Las quinceañeras que pensaban llorar como magdalenas con su heroína y dar grititos con el tío bueno de turno van a tener que ponerse las pilas porque “Los Juegos del Hambre: Sinsajo” quiere reivindicar su puesto entre las pelis profundas (vale, vale, no tanto) y ahondar en la parte política y social que supone una revuelta a gran escala por la libertad. Sí, esa libertad que chillaba a grito pelao William Wallace mientras los grandes señores se lo montaban con sus esposas, aunque esta vez viene de la mano de una jovencita llamada Katniss (Jeniffer Lawrence) que, al igual que Wallace al principio, sólo quería que la dejaran en paz.
Pero la opresión siempre acaba por hacer estallar la válvula de la olla a presión y al final se ve inmersa (o más bien zarandeada) en el puchero de la revolución y la guerra. Con historia de amor, para deleite de las jovencitas, y con muerte, explosiones y destrucción para todos los demás.
Y de hecho, hay muuucho de eso en esta película. Sí, sigue teniendo el toque sensiblero, pero es que Jeniffer Lawrence es la que mantiene el ritmo de la película con su cara de perpetua incomodidad y su cada vez más latente desequilibrio mental, y esta vez lo hace, no en medio de idílicos (aunque prohibidos) bosques, ni en medio de fastuosas fiestas, sino a través de mucho politiqueo, efectos especiales y guerra de guerrillas. Vale, esta vez un famélico Peeta (Josh Hutcherson) tiene más protagonismo. Por fin. Pero no se permite chupar cámara a nadie más. Bueno, un poco a Julianne Moore (en el papel de la Presidenta Alma Coin del Distrito 13), pero a ver quién es el guapo que le dice que a esa que no hable.
El caso es que volvemos a entrar en controversias con el libro (siempre mejor en cuanto a poder expresar claramente el meollo político), así que no le deis mucha importancia a cómo tratan algunos temas (por ejemplo, la situación de Peeta, la preocupación de Katniss por el futuro de su familia…) porque si no, os pasará lo que, en realidad, nos suele pasar a todos cuando vemos películas basadas en libros, que decimos: “esto en el libro no es así”, y acabamos decepcionados.
Recordar que en las películas siempre son más políticamente correctos, tienden a ser melodramáticos para dar un golpe de efecto final más contundente, y les encantan las historias de amor en las que tooodo es redondo y perfecto. Ala, anda que no habría gustado más “Titanic” a los fans de Leonardo DiCaprio si él se hubiera salvado. Pero no, 17 años más tarde seguimos haciendo memes porque el culo de la pija impidió que entraran los dos en la tabla.
Total, que hablemos de política. “Los Juegos del Hambre: Sinsajo” (sí, parte 1), es más oscura y madura. Nada que ver con las otras dos. Es más sesuda e intenta ahondar en temas universales, y digo ahondar porque al final todo es muy tópico. No puedes ser profundo si eres partidista; si la guerra es global, tienes que hablar del otro lado. ¿Y qué sabemos del Capitolio? Nada; que decir Capitolio es sinónimo de decir Coriolanus Snow. No se sabe nada de cómo están viviendo los habitantes la guerra, y eso, para los espectadores, es ser muy parco en información. Eso la hace ser demasiado partidista hacia los rebeldes. Al final, “Los Juegos del Hambre: Sinsajo” es igualita que “Star Wars” (incluido los trajes del “Ejército de la Paz”), pero cogiendo detalles nazis.
En general la película es más densa, lenta y emocional que las anteriores, pero se hace muy entretenida, y eso a pesar de su guión previsible. Personalmente, quizás como especialista en el campo de la información, lo que más me ha gustado ha sido el uso (¡ojo, esta vez por ambos lados!) de los medios de comunicación para la manipulación. No se puede negar que el Jefe de Seguridad Plutarch Heavensbee (el recién fallecido Philip Seymour Hoffman), nuestra encargada de dar el toque divertido a la triste peli Effie Trinket (Elizabeth Banks), el sensacionalista Caesar Flickerman interpretado por Stanly Tucci, el ahora sobrio Haymitch Abernathy (Woody Harrelson) y la reportera Cressida (nuestra fascinante Natalie Dormer) saben manejar la información y a la pobre sinsajo-Katniss de tal forma, que no me extraña que la desdichada piense que todo el mundo la quiere manipular.
Lástima que no podamos alabar ni la fotografía, ni la música, ni la calidad técnica, ni siquiera la adaptación al castellano (la canción, la maldita canción) pero aún así merece la pena ir a verla seas o no seas fan de la saga puesto que el cambio de registro y tono de toda la película sorprenderá a propios y extraños.
(6,5 / 10)
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