SULLY: Tom Hanks aterrizando aviones, ¿qué podría salir mal?

Sin duda es complicado hacer una película de la que sabes tanto el principio como el final. Cierto, puedes no conocer la historia, pero entre que ves un tráiler, lees de qué va y, si eres medianamente curioso, te informas un poco sobre el aterrizaje forzoso de dicho avión en el Hudson en Enero del 2009…el pescado está vendido, vamos.

Así que los alicientes para ver Sully se reducen a quién es el director, Clint Eastwood, que suele hacer  americanadas cosas interesantes aunque se suele centrar en los biopics, y el protagonista, Tom Hanks, que no suele defraudar ni por las películas que hace, ni por sus interpretaciones, y que siente una obsesión casi enfermiza por interpretar a personajes reales (Al encuentro de Mr. Banks, Atrápame si puedes, Capitán Phillips, Apolo 13, etc).

Y es que casi lo mejor de la película, como suele suceder, es el propio Tom Hanks, sin que ni siquiera destaquen los secundarios de lujo como son Aaron Eckhart (Erin Brockovich, Gracias por fumar, The Dark Knight), Laura Linney, Anna Gunn (Breaking Bad), Jeff Kober, Sam Huntington, Wayne Bastrup o nuestro querido Michael Rapaport (Friends, Cuerpos Especiales, Prison Break, Hitch, Beautiful Girls). Lástima que su actuación sea casi clavada a la de su anterior película El puente de los espías, por la que también padecimos una indigestión al presentarse (y sí, ganar) a los Oscars (tranquilos, que no fue a Mejor Película). Y digo esto porque resulta que es una de las posibles candidatas a los Oscars 2017.

Lo que les gusta a los americanos

El problema de los americanos es que cada vez que pasa algo en su país quieren hacer una película de ello, y a veces esas historias no dan para tanto. Qué sí, que hay que hacer homenajes, pero lo de Sully es pasarse. Desde luego, si a estas alturas uno no lo sabe, aprende de una vez por todas (por favor, fijarse en la cantidad de abrazo gratuito y alabanza que recibe el piloto Sully a lo largo del film) que a los americanos les encantan los héroes, y aprovechan cada película para sacar uno, que de esa forma, además, se hace taquilla sin duda.

Al protagonista de este biopic le presentan concretamente como una especie de Gary Stu ¿lo era? no conozco al hombre detrás del personaje interpretado por Tom Hanks, no conozco al capitán Chesley Sullenberger, pero si seguimos en la línea de que a los americanos les encantan los héroes, no me extrañaría que le hubieran glorificado o maquillado para encajar dentro de los cánones de la película.

El interés de la película

Fuera de querer conocer el punto de vista americano sobre un hecho americano, el mayor problema que presenta Sully es su falta de interés como película. Son 90 minutos de una sucesión de escenas que ya conocemos. El director por supuesto buscó ahondar en el aspecto humano de un aterrizaje y en la profesionalidad de un trabajador. De esta forma, la parte final, en la que se incide en si a Sully le daba tiempo o no a volver al aeropuerto o si fue una buena decisión aterrizar en el río Hudson es la más interesante de la película y la que esconde cierta emoción por el ¿qué pasará? y para ello, contra mis principios, os voy a recomendar que no os documentéis, para que podáis disfrutar de algo de “intríngulis”.

Y aún así, probablemente, la única escena emocionante es el padre con los dos chicos (no niños, de mediana edad ya) que consiguen mostrar la cara real de los pasajeros, una cara que no son lloros e histeria, sino incredulidad, alegría, nerviosismo y sí, realismo, en una película demasiado equilibrada y aséptica.

¿Se buscó la lágrima fácil?

Lo que sí me extraña es la poca incidencia en conseguir una respuesta ambigua por parte de los medios de comunicación o del ciudadano de a pie, de tal forma que realmente exista el peligro de que Sully pueda ser sancionado por su actuación. Es algo fácil de incluir en una película, puesto que la gente sencilla no se complica, ven algo y lo aceptan como es, pero también son los más influenciables a los medios de comunicación, y sin embargo el guión no incluye esta posibilidad de forma firme, lo cual por un lado es bueno, porque evita el sensacionalismo del que estamos hastiados en el cine, pero resta interés al proceso judicial y la película en general.

Sí que está la sombra (muy velada) del 11S por ahí, por el tema de que hay aviones involucrados, y se repiten demasiadas veces aquello de “por una vez pasa algo bueno”, como si el director (sí, Clint Easwood) nos recordara una y otra vez que EEUU se va al garete desde hace tiempo y estos “detalles” son de lo poco que mantienen la esperanza en que el mundo no está hecho polvo. Aunque claro, tampoco le falta mucha razón a guionistas y director, ¿no?

El resultado de todo este compendio es un producto flojo, predecible, bien dirigido pero carente de interés puesto que no consigue atrapar ni por su lado humano ni por el técnico. Es equilibrado para no caer en el tópico de las historias desgarradoras, ¡ojo, es del tipo intimista!, y con algo de moraleja de “lo importante es el trabajo bien hecho”. Esos productos kitsch que tanto les encantan a los americanos pero que, por su falta de fuerza, pronto caen en el olvido. Lo que ya haga la Academia con ellos…bueno, es otro cantar.