Después de dos películas basadas en obras de Agatha Christie dirigidas por Kenneth Branagh con más o menos acierto (Asesinato en el Orient Express y Muerte en el Nilo), el estreno de Misterio en Venecia (A Haunting in Venice, 2023) me había preparado para algo de estilo similar. Mi sorpresa ha sido mayúscula cuando me he encontrado no tanto con una película de estilo policíaco, con detectives investigando y si eso algo de suspense, sino con un thriller casi de terror. Una obra que parece subirse al carro de los cozy crime (asesinatos amables) mucho más que las otras películas de este director.
Lo cierto es que las obras de Agatha Christie son lo que se considera un whodunit de manual, así que era normal pensar que el atractivo de Misterio en Venecia se centraría, una vez más, en el rompecabezas que supone un asesinato repentino, en responder una vez más a la pregunta Who has done it? ¿Por qué recurrir entonces al género de la fantasía oscura, del terror, del suspense proporcionado por la presencia de lo sobrenatural?
Vayamos por partes, que esto tiene enjundia.
Por un lado, Misterio en Venecia (como comenté cuando colgué el evento) es una adaptación de un relato de Agatha Christie llamado Las Manzanas o Halloween’s Party (que trata sobre un asesinato durante una fiesta infantil). Esto conlleva, directamente, que el ambiente más propicio para hacer retornar a Poirot sea, precisamente, la noche de Halloween, con sus máscaras, sus fiestas y sus tradiciones. Entre ellas, el juego de pescar la manzana. Y por supuesto, con su ambiente fantasmagórico, preludio de una película que ha cambiado su tono por completo con respecto a sus antecesoras.
También ha cambiado el guion original, resultando de ello una interpretación muy libre que incluye hasta personajes nuevos; aunque la película sigue teniendo una brevedad (sólo 104 minutos) a la que ya nos estábamos desacostumbrando los cinéfilos y que ayuda muchísimo a la trama. Este cambio hará que aquellos que esperaban una película policíaca se sientan confusos, y aquellos acostumbrados al género de terror sientan que se les queda corta.
¿Kenneth Branagh ha cambiado o enriquecido al personaje de Hércules Poirot?
Tal y como acabó Muerte en el Nilo no estaba yo muy segura de que se pudieran o debieran hacer más películas de Poirot. El director nos había mostrado un lado vulnerable, humano, del detective, de quien, tanto en novelas como en películas y series sólo conocíamos su lado detectivesco (y sus manías). Ahora podemos entender que Branagh y el guionista Michael Green sientan con Muerte en el Nilo las bases para seguir hablando del humano que hay detrás del detective hasta tal punto que uno puede percibir los crímenes como MacGuffins para hacer avanzar la trama que nos siga hablando del hombre que hay detrás del bigote.
Este intimismo creó relaciones entre Poirot y el resto de los personajes. ¿Pretende seguir por ese camino en Misterio en Venecia? Ni muchísimo menos. Ese es un punto de vista, se trató y ahora queda aparcado. Se ve perfectamente en una de las escenas iniciales de la película en la que el guardaespaldas de Poirot le informa de que hay una amiga (Tina Fey interpretando a la escritora de best sellers Ariadne Oliver) preguntando por él y este contesta: Yo no tengo amigos.
Ahora es el momento de ahondar en otro aspecto de la vida de Hércules: su visión de la vida y la muerte. Su relación con ambas. Nada más adecuado para ello que una serie de personajes traumatizados, supersticiosos, meapilas o vengativos. Nada más adecuado que una sesión de espiritismo; un evento que, en teoría, conecta el mundo de los vivos y de los muertos (¿y qué mejor para ello que la noche de Halloween?).
Porque detrás de ese detective meticuloso, egocéntrico y maniático hay un hombre que ha perdido las ganas de seguir ejerciendo el oficio. ¿Cansado de que todos quieran algo de él? ¿Hastiado de esa rutina? ¿Angustiado porque no le entretiene ni estimula su hobby? ¿Ha perdido la capacidad de ilusionarse? El monotema que constituye el epicentro de su vida puede no proporcionar ya la suficiente serotonina necesaria y eso ha derivado en una crisis de identidad.
