Guillermo del Toro es uno de esos directores que, al igual que pasa con Tim Burton o Michael Bay, asociamos de inmediato con un tipo de películas determinado, en este caso con esas que, teniendo un pie puesto en la realidad, sabe de manera estupenda colocar el otro del lado de la ficción o de la fantasía, según proceda.
Del Toro es un especialista en crear ambientes que ayudan a dar forma a sus historias más incluso que los propios guiones, añadiendo un toque de cuento macabro a sus creaciones. Así lo vimos sin ir más lejos con El laberinto del fauno, El espinazo del diablo, y también con, por salirnos del cine, Death Stranding; el singular proyecto en el que colabora junto con Hideo Kojima, otro que también se las trae.
La forma del agua es quizá su creación más representativa como director; una obra en la que convergen todas sus facetas para formar una única historia. De esta manera, realidad, ciencia ficción y fantasía se dan la mano para que la forma del agua se convierta en uno de los films más aclamados de 2017-2018, candidato a varios de los premios más importantes en los inminentes Oscars.
La Bella y la Bestia como nunca te la han contado
Y es que es inevitable acudir directamente a la referencia más clara del film, ya que, en resumidas cuentas, La forma del agua es la historia verdadera y sincera de La Bella y la Bestia, esta vez desprovista de toda la hipocresía y cinismo que rodea a las obras de Disney. En La forma del agua la Bella es muda (Sally Hawkins), y la Bestia no es ningún príncipe que vive en un castillo (Doug Jones). Su amor no se cimienta en las aspiraciones de grandeza de uno, o las de redención del otro, sino en instintos mucho más mundanos y a su vez reales y palpables como son la soledad, el miedo o la frustración sexual (sí, tal cual).
La forma del agua incluso cuenta con su propio Gastón particular (interpretado maravillosamente por Michael Shannon, nuestro kryptoniano malvado favorito), así como una serie de personajes secundarios (Michael Stuhlbarg, Octavia Spencer, Richard Jenkins) que, lejos de ser meros accesorios narrativos nos cuentan historias de desamor, amistad y compasión.
Sin embargo, La forma del agua, pese a contar con una historia que ya hemos visto más veces, nos tiene preparadas más de una sorpresa, no tanto en forma de giros argumentales, que también, sino más en esa deliciosa manera que tiene Del Toro de contar sus historias; cogiendo fragmentos de la realidad y narrándolos como si de una historia fantástica se tratase, perdiendo a veces la noción de qué es real y qué es producto de la imaginación del narrador.
Una dirección soberbia, una factura técnica intachable
Y es que nada menos que 13 nominaciones son las que preceden a La forma del agua, entre ellas “Mejor Película”, “Mejor Actriz”, “Mejor Director”, “Mejor Guion Original”, o “Mejor Banda Sonora”, entre otros tantos. Sin contar los 2 Globos de Oro y otras 5 nominaciones en los ya denominados “la antesala de los Oscar”.
Con semejante currículo es complicado escribir unas líneas hablando de lo impecablemente bien grabada que está la cinta, de lo maravillosa que es su banda sonora y cómo suenan los temas en los momentos justos, acompañados de una fotografía, iluminación y efectos visuales que consiguen manipular nuestro estado de ánimo con la sutil maestría de la que solo un puñado de directores gozan hoy en día.
La clave del éxito de La forma del agua no se encuentra en lo que cuenta, pues como ya hemos dicho una y mil veces; ya están contadas todas las historias, sino en la perfección que alcanza dotando de volumen, realidad, sentimiento, carácter, y sí, cotidianidad, a una historia que se ha contado mil veces, y mil veces ha caído en lo fácil y lo superficial, hasta hoy.
Y aun así hay (mucho) margen de mejora.
En cierto sentido, cuando sales del cine y haces retrospectiva, La forma del agua se siente de alguna manera incompleta. Quizá porque merecía un cierre más contundente, quizá porque después de haber creado unos personajes tan ricos, sus conclusiones saben a poco, o simplemente porque quizá esperábamos más de una historia que, para ser sinceros, no se puede estirar demasiado.
Al final, las 13 estatuillas a las que aspira La forma del agua no son tanto un reflejo de su calidad, que es buena, pero no la obra maestra que debería de ser un film con 13 nominaciones (ni de lejos), sino más bien un indicativo del estado actual del cine de Hollywood, pues se me ocurren a bote pronto una decena de films que merecen más esos premios y que en su día no se llevaron ni una miserable mención.
Que La forma del agua sea tan premiada no es más que la terrible confirmación de que es el tuerto en el país de los ciegos. En un 2017 en el que la mediocridad ha brillado con luz propia es normal que un film tan bien hecho como La forma del agua destaque entre tanta morralla, tanta que incluso la Academia debe de haber tenido serios problemas para dejar fuera a los blockbusters de entre los nominados, como es tradición.
No puedo negar que me alegra que un film de este estilo se lleve las estatuillas que otros años se han estado llevando bodrios de la talla de Manchester frente al mar, o Moonlight, de las que ya nadie habla; preciosos films condenados al ostracismo siendo reflejo de un jurado de la Academia que está muy lejos de representar al público, que seguirá soñando con La la land, o Mad Max.
La forma del agua
Destaca en:
- La protagonista, sin decir una palabra derrocha carisma
- La fabulosa banda sonora
- La factura técnica en general
- 13 nominaciones a los Oscar...
Podría mejorar:
- ...Que obtiene solamente porque 2017 ha sido nefasto, no porque los merezca
- Debería haber profundizado más en algunos de los temas que toca
- El final es algo brusco e inconcluso