Pocas cosas traen tanta esencia a Navidad como ver las antiguallas de pelis que nos brindaba la animación allá por el cada vez más lejano siglo XX. Las vemos, y casi nos arden los ojos, pero lo cierto es que poco importa porque, cada vez que ponemos uno de los “Cuentos de Navidad” (aunque se llame Los fantasmas atacan al jefe 1988) nos sentimos transportados a otra época, no sólo a nuestra infancia, sino a todas las infancias de aquellos que creen en las segundas oportunidades.
Y es que la novela adaptada de Charles Dickens A Christmas Carol (1943) es básicamente una enseñanza gigante. Todos conocemos la historia de Ebenezer Scrooge y la visita de su colega fallecido para advertirle de que cambie de vida y para avisarle de que recibirá la visita de tres fantasmas (de las Navidades pasadas, presente, y futura) para que le motiven a ello. En Un Cuento de Navidad (1982) dirigida por Peter Hilmann, la versión que nos ocupa, este empresario tacaño no da vacaciones a sus empleados por Navidad y permite que se mueran de frío en el trabajo. Aparte, cual macarra, tiene aterrorizado a todo el barrio. A mí, de pequeña, me parecía un hombre horrible y jamás entendía porqué no aceptaba la invitación de su sobrino de pasar las fiestas con ellos.
Todos tenemos algún pariente que no nos cae bien, un compañero de trabajo del que escapamos o una casa que evitamos pisar. Sin embargo, la Navidad tiene un halo mágico que hace que estas cosas queden en un segundo plano. Evidentemente, es la tacañería de Scrooge la que no le hace ver las buenas intenciones de su familia, para sólo creer que es interés el que tienen en él. Tras la visita de los tres espíritus Scrooge empieza a aceptarse y quererse a sí mismo, y por ello empieza a pensar que algo tendrá digno de ser amado y que han visto los demás en él. Ello le hace abrirse a los demás y empezar a amarlos. No digo que el miedo a una muerte solitaria y un destino incierto no hicieran mella en él, pero es la tristeza por uno de sus nietos fallecidos, la visión de la pobreza, el sentimiento de que él podía haber hecho algo, y el amor que siente renacer en él, el que le hace recapacitar.
#AChristmasCarol no deja a nadie indiferente por su preciosa moraleja Clic para tuitearAsí pues, Un cuento de Navidad es una película de dibujos animados sencilla, tierna, con una preciosa banda sonora, una animación mediocre para la época (sólo dos años más tarde, el Estudio Ghibli sacaba Nausicaä del Valle del Viento ¿qué más puedo decir?), con dulces ilustraciones, fondos amorosos y una recreación entrañable del Londres de la época. La encontraremos a veces divertida, otras veces terrible, pero no deja a nadie indiferente por su preciosa moraleja: lo más grande del mundo, es amar y ser amado.
El primero es un mini trailer que salió dos años después:
Más que un trailer, es el comienzo de la película, interesantes para que veáis el estilo y buenrollismo del que está impregnada:
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