Si a esto le añadimos el traumático contexto histórico (dos años después de finalizar la Segunda Guerra Mundial), una casa embrujada y el recuerdo de un aparente suicidio (y, en mi caso, tener muy fresco el recuerdo de Veneciafrenia, jeje) pues el guiso resultante es un Hércules Poirot algo existencialista.
La ilusión del aspecto técnico.
En las obras whodunit el mayor peso recae sobre el guion. Tanto los diálogos como las descripciones deben dar al espectador o lector las claves para resolver el misterio. Sin embargo, no cabe duda que donde más brilla Misterio en Venecia es en los valores de producción. La fotografía que tan bien retrata el palacete gótico veneciano hecho pedazos, la grabación a base de ángulos holandeses que nos permiten sentir esa constante inseguridad, la ambientación fantasmagórica… y todos esos detalles heredados del cine de terror: jumpscares, ruidos tenebrosos por doquier, la música de cámara – obra de Hildur Guonadóttir (la de Joker) –, los objetos tan frágiles de cristal y, por supuesto, el juego que da un buen cuarto de baño mugriento.
Puede que la intención de Branagh no fuera hacer una película de terror sino un thriller sobrenatural, pero ha conseguido un equilibrio dentro del género que hace mucho tiempo que yo no veía. Es una lástima que, por el camino, se le haya olvidado insuflar un poco de vida a sus actores, los cuales, protegidos por los altos valores de producción, no ofrecen actuaciones muy interesantes.
Es el caso de Jamie Dornan (Cincuenta sombras de Gray, The Fall), que interpreta al Dr. Leslie Ferrier; el de Kyle Allen como el galán y chef Maxime Gerard, Camille Cottin como la asistente Olga Seminoff o Kelly Reilly como la anfitriona Rowena Drake. Y un pequeño etcétera en el que se incluyen Ali Khan, Emma Laird o Riccardo Scamarcio.
Se salvan Michelle Yeoh como la médium Joyce Reynolds. Su papel en Todo a la vez en todas partes (2022) ha hecho que el público, y también Kenneth, reconozcan su facilidad para lo camaleónico. Y también el joven Jude Hill (Belfast) como el enigmático Leopold Ferrier
¿Sabíais que Kenneth Branagh ya nos dio una pista en su película Belfast (2021) de cuál iba a ser su próximo film? El libro Halloween’s Party fue uno de los regalos que le hicieron a Buddy.
Siempre he respetado a Branagh por sus estupendas y arriesgadas adaptaciones de las obras del inmortal William Shakespeare. Sin duda, le está resultando más difícil adaptar las obras de esa otra inmortal llamada Agatha Christie. Le hemos visto patinar bastante con Asesinato en el Orient Express y encarrilarse después con Muerte en el Nilo. Pero con Misterio en Venecia, definitivamente, tenemos que rendirnos ante el genio de este actor y director. No resultaba una apuesta segura en ningún sentido (ni para amantes de la escritora, ni de las adaptaciones, ni de los cinéfilos, ni de los fans del terror…), pero ahí está, la que probablemente es su mejor adaptación hasta la fecha.
Misterio en Venecia
Destaca en:
- Todos los aspectos formales.
- La adaptación es muy libre, pero funciona.
- Se siente muy original.
- La mezcla de investigación criminal + suspense sobrenatural.
Podría mejorar:
- La mayoría de los personajes no destacan por sus actuaciones.
- No a todo el mundo le gustará su reinvención a película de terror o sobrenatural.
- Han querido “humanizar” tanto a Poirot que se ha perdido mucho de ese maniático y amanerado personaje.
- La iluminación tan oscura sigue siendo un recurso pobre cuando no quieres enseñar los detalles.
- Poirot NUNCA hubiera hecho nada que pudiera estropear su bigote (atentos a la escena del barril de manzanas).