Antes de Navidad, Los mundos de Coraline, o la menos popular James y el melocotón gigante, entre otras muchas.

Sin duda, una técnica como el Stop Motion, que trataba de imitar animación 3D utilizando maquetas, tiene mucho que perder en comparación con las nuevas y sofisticadas técnicas infográficas, pues se encuentra en el limbo entre la animación más clásica y el querer ser algo más.

Sin embargo, de vez en cuando sale alguna productora valiente que se anima a revivir esta vieja técnica con la que los antiguos estudios daban vida a aquellos horribles (en todos los sentidos) monstruos que veíamos en la clásica King Kong, o en Star Trek. Lo mejor de todo es que cuando esto pasa, casi siempre los resultados son asombrosamente positivos.

Y esto nos lleva a Kubo y las dos cuerdas mágicas (Kubo and the Two Strings 2016), una película que ha pasado por las carteleras con más pena que gloria, lamentablemente, pero que no por ello deja de ser uno de los mejores films de animación del año.

Kubo y las dos cuerdas mágicas nos sitúa en el Japón feudal más mitológico, ese gran desconocido por el espectador medio, pero tan familiar para todos los otakus y aficionados al manga y al anime. Un mundo lleno de espíritus, de animales, de dioses, de poesía y de contemplación.

Una historia cruda, con algunos momentos muy duros.

El joven Kubo se gana la vida como cuentacuentos (y bastante bien) haciendo que unas pequeñas figuras de origami cobren vida a través de su magia, pero lamentablemente una serie de sucesos obligan a Kubo a emprender una larga marcha en busca de tres piezas de una mitológica armadura que le darán el poder necesario para enfrentarse a su enemigo.

En dos brochazos muy gordos eso es el argumento de Kubo y las dos cuerdas mágicas, una película que pese a no salirse de lo establecido en este tipo de producciones, tiene más de una sorpresa guardada para aquel que le quiera dar una oportunidad.

Como ya vimos hace unos años en la estupenda Como entrenar a tu dragón, y su secuela, también en la animación (occidental) se pueden contar historias duras, sin tapujos, y Kubo y las dos cuerdas mágicas es una de esas películas que no tienen reparos a la hora de ser francos con el espectador, conteniendo varios momentos muy cargados de (buen) drama y con giros argumentales completamente inesperados.

La historia de Kubo nos habla del rencor, la venganza y el perdón, y de como a veces estos sentimientos se arremolinan en nuestro interior sin dejarnos ver más allá. El mensaje y moraleja final de Kubo y las dos cuerdas mágicas es uno de los más bellos que he visto en un film en mucho tiempo, un final que es tan perfecto como difícil de digerir, una lección para pequeños y mayores, maduro, resonante, profundo.

Artísticamente sobrecogedora.

Todo lo que vemos durante los 110 minutos de Kubo y las dos cuerdas mágicas ha sido tratado con un gran amor por el detalle. La recreación de Oriente, jugando con líneas angulosas, diseños súper estilizados y una fuerte reminiscencia del antiguo arte japonés salta a la vista, con algunas composiciones realmente sobrecogedoras, un exquisito y minucioso trabajo de verdadera orfebrería visual.

También en lo sonoro la cinta nos regala buenas piezas, acompañando con acordes de corte oriental algunas de las mejores escenas del film, dotando a este de una personalidad única.

Quizá el punto más oscuro de la cinta lo ponen unos gags humorísticos poco inspirados en general, pero no hay que llevarse a engaño, Kubo y las dos cuerdas mágicas no es una película de humor, como puede serlo Gru Mi villano favorito, o Kung Fu Panda, sino que está más del lado de otras obras más serias y dramáticas como Los Mundos de Coraline, o El gigante de hierro.

Finalmente Kubo y las dos cuerdas mágicas se descubre como una de las grandes tapadas de 2016, pese a su nominación en los Oscars 2017 a Mejor Película de Animación y a ganar el Bafta 2017, que desde ya tiene un hueco en el olimpo del Stop Motion junto con los grandes clásicos.  Una cinta de obligado visionado a todo amante de la animación, oriente, o simplemente las buenas películas.

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