LA PASIÓN DE CRISTO: “tanto amó a los suyos, que los amó hasta el extremo”

La mayor parte de las películas sobre la Iglesia o sobre la vida de Jesucristo están envueltas en ese halo de “película histórica” que, o bien nos encanta por ser seguidores del género, o nos aburre precisamente por esa misma temática. “La Pasión de Cristo“, obra del radical director Mel Gibson, es una película que, sencillamente, no consigue dejar indiferente a nadie. Da igual lo que opines sobre Dios, la religión, la Iglesia, los milagros o todo a la vez. Aunque sólo nos centráramos en el lado más puramente humano de la situación, lo que nos encontramos es una visión descarnada y cruda sobre los tormentos por los que tuvo que pasar Jesús de Nazareth.

Así pues, da igual si eres creyente o no. Aunque la película no necesita presentación (todos sabemos quién es Jesucristo y cómo murió) lo que nos encontramos aquí es la plasmación de una idea: cómo vivían los judíos su religión, y que supuso para ellos el hecho de que Cristo dijera ser el Rey de los Judíos. Toda la Pasión de Cristo es resultado del miedo que supuso una revelación de tal calibre. Cristo debía morir, y debía hacerlo de forma humillante para que a nadie le quedara duda de su mentira.

El problema es que Mel Gibson, no se sabe si por su odio a los judíos, su antisemitismo, o las acusaciones sobre este tema de las que ha sido repetidamente culpado, no sabe poner freno a la ola de violencia, sangre, tortura y brutalidad en general de la que hace gala “La Pasión de Cristo“. Sí, no hay manera de mostrarse indiferente ante el sufrimiento físico y psicológico al que se debió de haber sometido a Cristo en aquellas largas 12 horas (128 minutos de peli, claro), pero a veces me cuesta encontrar el significado de la obra. ¿Quería sencillamente mostrar lo que padeció Cristo? (y de paso lo que sufrieron los que estaban alrededor: Maia Morgenstern y Mónica Belluci como la Virgen y María Magdalena) porque lo cierto es que si vemos cualquiera de las películas dirigidas por Mel Gibson, nos encontramos con un cierto regustillo macabro por la violencia gratuita, así que podría no ser fervor religioso ni ganas de mostrar al mundo lo que pasó. Podría ser querer mostrar físicamente aquello por lo que pasó la persona envuelta en la Síndone, pero lo explícito de las escenas, unido a la falta de información para todos aquellos no duchos en las Sagradas Escrituras, hacen pensar que Gibson sólo quiere autocomplacerse. Porque puede. 

Por supuesto, aunque admiro la elegancia de cualquier película, (es más, suelo exigirlo para ponerle nota alta en una crítica) cuando hablan de un tema delicado como es este la mayoría de la gente suele abstenerse de verla precisamente porque “al cine se va a pasarlo bien”. No es fácil verla, a muchos no les gustará, pero es innegable que faltaba una película que se mojara tanto en materia de la Pasión. Para todos aquellos que sólo hayan visto romanos azotando a un condenado a morir en la cruz deberían repasarse la historia judía y la Biblia para entender la magnitud de “La Pasión de Cristo“.

Nota: (8 / 10)