Da un poco de vértigo eso de empezar a recibir películas de Star Wars un año tras otro, sin duda es una sensación a la que tardaré en acostumbrarme, y sin embargo Disney está totalmente decidida a hacernos llegar una película de Star Wars por año hasta que la franquicia muera por agotamiento; supongo que cuando pagas 4.000 millones de dólares por algo esperas sacarle el máximo rendimiento.
Y así, con la máquina de imprimir billetes de Disney a toda potencia nos llega este año Rogue One, el primero de los Spin Off dedicados a la santa trilogía que trata de arrojar algo de luz sobre los acontecimientos que llevaron a los rebeldes a destruir la primera de las Estrellas de la Muerte y de paso tapar un par de inconsistencias argumentales.
Tu carencia de ritmo resulta molesta
Los primeros minutos de Rogue One son torpes, una sucesión de escenas cortas que saltan de aquí para allá en un confuso devenir de acontecimientos. Afortunadamente no tarda en centrar la trama sobre Jyn Erso (Felicity Jones) y Cassian Andor (Diego Luna), protagonistas de la cinta junto al carismático K-2SO, un droide con muy pocos pelos en la lengua que pone el toque de humor en una cinta llena de caras serias.
Rogue One se ve lastrada por problemas de ritmo durante sus dos primeros tercios, un constante sube y baja en el desarrollo de la trama que pasa continuamente de lo interesante a lo indiferente hasta que llega el último tercio de la película, autentica razón de ser de todo el film, donde éste alcanza su clímax con una de las mejores (si no es la mejor) batallas que se recuerdan en toda la saga; es en este momento donde la película brilla por sí misma, con una serie de buenos momentos que no cesan hasta la muy satisfactoria conclusión final.
Avanzando sobre seguro
Rogue One no es una película valiente para nada, no se juega el tipo ni por un solo segundo, Gareth Edwards, su director, decide mover el film dentro de la inquebrantable zona de confort que le proporciona el universo de la saga, desplazándose entre cameos, blasters, batallas a bordo de naves y todo lo que cualquier fan de la saga podría esperar, para bien y para mal.
Y aun así, dentro del casi completo inmovilismo, Rogue One sabe hacerse distinguir dentro del universo de Star Wars mostrándose como una película significativamente más madura y dramática de lo que estamos acostumbrados en la saga, un dramatismo que al igual que al episodio VII le sienta bien, alejándose de la ligereza general de Star Wars para mostrarnos un universo más oscuro, una alianza rebelde a punto de quebrarse, un todopoderoso imperio galáctico y unos protagonistas cansados de luchar.
Pero tampoco penséis que esto va a ser Salvar al Soldado Ryan; hablamos de dramatismo Disney, ese drama de sobremesa en el que la gente muere después de unas bonitas frases y luego a otra cosa, de ese en el que los personajes son arquetipos de manual: el vengador, el héroe, el redimido, el villano… Dramatismo sí, pero dentro de lo que se espera de una peli, al fin y al cabo, familiar.
Para llenar el hueco de estos arquetipos tenemos a actores de la talla de Ben Mendelsohn, Mads Mikkelsen o Forest Whitaker, acompañados de otros menos famosos como Donnie Yen o Jiang Wen, que encarnan a sus respectivos personajes en unas actuaciones que por ausencia de guion o porque desarrollan roles puramente accesorios, no dan mucho de sí; de hecho la película funcionaría exactamente igual con la ausencia de algunos de ellos.
El universo de Star Wars da para más
Rogue One es una digna película de Star Wars que sin embargo se queda algo coja en cuanto a trama y personajes, siendo lo más destacable de esta sus estupendas escenas de acción. Sin embargo un spin off debería de alejarse mucho más de las convicciones de la saga y no ir al rebufo de ésta. Se echa en falta en Rogue One algo más de película y algo menos de fan film. Un poco de chicha que vaya más allá de rebeldes vs imperio, lado luminoso vs lado oscuro, protagonista que descubre que hay mucho más dentro de sí mismo de lo que él/ella pensaba, y todos los clichés que se le pueden achacar a la saga y que entiendo que estén ahí en un capítulo principal, pero no tanto que sigan siendo la fórmula y base de un Spin off.
En un momento dado, me imaginé esta peli como una de espías e infiltrados, algo más como Valkiria, Descifrando Enigma o cualquier otra película del género. Algo sutil, más enfocada en la trama y los personajes que en mostrar cameos, X-Wings y blasters. No sé si es porque me voy haciendo mayor (lo dudo), pero la idea me resultaba más atractiva que lo que ha acabado siendo Rogue One, sin desmerecer el resultado.
Finalmente lo que nos queda es una gran película de aventuras dentro de un género en sí mismo como es Star Wars. Rogue One es film muy entretenido que sin duda contentará al grueso de los fans de “La Guerra de las Galaxias” ya que aporta ese toque extra de madurez y dramatismo que se le viene exigiendo a la saga desde hace mucho, sin cambiar absolutamente nada más, para bien y para mal. Personalmente la coloco por detrás del episodio VII porque mientras que éste consiguió ser un muy digno sucesor de la saga numerada, Rogue One es demasiado más de lo mismo para tratarse de un Spin Off. Quizá como película esté a la zaga del film de J.J Abrams, incluso que la supere en algunos aspectos, como el hecho de no ser un clon del episodio IV (aunque con innegables paralelismos con el VI, vaya), pero creo que si entre entregas principales y spin off todo lo que nos espera de Star Wars son blasters y batallas en X-Wing, me voy a cansar de todo esto más pronto que tarde.
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