Destacó, por su ausencia, el cine fantástico en la programación del Festival Internacional de Cine de San Sebastián 2022. Los que allí asistimos tuvimos que conformarnos con el visionado de Crimes of the future, Nagisa y esta Secaderos, de la directora granadina Rocío Mesa.
El análisis del motivo de esta ausencia queda para otro momento. Simplemente citaré una frase del autor de Las partículas elementales para expresar mi sentir: “No aguantamos ni un bocado más de realismo”.
Un comentario en clave fantástica sobre la madurez.
Secaderos es un comentario sobre la madurez, sobre el tránsito doloroso hacia un nuevo estadio vital. Una propuesta más cercana a la nostalgia de Mi vecino Totoro o Un monstruo viene a verme que al terror y la mala leche de otras fábulas como, por ejemplo, Carrie o Déjame entrar.
Pero, ante todo, Secaderos es un homenaje a la tierra, a los hombres y a las mujeres que Rocío Mesa ha conocido a lo largo de su vida. Un film auténtico y honesto, que llega al corazón y que, dentro del palmarés del festival de San Sebastián, se ha hecho con el premio Dunia Ayaso.
La trama de la cinta (producida por Amplitud, La Claqueta PC, La Cruda Realidad, Secaderos La Película A.I.E y Un Capricho de Producciones con la colaboración de Canal Sur) discurre por dos senderos paralelos. Por un lado, la historia de una niña, Vera (Vera Centenera) para quien su pueblo en la Vega de Granada es el paraíso; por otro lado, la historia de una adolescente, Nieves (Ada Mar Lupiáñez) asfixiada por el mismo pueblo y por sus circunstancias vitales.
El guion de Rocío Mesa es un efectivo artefacto fílmico que une dos mundos: la luminosa fantasía de Vera y el costumbrismo sórdido que rodea a Nieves. Para ello la guionista emplea con habilidad sorprendente tres herramientas básicas: el humor, el corazón y la ausencia de juicio/moralina.
Rocío Mesa también cuenta en su arsenal con la frescura de Vera Centenera y Ada Mar Lupiáñez, dos actrices no profesionales que demuestran un talento fuera de lo común.
La puesta en escena es clásica, que no plana, y la fotografía de Alana Mejía González efectiva y afinada en su naturalismo. La película comienza a sorprender con la aparición del gigantesco monstruo formado por las hojas de tabaco apiladas en los secaderos, metáfora de un mundo en extinción que Rocío Mesa conoce muy bien.
La cinta sorprende con la aparición del monstruo, bello en concepción y perfecto en forma.
La fisicidad del monstruo, bello en su concepción y perfecto en su forma, es responsabilidad del estudio DDTSFX. La empresa fundada por David Martí y Montse Ribé ha demostrado su profesionalidad y buen hacer colaborando en los efectos SFX de producciones como Un monstruo viene a verme, El laberinto del fauno o Dune, donde construyeron al monstruoso Baron Harkonnen en colaboración con Donald Mowat.
Sin miedo a exagerar por su impresionante currículo, podemos asegurar que DDTSFX se supera a sí mismo, dando vida a un monstruo tierno estilo Miyazaki.
Este monstruo no sólo es perfecto en cuanto a diseño, sino que resume dentro de sí todos los conflictos y temas de la película: la infancia que muere, el mundo que desaparece, el amor, la tristeza, la humanidad.
Quizás pueda argumentarse que la película necesita algo de fuerza y claridad en sus secuencias finales. Sin duda, una debilidad causada por la inexperiencia. Después de todo, se trata del primer largometraje de Rocío Mesa.
Sin embargo, si uno contempla ese argumento desde otro punto de vista, desde el otro lado del espejo, algo que, por supuesto, Secaderos nos invita a hacer, se encontrará con una promesa de esperanza.
Esta es la promesa. Si Rocío Mesa ha conseguido un resultado tan fantástico con su primera película, ¿qué maravillas de la imaginación nos regalará en el futuro? ¿Podemos encontrarnos, quizás, con el principio de una nueva y fructífera escuela de cine fantástico en España?