Cuando hace ya bastantes meses vi por primera vez el adelanto de Mortal Engines (2018) no supe muy bien cómo reaccionar. “Una peli sobre ciudades rodantes que fagocitan otras ciudades rodantes en una distopía post apocalíptica, esto va a ser una mierda que no me puedo perder” pensé, y el hecho de que Christian Rivers, director artístico de la saga de El Señor de los Anillos y El Hobbit, se encargase de la dirección y Peter Jackson de la producción me terminaron de empujar definitivamente a la sala de cine más cercana (eso y que los artículos de esta web no se escriben solos).
La premisa de las ciudades gigantes itinerantes caníbales (cada vez que lo digo me fascina más) viene además acompañada de una estética parcialmente steampunk y una dirección artística que, combinada con unos valores de producción de primera, hacen que la cinta nos entre por los ojos, maravillándonos con un universo cargado de detalles en el que todos sus diseños son tan imaginativos como coherentes entre sí, creando así un universo que se siente sólido y sumamente interesante y del que rápidamente querremos saber más. Por desgracia, todo esto sólo es fanfarria, humo y espejos para asombrar a unos pocos, pues detrás del cartón piedra Mortal Engines tiene bastante poco que ofrecer.
Un puzle al que le faltan piezas
Mortal Engines, antes que un blockbuster de Hollywood fue un libro (¡sorpresa!) escrito por Philip Reeve. Enmarcado a medio camino entre la fantasía seampunk y la literatura juvenil, el éxito de Maquinas Mortales llevó a Philip a escribir otras tres novelas a modo de continuación y que completan así el universo creado en su primer libro.
Con tantas páginas por cubrir en una sola cinta (que inicialmente se pensó como una trilogía, pero ya veremos) no es de extrañar que en sus 120 minutos de duración Mortal Engines se sienta atropellada, incompleta y tremendamente insatisfactoria explicando un mundo que se le queda grande a una narrativa torpe y obtusa, que va dando brochazos inconexos en un universo que necesita más explicaciones para sentirse coherente.
Demasiadas preguntas se quedan en el tintero, preguntas tan importantes como el porqué de estas ciudades ambulantes quedan en el aire sin ninguna respuesta y desbaratando la coherencia de toda la historia desde sus minutos iniciales; a esta se le van uniendo poco a poco otras cuestiones, como el origen ambiguo de los “resucitados” y su, por decirlo suavemente, errático comportamiento, que se quedan sin recibir ningún tipo de atención en un film que pide a gritos algo más de cohesión entre sus elementos para que la ficción que propone resulte sólida y creíble, algo que películas que presentaban unos universos y conceptos parecidos, como Mad Max Furia en la carretera o Waterworld, sí que tenían en cuenta.
Por otra parte, los personajes y el guion resultan poco interesantes en el mejor de los casos y un estereotipo de manual en el peor. Mortal Engines nos presenta unos protagonistas mal trabajados encarnados por Robert Sheehan (Tom Natsworthy) y Hera Hilmar (Hester Shaw), que son prácticamente clichés con patas y por los que es difícil sentir algo que no sea indiferencia, tanto por sus pobres interpretaciones como por lo mal escritos que están los personajes; ya no hablamos de sus secundarios: pobres diablos cuya función es morir en el momento oportuno para generar drama (del malo) y servir de Deux Ex Machina en los momentos de máxima tensión.
Una lástima porque el casting cuenta con algunos secundarios de la talla de Hugo Weaving – Agente Smith, Elrond, V, Red Skull – (Thaddeus Valentine) o Stephen Lang (Shrike) entre otros, grandes actores que quedan ofuscados entre la mediocridad de un guion que no les permite brillar en ningún momento.
Una nueva esperanza
Para empeorar todo esto, el último acto de la cinta se ve incapaz de escapar de la comparación directa con Star Wars: una nueva esperanza, pues pese al evidente reskin estético de todos sus elementos, los paralelismos con el ataque a la Estrella de la Muerte y su rayo aniquilador de planetas son tan evidentes que rozan el bochorno, con la diferencia de que aquí te da absolutamente igual quien muera. Eso, por no poner otros ejemplos que calificaríamos de spoiler, pese a su predecible guion.
Mortal Engines me enamoró desde el primer momento por su increíble estética (vamos a pensar bien y creer que hace un homenaje a Miyazaki y su estilo de diseño de vehículos) y su interesante puesta en escena, durante todo el metraje hice un esfuerzo por encontrarle algún atractivo a la cinta más allá de su diseño artístico e interesante planteamiento inicial, pero Christian Rivers, Peter Jackson y en definitiva, Hollywood me lo han puesto tan difícil que me ha sido imposible rescatar nada más.
En definitiva, Mortal Engines brilla durante los minutos en los que permanecemos deslumbrados por sus enormes ciudades rodantes movidas por fuego y carbón, pero cuando el impacto inicial desaparece la cinta se apaga de manera fulminante, dejándonos solo con un puñado de tópicos, un universo incoherente, y otra vez la sensación de que se ha vuelto a desaprovechar una oportunidad de hacer algo interesante y original.
[amazon_link asins=’1407152130,B00J9E5832,8420486396,8420434132,842048718X,1407186779′ template=’ProductCarousel’ store=’generacionfri-21′ marketplace=’ES’ link_id=’99dd8823-02b1-11e9-ab8d-873da8c62c37′]Mortal Engines
Destaca en:
- Su apartado artístico
- La premisa es tan loca como interesante
- Por fin una fantasía estilo Steampunk
- Sí, la nota da el aprobado porque la peli es muy bonica
Podría mejorar:
- El guion es terrible
- Su universo tal y como se muestra en la cinta, es terriblemente incoherente
- Pasados los primeros 15 minutos es difícil salvar cualquier cosa