Dentro de unos años posiblemente analizaremos esta película como el clásico que será y podremos spoilear a gusto para poder ahondar en la magia del argumento y lo controvertido de las decisiones que se toman, pero por ahora nos tendremos que conformar con analizar los aspectos más evidentes intentando que, debido a ello, no resulte un análisis superficial.
Y es que, aunque creamos que todo está contado en las historias de amor, destriparlas sigue fastidiando la historia aunque, como siempre se dice en el mundo del arte y veremos claramente en La ciudad de las estrellas La La Land, lo importante no es la historia que se cuenta, sino el cómo se cuenta.
Una historia de carne y hueso
El argumento, de hecho, no es nada del otro mundo. Mia (Emma Stone), aspirante a actriz que trabaja como camarera y Sebastian (Ryan Gosling), un pianista de jazz que malvive como puede, se conocen en la ciudad de Los Ángeles y se enamoran. Son ambiciosos y su afán por triunfar parece resultar incompatible con la idea de estar juntos.
Y con este sencillo argumento se va hilvanando una historia que, por lo simple que es, resulta extremadamente creíble. No estamos ante el gran amor de la vida de Mia o Sebastian, sino de un amor que llega cuando ambos más lo necesitan. Ella, la alegre y cabal, es pesimista, mientras que Sebastian, melancólico y soñador, es el optimista.
Pero, ¿por qué gusta a todos esta película?
Sin duda, no se debe a que sea un musical. A mí me apasionan, y con Into the Woods auguré una vuelta a un género que, alejándose de su contexto habitual, el cine infantil, podía dar mucho que hablar, y La ciudad de las estrellas La La Land tiene el aroma de las películas de antes, soñadoras como Hello Dolly! o Cantando bajo la lluvia, en las que se nos muestran belleza, sueños por cumplir y pasión a través de las canciones y el baile (aunque mucho más sencillotas, ¿eh? que estamos en el s.XXI), mezcladas con la fuerza de películas actuales, como Whiplash (¿os fijasteis en el cameo de J.K Simmons?), que tocan este tema desde su trasfondo más visceral: aquello que sacrificas y aquello en lo que te conviertes.
Dicho esto, su estupenda banda sonora, obra de Justin Hurwitz, unida a magníficas e inesperadas interpretaciones como la de John Legend o Rosemarie DeWitt y a una estupenda adaptación del guión del musical hollywoodense original por parte de su director y guionista, Damien Chazelle, convierten a La La Land en una película con la poesía de las obras de antes, de esas que ya no se hacen, y que creará en el espectador sensaciones que, o había olvidado, o ignoraba que podía sentir.
Y de fondo, la ciudad de Los Ángeles
Es inevitable que la ciudad donde uno va si quiere triunfar sea el escenario de esta dicotomía entre amor y poder. Esa especie de búsqueda de conciliación familiar y laboral que a todos nos trae de cabeza hoy en día y que allí será inevitable abordar.
Pero Los Ángeles no es sólo un escenario, es el corazón palpitante que sostiene el cuerpo que danza, la excusa para contar la historia, de tal forma que, casi sin saberlo, se hace un homenaje tanto a ella misma como a todos los luchadores que la llenan. Y para ese homenaje, se sirven de tres elementos fusionados funcionando como un perfecto engranaje: música, diálogo y las dosis justas de drama.
Porque sí, no se puede negar que es un drama, drama romántico, pero un drama y de los gordos. Pero si algo deseaba para que el 2016 no terminara con un sabor agridulce en cuanto a la calidad de las películas proyectadas era una obra que no me quisiera tomar el pelo ofreciéndome lágrima fácil (como Un monstruo viene a verme) y que explorara el mundo real en busca de las motivaciones más básicas del ser humano para luego ofrecerme un proyecto sublime que, ¿por qué no? me permitiera soñar a mí también y aprender de los errores de los protagonistas.
La ciudad de las estrellas La la land ofrece pasión y ritmo, magia y belleza, pero sobre todo esperanza. Me hubiera encantado asistir a los Globos de Oro conociendo esta película, pero la gran distancia entre el estreno en EEUU y el de España me han privado de ello. Fui viendo cómo, uno tras otro, este film iba apoderándose de las estatuillas doradas, viendo como mi hype aumentaba y haciéndome la inevitable pregunta: ¿qué pasará en los Oscars?, pero mientras, sé que seguiré disfrutando de una obra muy buena llena de grandes guiños a películas clásicas (Todos dicen I love you, West Side Story, Moulin Rouge, Los paraguas de Cherburgo, Cotton Club…) mostrando grandes dosis de nostalgia, tranquilidad y, sí, homenaje, porque La la land sabe que no puede competir con las obras maestras del musical clásico y tampoco lo pretende, pero su producto es algo nuevo y, por ello, único.
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