“Mi casa, mis reglas, mi café” es de los primeros detalles que podemos ver cuando comienza Puñales por la espalda (Knives Out, 2019). Una total declaración de intenciones, no se sabe si por parte del director y guionista Rian Johnson hacia su propia obra, o simplemente es una manera de marcar el tempo de los personajes durante la obra.
De cualquier forma, es una buena presentación para una película que, si no lo sabes de antemano, confundes con una adaptación a la gran pantalla de un clásico de Agatha Christie. Esto no sólo es un piropo enorme hacia Rian Johnson (sí, el tipejo que dirigió y escribió el guion de Star Wars Los últimos Jedi), sino también una forma muy rápida de encuadrar a Puñales por la espalda dentro de un género muy concreto, un estilo de dirección muy marcado y una evolución de la historia que nos hace sentir muy cómodos porque es “algo que ya conocemos”.
Sin embargo, decir que Puñales por la espalda es algo que ya hemos visto es reducir al absurdo una obra muy genial que ha sabido imbuirse de personalidad propia mientras homenajeaba a los clásicos, a esas historias donde un detective como Hércules Poirot o la señorita Miss Marple investigaban complejos crímenes.
Así, la historia nos sitúa en una espectacular casa de campo donde el famoso y rico novelista Harlan Thrombey (interpretado por el prolífico y querido Christopher Plummer) es encontrado muerto, aparentemente suicidado cortándose la garganta, la mañana después de su 85 cumpleaños. Puesto que toda la casa estaba llena con los familiares que vinieron a festejarlo, todos son sospechosos de su muerte, incluido el servicio doméstico: el ama de llaves Fran (Edi Patterson) y la enfermera Marta Cabrera (Ana de Armas).
La importancia de la narrativa en este tipo de películas.
La historia no tarda en desligarse de los clásicos argumentos de las novelas de detectives, quitando el foco principal del detective Benoit Blanc (un adorable Daniel Craig), para centrarse en el resto de personajes que componen la ecuación. Inevitablemente, salen a relucir los motivos más universales, enmarcados en problemáticas políticas y sociales reales, casi a modo de sátira, pero sin caer en el cinismo extremo que no te deja ver la crítica; móviles por los que casi todos los familiares querrían matar a su pariente, desde el yerno Richard (Don Johnson) que tiene una aventura, hasta la nuera Joni (Toni Collette) o su hija Megan (Katherine Langford) a quien Harlan iba a cortar el grifo, pasando por Walter (Michael Shannon) recién despedido por su padre de la editorial familiar. Todos personajes que resultan ser más complejos que los que una simple comedia exigiría, impregnándolos de una humanidad muy actual que hará que empaticemos con ellos o, en algunos casos, veamos a la sociedad reflejada.
Sin embargo, tanto estos personajes como estos móviles son sólo vehículos para confundirnos ante una historia que no hace más que enredarse, alejándose de los dramas que suelen suponer las historias de detectives, para crear un tono humorístico que bien le ha valido recientemente su nominación a Mejor Película Comedia en los Globos de Oro, así como otros premios relacionados y le ha dado, como mencionaba antes, un carisma propio.
Homenajear, reinventar, entretener y divertir.
Como en todas las películas de detectives, contar demasiado de ellas estropea el efecto que produce el verlas. Afortunadamente, auguro que con Puñales en la espalda ocurrirá igual que con Asesinato en el Orient Express (la clásica, no el remake), que, aunque conozcas la consecución, lo importante es el camino recorrido. Esta brillante reconstrucción del universo de Agatha Christie no se conforma pues sólo con ser un homenaje, sino que crea un entramado de relaciones original, meticuloso, enrevesado e hilarante protagonizado por estrellas de la talla de Chris Evans o Jamie Lee Curtis, que nos hace calificar de Cluedo moderno, sin ninguna duda, a Puñales en la espalda.
Sin embargo, el hecho de que resulte una comedia no le quita su etiqueta de thriller y la película consigue mantenernos intrigados de una manera casi retorcida que, por efecto de un guion complejo, pero perfectamente hilado, resulta en un entretenimiento inteligente y algo nostálgico, de ese que te hace decir “ya no se hacen pelis como esta”.
Finalmente, lo mejor que se puede decir de Puñales por la espalda es que es una sorpresa en todos los sentidos. Funciona no sólo en todos los niveles importantes (al final, quieres que funcione como película de detectives), sino como simple entretenimiento familiar y eso es algo que parecía que ya se había perdido. Quizás es que, cuando autores de la talla de Arthur Conan Doyle, Agatha Christie, G. K. Chesterton, Edgar Allan Poe, Stephen King, o Raymond Chandler te han matado a personajes de todas las maneras posibles, cuesta encontrar algo que de verdad te llame la atención. Es cierto que cada vez nos hemos vuelto más exigentes con el producto que consumimos aquellos que gustamos de la novela negra, pero ya no esperábamos que nos sorprendieran con algo refrescante y único. Hasta ahora, que ha llegado Puñales por la espalda.
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