No es que las tres primeras iteraciones en la gran pantalla de Transformers fueran la panacea; me reí con la primera, que era fresca e innovadora y en las otras dos siguientes, bueno, salían robots enormes repartiendo guantazos, suficiente reclamo para que un amante del cine de acción palomitero como yo les diese una oportunidad. Con la cuarta peli, “Transformers la era de la extinción“, Michael Bay lo tenía más complicado conmigo, el factor sorpresa había desaparecido y en esta ocasión necesitaba algo más que una legión de robots partiéndose el lomo unos contra otros entre una orgia de napalm y explosiones para convencerme.
Cuando me enteré de que la cinta duraba cerca de 150 minutazos y contaba con Mark Wahlberg (“Ted“) empecé a pensar que Bay había coincidido conmigo y pretendía ofrecernos algo más, un argumento coherente que nos llevara de la mano entre las distintas secuencias de ahostiamiento y masacre robótica para que todo se hiciese más coherente y emocionante. Ahora veo lo terriblemente equivocado que estaba.
No es sólo que mi tan amado como odiado Michael, con quién comparto mi pasión por la pirotecnia y la opinión de que todo atrezo en escena debe explotar violentamente (aunque esté hecho de madera) se haya dedicado a ofrecernos dos horas y media de PUM y BANG, sino que parece que ha decidido prescindir de todos los demás elementos que componen un largometraje, en este caso un largo, largo, largometraje.
La película trata de conspiraciones gubernamentales, persecuciones, y luego un batiburrillo de clichés y tópicos del cine que tienen a los Transformers de país en país haciendo reventar cosas. Mark Wahlberg (a quién deben de haber estado días atizándole violentamente con enormes fajos de billetes para que aceptara el papel) interpreta a Cade Yeager, un padre demasiado protector con su hija de 17 años, Tessa Yeager (Nicola Peltz) que no va a ningún sitio sin el guaperas e imbécil a partes iguales de su novio Shane Dyson (Jack Reynor) el piloto de rallyes, que tiene el primer coche de esta disciplina en el que caben cuatro ocupantes (nótese la ironía). También hay un cuarto en discordia interpretado por TJ Miller, pero muere tan rápido y de manera tan absurda que no sé ni por qué me molesto en mencionarle.
En determinado punto de la película nuestro hostiable elenco de protagonistas topa con Joshua Joyce (Stanley Tucci) que es una descarada imitación de bastante mal gusto de Steve Jobs en versión malvada, pero que al final es bueno y gracioso, y aunque él es el primer responsable de todo el pifostio que se monta, al final sobrevive para regocijo de todo el que no sepa ver que por su culpa ha habido varios millones de muertes por daños colaterales, majo el tío.
Así que nuestro grupito de humanos sigue a una panda de robots gigantes entre escenas de acción. Los Transformers han debido de recibir demasiados golpes durante las anteriores películas, porque en esta cuarta parte Bay nos los muestra como unos capullos descerebrados con tendencias a la violencia gratuita que roza el mal gusto incluso para mí. La elocuencia de Optimus Prime ha desaparecido y ahora el honorable líder de los Autobots dirige amenazas de muerte e improperios a cualquiera que se cruce en su camino. El resto de componentes de su grupo no se quedan atrás, uno de ellos incluso mata a un animal de un tiro por escupirle, ¿quien no les seguiría hasta el fin del mundo?.
Los Transformers malos son unos mercenarios que vienen a la tierra buscando a los Autobots en nombre de los “Creadores” para llevárselos y hacer con ellos algo que no queda muy claro, pero todos están muy enfadados y disparan a todo lo que anda.
La película está llena de situaciones desconcertantes, sin sentido, con un tempo estúpidamente mal medido y con un guion lleno de “one liners” estúpidas que le sacaran los colores de vergüenza ajena incluso al mayor fan de sálvame deluxe. El guión por su parte trata de contarnos una historia compleja en la que intervienen varias facciones, pero lo hace tan mal que se lía consigo mismo metiendo detalles, escenas y elementos innecesarios que complican la trama, una trama que a partir del minuto dos de la película se ha ido a tomar por saco por lo mal escrita y las pocas luces que tiene.
Se pueden decir tres cosas buenas de “Transformers la era de la extinción“; la primera es que la película visualmente es impactante, tal y como Michael Bay nos tiene acostumbrados. La segunda es que las escenas de acción están muy bien grabadas y siendo el setenta por ciento de la película ya es una garantía para el amante de este tipo de cine. La tercera es que por muy larga que se nos haga la película al final se acaba y podemos volver a nuestras casas a llorar fuerte apretados contra la almohada por la violación psicológica a la que nos han sometido durante dos horas y media de inconsistencias, mamarrachadas (de las malas, de esas que no hacen gracia), idas de olla y, en definitiva, de sentirnos tratados como retrasados mentales por un director al que parece que ya se le ha pasado el arroz.
(4 / 10)
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