A veces hace falta un detonante para hacer cambiar a una persona. A veces hace falta una persona que te vea diferente, que saque a relucir lo mejor de tí, aquello que existe y está ahí, y muchas veces ni siquiera sabes que estaba. Esto de alguna manera es lo que pasa en “Mi gran boda Griega“. Toula (Nia Vardalos) es una neoyorquina de origen griego cuya vida gira en torno a las decisiones que su familia, y sobre todo su retrógrado padre, toman por ella. Cuando aparece en su vida Ian (John Corbett), profesor de universidad “xeno” (no griego), Toula toma la decisión de, a sus treinta años, cambiar de vida.
No creo que se trate realmente de salir a buscar el amor. Es más la sensación de saber que has hecho algo con tu vida. Que puedes tener sueños, ambiciones, y luchar por, si no conseguirlo, por lo menos intentarlo. Renunciar al conformismo que se te impone desde dentro. Cierto, Gus Portokalos (Michael Constantine), es un padre que representa el papel, no sólo de figura autoritaria que entona constantemente su tonadilla de qué representa la mujer griega perfecta (casarse, tener hijos, cuidar de todos ellos atiborrándoles de comida), sino de machismo extremo al estar en contra de que la mujer estudie o se labre un futuro ajeno a la familia y las tradiciones.
En este sentido, me recuerda a Mulán, con los deberes preestablecidos ya desde el nacimiento: familia, boda, hijos, deber. Las similitudes entre Mulán y Toula son palpables. Ellas no es que quieran buscar el amor fuera de los límites establecidos, sino que quieren encontrar su realización personal a través de otras cosas que ofrece la vida, y descubrir por ellas mismas qué es.
La película, nominada a los Oscars en la categoría de Mejor Guión Original (y comparada con la gran “Cuando Harry encontró a Sally“), toca otros temas interesantes y de bastante actualidad. En particular me llama la atención el intento de aunar familia y amor. Este tema suele darse más bien con la conciliación entre familia y trabajo, pero en “Mi gran boda Griega” usan la familia como el grave problema que choca con las aspiraciones laborales y amorosas. A veces se da también con la religión, como es el caso de la película, pero es precisamente el amor el que logra solucionar ese problema.
Otro de los temas que hacen de “Mi gran boda Griega” una película deliciosa es el enfoque de la motivación. La gente inspira a la gente. Quizás era necesario ese detonante del que hablaba al principio, pero realmente es hermoso ver como los seres humanos somos capaces de seguir inspirándonos unos a otros con nuestra actitud, nuestro apoyo, o unas simples palabras de ánimo.
En definitiva, una película simpática, con buenas interpretaciones, diálogos sencillos, dinámicos y que proporcionan cierta sensación de vertiginosidad tan propia de las comedias. No importa si queréis disfrutarla en versión original o en español ya que no pierde calidad; eso sí, disfrutar de la banda sonora, que nos mete desde el primer segundo en escena, a pesar de Nueva York y las tormentas.
Nota: (7,5 / 10)
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