Esta película llega tarde para mí. Francamente, estoy sorprendida de no haberla visto hasta ahora. Llevo años sabiendo que está ahí, dentro de la filmoteca casi obligatoria de ver dentro de la ciencia ficción y perteneciente a una década llena de míticas películas en el género. Pero ni la música de John Williams, ni la firma de Steven Spielberg, ni el caché de Tom Cruise dentro de este estilo de cine me habían animado a verla. Mas el 2020 ha traído decisiones raras y he acabado visionando una película del 2002 llamada Minority Report…y he adivinado su argumento, nudo, antagonistas y desenlace en el minuto 3. Tremendamente frustrante y una de las razones por las que es mejor ver las películas dentro de su contexto histórico.
No obstante, soy una persona que suele juzgar las cosas por el contexto en el que se hicieron y que acaba disfrutando de las obras sepa o no su final, así que Minority Report no sólo tiene su oportunidad conmigo como film de entretenimiento, sino que puedo juzgarla tanto por su bueno o malo envejecimiento, como por lo que debió significar en su época, así por lo que sigue aportando a día de hoy.
Esta última parte es importante porque la mayoría de las películas de ciencia ficción, ya fueran de aquella época o anteriores, aportaban una o dos ideas a su género, pero podían ser horribles en todo lo demás (o no, o simplemente eran anodinas). Este es el caso de, por ejemplo, 2001 Odisea en el espacio (1968), aportando su idea del toroide, o Metrópolis (1927) con la primera historia de robots malvados; y de un sinfín de historias que han ido aportando su granito de arena a este querido género nuestro.
¿Y qué aporta Minority Report?
Recordemos su argumento. Año 2054, la policía usa los poderes psíquicos de tres jóvenes que predicen el futuro para arrestar a potenciales asesinos antes de que actúen. La unidad de élite Precrime (qué original) está dirigida por John Anderton (Tom Cruise) quien un día encuentra una predicción que lo acusa a él como el siguiente potencial criminal. Nuestro protagonista tiene 36 horas para demostrar su inocencia, investigando un sistema que no ha fallado jamás.
Por supuesto, estas ideas siempre provienen de una novela, en este caso una obra de Philip K. Dick (que no necesita presentación: El hombre en el castillo, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Y un largo etcétera) llamado El informe de la minoría, pero eso no resta valor a esta distopía adaptada con buen tino y a la que pocas cosas se le puede reprochar como no sea un final “Made in Hollywood”, muy propio tanto de actores como Tom Cruise, a quien le encanta ser el bueno de la historia, como de un director como Spielberg, que tiene que mostrar siempre finales edulcorados.
El caso es que es la clásica historia donde todos viven en un mundo perfecto hasta que se empieza a demostrar que no lo es tanto por una simple, pero efectiva fórmula: la privación de la libertad en pro de la seguridad. Un tema recurrente que nos sonará de obras como Un mundo feliz o Juez Dredd, pero que de una u otra manera está presente en la ficción de forma continua.
Un mensaje escalofriante
Este tema es el que aleja a Minority Report de las películas palomiteras de acción para convertirla en un sesudo thriller psicológico en el que no sólo el Bien y el Mal están en la balanza, sino que se cuestiona la utilidad de la tecnología por anular al ser humano y su libre albedrío.
La película juega constantemente con esa idea de la autodestrucción del hombre y lo necesario de mecanismos que regulen su comportamiento, mientras que deja entrever la importancia de fiarnos de los valores más básicos e imperecederos del hombre y no depender tanto de máquinas que deciden por nosotros. En ese sentido, un final más honesto y menos complaciente habría resultado más adecuado para que el espectador reflexionara sobre la búsqueda de un equilibrio dado que la idea de una justicia preventiva perfecta es tan utópica como la de una raza humana concienciada del valor intrínseco de su prójimo.
El caso es que sí, en el presente año Minority Report ha envejecido perfectamente y no es gracias a los estupendos efectos especiales, a la fotografía o al montaje, sino por la actualidad de su mensaje, que a día de hoy casi da escalofríos por lo premonitorio.
Vivimos en una sociedad en la que las cámaras, los fotógrafos, las instantáneas de trozos de vida, son aireadas continuamente y se juzga al ser humano por ese momento que estamos viendo. Nos atrevemos a condenar a un extraño por un solo hecho aislado que no llegamos a comprender, sin antes haber llegado al corazón de esa persona.
Ni tan máquina, ni tan humano.
Sé que muchos estarán pensando que es un pensamiento ingenuo, pero la creencia en las segundas oportunidades, en la naturaleza bondadosa del ser humano y en su capacidad de cambio son lo que nos diferencia de las máquinas. Gustándome tanto como me gusta la ciencia ficción, no puedo por menos que señalar esa ruta que cada vez vemos más en las series, películas y libros: la máquina quiere ser humana. Y uno piensa, por algo será.
Esa búsqueda del pensamiento individual, ese despertar de las inquietudes, esa reivindicación del pensamiento único y libre. El final del s.XX y la llegada del XXI nos ha traído joyas como Ex Maquina, Chobits, Westwold, El hombre Bicentenario, Detroit Become Human y muchas otras obras que tratan el tema de las máquinas que toman consciencia de una manera casi orgánica, lógica, natural y, sin embargo, en contraposición, tenemos obras como Minority Report en las que los hombres nos comportamos como máquinas y nos sentimos orgullosos de ello.
Como siempre digo, se puede disfrutar de una película como Minority Report como simple producto de entretenimiento, pero yo os animo a verla como algo más, una reflexión de cómo encontrar ese camino, ese punto al que llegar, ese mundo justo y en paz, pero sin perder nuestra humanidad.