Dan las 16:00 y has comido demasiado. Te pesa tanto el estómago que ruedas literalmente al sofá con idea de ver “Castle“, “The Big Bang Theory” o cualquiera de tus series de sobremesa favorita. Y te encuentras con que a alguien le pareció bien sustituirla por una comedia romántica llamada “La niñera y el presidente” (“The Beautician and the Beast” 1997) llena de todos los topicazos posibles…y te encuentras con que ¡te la has tragado entera y ni has cambiado de canal! En mi defensa voy a decir que el presidente era Timothy Dalton, y que estaba espectacular y que el tufillo a peli de época, salido de las pocas escenas glamurosas en las que van de largo, me mantuvo pegada al asiento mientras doblaba calcetines.
“La niñera y el presidente” es básicamente una mezcla entre “Ana y el Rey“, “Sonrisas y lágrimas” y un cierto rollete infantiloide sacado de “Princesa por sorpresa“. O sea…que el argumento viene a ser una choni fracasada cuarentona americana que finge ser profesora para huir de casa de sus padres. Así, acaba dando clase a los hijos del dictador vitalicio Boris Pochenko en un país del tamaño de Andorra. Joy Miller (Fran Descher) pasa de estilista analfabeta a dar consejos al presidente sobre cómo ser buena persona…y de paso cómo dirigir su país.
El caso es que la hortera moderna niñera se hace entrañable con ese carácter fuerte pero adorable que hace que todos a su alrededor (menos los malos de la peli, claro) quieran estar con ella, incluido un achuchable Ian McNeice haciendo del embajador Grushinsky. Proporciona frescura a una película, por demás, bastante tópica y ligeramente ñoña. Para aquellos que no os hagáis a la idea, es una especie de adaptación de “The Nany“, protagonizada por la misma Fran Descher, así que la disfrutaréis más si ponéis el chip de nostálgicos y todavía os reís con las bromas de nuestra infancia. Y si no la habéis visto, basta que flipéis un poco con las escenas cómicas que hacen pensar “si Hitler levantara la cabeza…” está claro que la institutriz se habría callado la bocaza. Pero no, es Timothy Dalton el dictador (en la máxima caricatura que se puede hacer de Adolf Hitler o cualquiera de su mismo corte), y no resulta convincente en su papel, pero por lo menos se encarga de crear la química con Fran Descher para ser una pareja cómica en una película que exalta los valores familiares y democráticos. Así que centraros en eso que, a la postre, es lo mejor de la peli.
(6 / 10)
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