UNO, DOS, TRES: al mundo le viene bien reírse de sí mismo

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Tienes dos opciones. Pasar de esta película del año 1961 basándote en estúpidos prejuicios tales como la antigüedad y el blanco y negro, o admitir que estamos ante una de las joyas de la corona de la comedia en general, y de Billy Wilder en particular (de quién oiréis hablar mucho por Generación Friki). La grandeza de “Uno, dos, tres” para mí es que es la única película sobre post-guerra ambientada en Berlín que puedo ver con una permanente sonrisa en la cara.

Durante la Guerra Fría, el señor MacNamara (un brillantísimo James Cagney), eficiente y próspero jefe de ventas de Coca-Cola en Berlín, casado con la irónica Phyllis (Arlene Francis), con enormes sueños de grandeza a punto de cumplirse, ve como su mundo se tambalea cuando recibe el encargo de cuidar de la frívola Scarlett (Pamela Tiffin), la hija adolescente de su jefe, y ésta se enamora de un joven y prometedor comunista, de nombre Otto Piffl (Horst Buchholz).

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Famosísima escena en que la secretaria
de MacNamara seduce a tres rusos en una
escena llena de guiños históricos y rock&roll

En un año lleno de controvertidas noticias sobre pruebas atómicas, Kennedys que toman posesión de su cargo, experimentos espaciales (Yuri Gagarin viajando al espacio y cosas parecidas); Billy Wilder decide dirigir “Uno, dos, tres”, una sátira política, con una gran abundancia de referencias históricas como pocas veces encontraremos en el mundo del cine, como colofón al notición que supuso la condena del nazi Adolf Eichmann, y para hacer sombra a Luis Buñuel, que estrenaba “Viridiana” (sin comentarios). Por si fuera poco, el propio Muro de Berlín se erigió en medio del rodaje, con los evidentes problemas que eso supuso para la película. Vamos, que el hecho de que sea una comedia atemporal y para todos los públicos no impide que sean necesarios ciertos conocimientos de Historia del S.XX para poder disfrutarla y comprenderla.

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Guiño a otra película “El enemigo público”
en la que James Cagney
amenaza también con un pomelo.

Lo que nos encontramos con “Uno, dos, tres” es una ácida comedia que se mofa de todo lo que en aquella época era sagrado tanto para comunistas, como para capitalistas…hasta tiene tiempo para meterse sobradamente con los nazis (si ahondáis en la biografía de Wilder entenderéis el porqué). Sociedad, economía, cultura, corrupción, amor, mundo empresarial…todo es desgranado humorísticamente de forma nada sutil para criticar la situación en la que se vivía y los ideales, muchas veces extremistas, que adoptaban las personas. Por ello, cada personaje (caricaturizado) adopta un rol que da sentido y organiza la trama de tal forma que sólo tienes que sentarte a disfrutar porque el argumento está tan bien hilado y fluye con tanta soltura, que podrías pensar que es una comedia ligerita de esas que tanto abundan hoy en día. Eso sí, el ritmo es tan frenético que mi recomendación es que estés muy atento para no perderte ningún gag. ¿Quién dijo que el cine antiguo tenía un ritmo lento? Entre la estupenda banda sonora de André Previn, las persecuciones en coche, el reloj de cuco, las peleas, y las órdenes de MacNamara, te sentirás tú también acelerar en tu asiento. Está claro que “Uno, dos, tres” va in crescendo hasta llegar a una maravillosa catarsis. Cómo se nota que está basada (ligeramente) en una obra de teatro de Ferenc Molnár de 1930.

Como ya habéis adivinado, la clave de esta enérgica película se encuentra en sus diálogos. (sobresaliente al doblaje) y en su sólido reparto, tanto por los protagonistas ya nombrados como por los secundarios, principalmente la explosiva secretaria Ingebold (Liselotte Pulver), o el militarizado asistente Schlemmer (Hanns Lothar). No es la clásica comedia que tiene al final una moraleja. Cada conversación te hace reflexionar por la profundidad de sus conclusiones, o sorprendentemente por la trivialidad con que afrontan las causas más serias, y los constantes momentos de “zas, en toda la boca”. A ello también ayudan los numerosos guiños de los que no prescinden los guionistas. Si Wilder quería no dejar títere con cabeza lo ha conseguido.

Y es que es complicado hacer humor inteligente. Y mucho más difícil dar mensajes punzantes, ridiculizar a los sistemas imperantes, y que te aplaudan por ello.

9 out of 10 stars (9 / 10)

 

 

 

About Susana "Damarela" Rossignoli

Susana Damarela es fundadora de Generación Friki. Gran apasionada de la lectura y el cine, puede leer un libro cada día de la semana sin despeinarse. Como novelista ha publicado La Ciudad que Olvidamos (2024) y está centrada en la publicación de nuevos títulos. También le encanta el deporte, el rock, las juergas y el kalimotxo. Sus juegos favoritos son el Tetris y el Starcraft II.

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