MONSTER HUNTER: yo sólo quería ver el mundo arder…

La verdad es que ha sido ver Monster Hunter (Cazador de Monstruos, 2020) y sentirme totalmente decepcionada. Con la cartelera encabezada por la infame Milla Jovovich yo me esperaba una película absolutamente bochornosa y carente de fundamento… y nada más lejos de la realidad.

No me malinterpretéis. Monster Hunter es más simple que el mecanismo de un chupete: argumento simplón, guion escaso e intrascendente, actuaciones pasables… pero es que Monster Hunter World (2018), el videojuego en el que está basado la película (de los 18 que posee la saga, entre juegos principales y secundarios) es exactamente eso: un videojuego profundo, pero de argumento sencillo y sin más pretensiones que hacernos pasar un buen rato a base de matar monstruos (y grindear un montón).

Y si la filosofía con esta saga no ha cambiado mucho desde el 2004 en que salió el primero para PS2, tampoco había por qué esperar que la película que hoy analizamos fuera mucho más sesuda. Pero es que lo que hace lo hace bien. Hora y media de entretenimiento palomitero viendo cómo Milla Jovovich (interpretando a la capitana Natalie Artemis) y algunos (pocos, sorprendentemente) masillas luchan contra kaijus de aspecto y ferocidad imponente.

Ambientación bien absorbida.

El caso es que poco se le puede reprochar a Monster Hunter en lo que es. Es más, resulta sobresaliente en su diseño artístico tanto en los escenarios, como en los personajes, y culminando en los kaijus. El estudio de efectos especiales Mr. X (el mismo responsable de la saga Resident Evil, recordemos) fue el encargado de coger los 20 años de trabajo del estudio Capcom y adaptarlo con estupendos resultados a imagen real. Para todos los amantes de la saga es un placer ver cómo han recreado los Diablos, los Rathalos, los Nerscyllas o los Apceros en un despliegue de esos de “no hemos reparado en gastos”.

¿Y cómo ponemos a los rangers de EEUU a luchar contra monstruos de leyenda? Pues siguiendo al pie de la letra las lecciones del anime japonés. A través de un isekai. La capitana Natalie cruza un portal a una dimensión en la que los humanos del lugar luchan contra unos monstruos gigantes. La mujer se une a ellos para cerrar el portal y que las criaturas no invadan la Tierra, mientras intenta a su vez volver a casa. Para ello, cuenta con la ayuda de Cazador (Tony Jaa), un guerrero que trata de volver a juntarse con su equipo, otros guerreros mata-kaijus (entre los que destaca Ron Perlman interpretando a un convincente Admiral).

Con sus aciertos y carencias…

Hay bastante amor en el trabajo de Paul W. S. Anderson. No en vano es uno de los pioneros en introducir el mundo de los videojuegos en el cine, pero es que, además, Anderson siempre ha sido un amante de la saga, así como de los kaijus (y, por supuesto, de Japón). Existe un respeto en la adaptación del videojuego Monster Hunter World a la gran pantalla que no veía desde Guillermo del Toro con su proyecto Pacific Rim. Que salga Milla sólo es, nuevamente, el resultado de que sea su mujer. Alguien le tiene que dar trabajo a esa pobre actriz.

Pero no quiero ser una hipócrita. En realidad, yo quería ver a Milla Jovovich luciendo palmito. Desde que la vi en la revista Fotogramas el recorte de su foto ha ocupado un lugar de honor en mi escritorio. Me encantó en El Quinto Elemento y no la volví a ver hasta la saga de Resident Evil, donde se me bajó el hype. Pero para entonces el mal estaba hecho. Milla Jovovich es una suerte de Bruce Willis que a los tres minutos de empezar la película ya está hecha unos zorros. Probablemente la única mujer en el cine de acción que abandera bien y de forma constante el género. Augura acción y explosiones por donde va. Y en esta ocasión reparte mi atención con los kaijus. Vamos, que estoy deseando que el año que viene estrenen la segunda parte.